lunes, 11 de octubre de 2010

ALMOHARÍN EN LA HISTORIA: UN PUEBLO DE EXTREMADURA

ALMOHARÍN EN LA HISTORIA: UN PUEBLO DE EXTREMADURA
No me importa ser tachado de poco objetivo dada la estrecha amistad que me une al autor, pero no puedo impedir el manifestar mi agrado cuando culmino la lectura de la última obra de Víctorino Mayoral Cortés: Almoharín en la Historia: un pueblo de Extremadura.
Para un historiador adentrarse en el análisis de sus contenidos hace que te percates de que no vas a encontrarte con un libro de Historia local convencional. En efecto, al margen de la narración de entrañables peculiaridades, de amargas experiencias o de un amplio anecdotario, la característica que más define su recorrido es que no se trata de la “Historia de” como suele presentarse habitualmente, sino de la visión inclusiva de una colectividad en la vida de los pueblos. Es decir no es una Historia lineal, si bien veremos como los capítulos, obviamente, respetan el ámbito cronológico. Estamos ante Almoharín “en” la Historia. Asimismo destacables son la profusión de imágenes que ilustran el texto.
Otra de las cuestiones relevantes es que no se trata de un ejercicio de abstracción por parte del autor. No es un ensayo. Es una obra rigurosa y concebida con un amplio repertorio bibliográfico, muy documentada y con numerosas referencias a modo de cita que hacen suponer el arduo trabajo de ensamblaje que ha tenido que hacer Victorino para conseguir dar forma a las múltiples y diversas interpretaciones que sobre algunos asuntos se han planteado.
Todo ello nos muestra que estamos ante un ávido lector, como él suele decirnos ( y mostrarnos) de Historia y Política.
Otro de los objetivos ha sido desentrañar tópicos, mitos y leyendas. Y lo demuestra desde el rigor anteriormente mencionado. Ello no quita que nos alegre la lectura con detalles tan significativos como la polémica suscitada por el origen del nombre del pueblo, la curiosa historia de la espía nazi, el devenir de la mina próxima al pueblo...
El libro es un recorrido por los siglos y etapas que constituyeron el pasado de Almoharín. Es decir, desde la Prehistoria ( por consiguiente, incluso mucho antes de surgir el pueblo) hasta prácticamente nuestros días. Es pues, la razón de ser de la expresión “dentro de la Historia” que muy acertadamente define Guillermo Fernández Vara en el prólogo. Serán, de este modo los trazos o el reflejo o incluso los efectos de la Historia en el pueblo lo que nos encontremos.
Antes de adentrarnos en el somero análisis de los contenidos que se encontrará el lector destaquemos sus principales hitos: la impronta musulmana, el hecho de que Felipe II le otorgue el título de villa a finales del siglo XVI o la transformación del paisaje agrario y las formas de propiedad de la tierra.
Comenzando por el análisis del solar, observamos como desde la Prehistoria hasta el desarrollo de la influencia del imperio romano en la zona, estamos ante un lugar idóneo para los asentamientos humanos: es una tierra fertil, con caminos y comunicación adecuados. Ya se han hallado algunos vestigios ocultos de aquellos tiempos, pero como se nos recuerda, es necesario impulsar los trabajos que ayuden a recuperar los restos, muchos de ellos ya identificados, (algunos fortuitamente), catalogarlos e incluso profundizar en su estudio a través de trabajos de investigación especializados.
Con respecto al origen del nombre del pueblo, muchos acudían a la leyenda, algunos aparentemente documentados, o a relatos mitológicos de impresionantes caudillos y de un almohade llamado Almoharín. No es menos cierto que la impronta musulmana en la zona fue muy significativa en unos momentos de gran inestabilidad política en dilatada guerra entre moros y cristianos por las tierras de Cáceres, Montánchez y Trujillo. También es verdad que existió una importante presencia de población musulmana que se asentó en Almoharín y que incluso subsistió tras la dominación cristiana. Resulta más determinante que la vinculación a una persona, el apunte de Campomanes, que señala el autor, al identificar Almoharín con un vocablo árabe que significa “miradores”. Y si visitamos el pueblo vemos como desde allí se divisa una elevada extensión de territorio.
Tras la conquista cristiana vemos su vinculación desde 1230 con la Orden de Santiago por medio de la presencia de caballeros de ésta y cómo, a diferencia de otros lugares, conviven en principio sin muchos problemas hasta el siglo XVI, musulmanes y cristianos. La clave quizás esté en la poca presencia de repobladores con lo cual eran todos necesarios.
Así durante la transición entre la Edad Media a la Edad Moderna asistimos a la llamada de atención sobre este ejemplar muestra de interculturalidad. Ya en el Informe del Visitador de la Orden de Santiago de 1498 se puede leer la prohibición de que los moros hagan culto en la ermita de San Cristobal lo que nos lleva a la conclusión de que todavía en aquellos difíciles años la población musulmana pervivía en Almoharín y, es más, se toleraban sus prácticas religiosas. Poco más tarde se volverán a hacer alusiones a las costumbres de los cristianos nuevos que, por otra parte, sólo podían ser antiguos musulmanes ya que no había judios.
Hace Víctorino Mayoral una interesante incursión por lo que denomina la geografía espiritual con una minuciosa descripción de ermitas, iglesias, imágenes, cofradías y culto popular. A ello le acompaña, con el paso del tiempo las fluctuaciones de la población hasta llegar a uno de los momentos culminantes de su Historia cuando Felipe II les otorga el título de villa ( no olvidemos que fue comprado por una cantidad importante lo que demuestra la pujanza económica y numérica de sus gentes), se separan de Montánchez y se convierten en la población más extensa de la zona.
Eran pues momentos de amojonamientos y de lindes. De colocación de hitos y también de impedir la pobreza de algunos con la búsqueda de oportunidades de mejoras en el “Nuevo Mundo”. Así nos encontramos con una relación de personas humildes que marchan a Indias junto con algunos militares y religiosos.
El siglo XVII fue el de la despoblación, la guerra y la herejía. En este capítulo se alude a la secta de los alumbrados y a su posible implicación en Almoharín a través de un personaje que puso una escuela en el pueblo. Eran años de crisis y declive en todos los sentidos. También de opuestos como misticismo y carnalidad. Por otro lado se están desarrollando guerras en Portugal y al encontrarnos cerca de la Raya, el pueblo sufrirá sus consecuencias, por ejemplo, con los temidos alojamientos. Otro hecho reseñable fue que se pasó de pertenecer del Partido Judicial de Mérida al de Montánchez.
El siglo XVIII también trajo años complicados. Estamos en la guerra de Sucesión y sus efectos se reflejarán en que se acentúa la despoblación y el empobrecimiento. Ya a mediados del siglo se inicia la recuperación. Es también la época en la que comenzamos a conocer mejor y a tener más datos del pueblo por medio de fuentes como el Catastro de Ensenada de 1753 o el Interrogatorio de la Real Audiencia de Extremadura de 1791. En ellos vemos la distribución de oficios, la riqueza, la elección de cargos públicos... en definitiva los rasgos económicos y sociales.
De la Guerra de la Independencia nos quedamos con algún personaje destacado por no recalcar el asunto de los alistamientos. Luego llegarán las desamortizaciones y de nuevo el absolutismo con una curiosa peculiaridad en el pueblo que denota el fundamentalismo de las autoridades que lo preconizaron al dictar una serie de normas mediante un Auto que hacía confluir moral religiosa con responsabilidad penal.
Pronto llegarán las desavenencias en nuevos frentes como las luchas entre carlistas y liberales, la aparición de partidas, milicias, facciones... hasta llegar a la segunda mitad del siglo XIX donde veremos la repercusión de avances en obras públicas como una escuela, el cementerio, el salón de sesiones del Ayuntamiento, calles,caminos,puentes, higiene...La I República contó con una tímida adhesión local y una difícil situación en el Ayuntamiento. Con el nuevo régimen de Alfonso II se acometerán las correspondientes purgas.
En el terreno económico la venta de bienes de propios hace que se produzca el antagonismo entre propietarios individuales y mucha gente sin tierras ( jorneros y yunteros) y esta revolución burguesa trae para Almoharín una curiosidad: se convierte en accionista del ferrocarril. Y eso que por el pueblo no pasaba ninguna línea. Se vió sólo como una posibilidad de inversión.
Por fin llegamos al siglo XX. Tiempos de modernización pero a la vez con una nueva estructura de la propiedad que consolida la desigualdad y la fuerte división entre ricos y pobres. Prueba de ello es el análisis del Censo de 1930.
Pero también fueron los años de la construcción del cuartel de la Guardia Civil, de la carretera Cáceres/Médellín, de la aparición de la luz eléctrica, del matadero, de nuevas escuelas y el Ayuntamiento.
Desde el punto de vista social y político proliferaron asociaciones y partidos y fueron muy numerosos los cambios en la alcaldía. La II República trajo consigo el veredicto de las urnas que denotaba que el pueblo era de izquierdas, pues en todas las elecciones generales obtuvieron más votos en el pueblo formaciones de este lado del espectro. Ello tendría repercusiones tras la guerra civil, pues se cebó en la localidad una inmensa represión con puntos trascendentes para el pueblo como el asesinato de su alcalde.
La posguerra fue una época de hambre, tristeza y silencio. No olvidemos que prácticamente la mitad del pueblo había votado al Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936. Pasaba el tiempo y vamos viendo episodios llamativos propios del nuevo régimen: las Misiones religiosas, las romerías, las fiestas tradicionales...
También hay espacio para el retrato de personajes curiosos, como Alfredo, el hijo de un maestro republicano que triunfó en Méjico o Doña Juanita que en realidad era una agente de Franco en Estados Unidos y en la II Guerra Mundial estuvo al servicio de los nazis y sorprendía a los paisanos de Almoharín cuando la veían pasear por el pueblo fumando y vistiendo pantalones. Sin olvidarnos de la fiebre minera acontecida con la explotación de Wolframio en la Mina La Parrilla.
Termina el libro mirando al año 1957 con la imagen de la despoblación de casi el 60% propiciada por la emigración. Con una explotación de la tierra más propia de la Edad Media y con una distribución de la propiedad en manos de los mismos de siempre, como aparecía en el Censo de 1930.
Sin embargo deja un ligero apunte de los trascendentales cambios acontecidos con la llegada de la Democracia y que supone un determinante contraste debido a la multiplicación de servicios que evidentemente merecen un estudio aparte. Eso será otra Historia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario