martes, 24 de noviembre de 2015

UNA DE ROMANOS


En una ocasión un compañero, profesor de Historia, me comentaba que había alumnos especialmente dotados para hacerte llegar lo que sabían. Se lo preguntaras o no. Son los típicos casos interesados en transmitir determinada información. Venga o no a cuento.
En la ordenación de los debates cuando alguien se dispersa, el moderador debe llamarle a lo que se denomina “la cuestión”.  Sin embargo, en política, ya sea el foro que sea, tanto a nivel local como nacional, incluso, últimamente en las tertulias de televisión y/o radio no hay forma de centrar el interés del auditorio en lo que se apunta en el orden del día.
En el ámbito en el que actualmente me desenvuelvo me sorprende, día sí y día también, observar cómo si a alguien le inquieren sobre temas que, todos estamos de acuerdo en que están mal o han sido deficientemente ejecutados o en el peor de los casos no se han llevado a cabo actuaciones urgentes y/o necesarias, el interpelado en lugar de admitirlo, esconde su respuesta acomplejada arguyendo nuevos interrogantes sobre otros asuntos presuntamente mal hechos pero que, ¡vaya casualidad! la responsabilidad recaería en la persona que te ha puesto en evidencia.
Algo parecido sucede cuando el interviniente hace uso de la palabra para justificar y argumentar el objeto de una consulta. Es el momento, en principio, para intentar dar explicaciones de los motivos que te  han motivo a pedir la comparecencia de algún responsable. Sin embargo, en lugar de introducir los elementos dialécticos que ayuden a los asistentes a comprender los distintos puntos que les llevan a poner sobre la mesa una petición de aclaración, una queja, demanda, denuncia…. te encuentras con que han utilizado el beneficio del micrófono para espolear a los contrincantes con una batería de agravios que no tienen absolutamente nada que ver con el objeto que supuestamente se debería tratar.
Como decía un alumno aventajado o interesado en el despiste en un examen “los griegos no sé pero los romanos….”







miércoles, 18 de noviembre de 2015

PRESENTE AUSENTE


Es habitual que ante los largos debates que se producen en un Parlamento, sus señorías salgan, momentáneamente, a tomar un café, al lavabo, a atender una llamada… evidentemente, siempre intentando que no sea en momentos cruciales de la sesión.
Resulta propicio llamar la atención cuando, en una muestra de falta de respeto, descortesía, abandono… se ven filas de escaños vacíos.
Sin embargo, por mucho que ello pudiera reportar el inicio de una crítica, seguramente muy merecida, me parece mucho más grave que la ausencia, lo que podríamos denominar la “presencia ausente”.
Es decir, se trata de ver a sus señorías subir a la tribuna, encender sus discursos, esforzarse con sus argumentos  y llegado el momento citar a alguien. Y encima verlo. Y encima percatarte que ha perdido, repentinamente la audición. O todos los sentidos.
No sólo no te escucha, sino que te ignora. Incluso he visto casos en los que el interperlado ¡te da la espalda!, o se pone a hablar con otros compañeros. De nada vale insistir. Por lo visto es una cuestión de ¿estrategia?
Por mucho que su objetivo, más que la indiferencia sea el ponerte nervioso, entiendo que es una deslealtad profunda a las instituciones y a la ciudadanía que abona tus emolumentos. Girar la cabeza, estar a tu aire, mostrarte engreído…. lo que denota es el bajo nivel intelectual de algunas de sus señorías.
Una política de gestos basada en el vacío de argumentos para contrarrestar, fundamentada en la grosería de las formas para esconder un cerebro deshabitado, muestra que la larga fila de aspirantes a ocupar sus puestos está esperando demasiado.
Cuando se apela a una oposición que trabaje, cuando se apela a la dureza de la espera, cuando se anhela el calor del Gobierno, se debería responder con la acción responsable de una mirada serena, un intercambio de pareceres educado (constructivo sería demasiado pedir) y sobre todo una pérdida de complejos que se asocia al perenne perdedor. Pero, parece ser, que todavía no estamos preparados.



martes, 10 de noviembre de 2015

AMA Y ENSANCHA EL ALMA


Hoy hemos preferido parafrasear el título de esta bonita canción de Extremoduro con un claro propósito: trasladar el mensaje de que muchas veces nos preocupamos de los datos macroeconómicos, de las cuestiones eminentemente materiales, de los dimes y diretes entre unos y otros, de los contubernios, de los falsos apoyos, de las encendidas promesas…..
Sin embargo, aunque no los obviemos, quedan en un segundo nivel los sentimientos, las emociones, las pasiones. El otro día, escuchaba a Guillermo Fernández Vara reclamar el cambio que une con una sencilla fórmula: dejemos de ver a los responsables públicos como altos funcionarios y mirémoslos como gente accesible. Él lo ha entendido muy bien.
Por muchas vueltas que le demos a nadie podemos ocultar que buena parte de nuestro entorno lo está pasando realmente mal. Es plausible el deseo de ayudar. Es agradecido el volcarte en los demás. Es justo dedicarte a hacer un poco mejor la vida de los demás. Pero sin resultados, todo esto queda, como dicen los contemporáneos “ en la nube”.
Hace poco una compañera me recordaba que los programas electorales están para cumplirse. En Extremadura, salvo para aquellos empeñados en negar como San Pedro, una y otra vez, es evidente que la denominada Agenda del Cambio lleva una excelente hoja de ruta recorrida.
Por esa razón los socialistas, ahora inmersos en la elaboración de nuestras propuestas electorales, debemos ser atrevidos. Lanzar la ideología al debate. Recuperar el orgullo, sí el orgullo, de nuestra centenaria Historia a la izquierda del espectro político. En fin, sumar a las cuestiones sociales, que tanto nos han caracterizado, el corazón. Y expandirlo.
Termino como comencé, con el sonido áspero y a la vez dulce de Robe Iniesta: “quisiera que mi voz fuera tan fuerte, que a veces retumbara la montaña y escucharan, la gente social adormecida, las palabras de amor de mi garganta”. Ama y ensancha el alma.





martes, 3 de noviembre de 2015

BORRAR HUELLAS


Es un tema muy frecuente apelar a que el nuevo Gobierno, una vez instalado en el Poder, se dedica con prioridad a lo que el principal partido de la oposición, machaconamente repite como un mantra, “ borrar huellas”.
Se quiere hacer alusión a que la máxima preocupación es hacer olvidar a la ciudadanía su pretérita acción de Gobierno. Se quieren aprovechar de que aún la memoria de la gente es reciente.
En mi opinión, se debe tratar de hacer justamente lo contrario. Pongamos un ejemplo: se acaban de cumplir los 100 días de gobierno por parte del PSOE en Extremadura. Se han emprendido campañas de información de lo realizado. Se convoca a los medios de comunicación y se les hace hincapié en todas las medidas prometidas puestas en marcha. Hasta ahí todo muy bien.
Sin embargo yo añadiría mi deseo de no borrar las huellas de lo que la derecha ha hecho estos 4 años en la región. Yo recordaría a los extremeños lo mal que lo han pasado. Yo haría un repaso por todas las áreas donde el daño producido va a ser difícilmente reparable. Y en eso sí estaremos de acuerdo: no hay que borrar las huellas del pasado. Para avanzar hay que dar a conocer a todo el mundo que otra política es posible. Que la gestión de lo público es inmensamente mejorable. Que hay multitud de evidencias en la educación, en la sanidad y en las políticas sociales, fundamentalmente, donde es inminente provocar medidas correctoras.
Hay, por lo tanto, que rectificar el rumbo emprendido. Volver a recuperar la ilusión y la sonrisa de la gente. Volver a hacer mover la foto fija en la que se había detenido nuestra Comunidad.
Como he escuchado recientemente, no se empeñen, señorías del PP, en enfrentar a los pobres contra los pobres. La visión del mundo progresista precisamente consiste en aminorar los desequilibrios para que los sectores de la sociedad más menesterosos puedan, día a día y no ocasionalmente, tener las mismas oportunidades  (los derechos lo damos por supuesto) que el resto.