martes, 26 de mayo de 2020

CULTURA, BIEN DE PRIMERA NECESIDAD

CULTURA, BIEN DE PRIMERA NECESIDAD
Evidentemente en el frontispicio de todas nuestras preocupaciones durante las últimas semanas, está la salud. Ella es la que condiciona el resto de actividades y la que tiene la más absoluta de las prioridades.
Sin embargo, esta aseveración no es óbice para que manifestemos que la Cultura, en su más amplio sentido, es un bien de primera necesidad.  No solamente desde el plano o punto de vista espiritual, como alimento del alma, que también, sino como un necesario complemento del renacer, que todos estamos deseando, de la actividad económica y del empleo.
Vayamos por partes. Es sabido por todos, que la literatura, el cine, la música ( es decir los libros, las películas y series, los conciertos…) nos han permitido sobrellevar mucho mejor el confinamiento. Al igual que cuando vamos a comprar el pan a la tienda, echamos gasolina en una estación de servicio, compramos por internet cualquier artículo por medio del comercio electrónico, pagamos el coste de lo que consumimos, no nos paramos a pensar que la producción artística de la que disfrutamos representa per se unos costes que, de momento, nadie asume.
Y un escritor, un cantante, un actor… también tiene necesidades vitales: come, se viste, tiene una hipoteca…
Por otra parte, solemos tener en mente una imagen no exactamente acertada de lo que representa el entorno del mundo cultural. Se piensa en escritores de reconocido prestigio, ganadores de grandes y muy bien remunerados certámenes literarios. Se piensa en cantantes famosos, que venden millones de discos o que congregan a multitudes en sus conciertos. O se piensa, en definitiva, en actores consagrados, que participan en películas, series, obras de teatro, con un caché de varios ceros por actuación.
Pero la realidad es muy distinta. Detrás de este mundo nos encontramos con miles de trabajadores. Muchos de ellos con contratos precarios. Muchos de ellos con activación laboral enormemente intermitente. A ellos se le suman, un elevado número de profesionales asociados o relacionados con los creadores: montadores de los espectáculos, los trabajadores de edición, los informáticos, técnicos de sonido, transportistas, los encargados de la imagen y el sonido, los responsables de la publicidad…

Por eso en estos momentos resultan imprescindibles la conjunción de las ayudas institucionales con la colaboración de aquellos que disfrutamos de sus servicios. Por eso, obviamente, la Cultura es un bien esencial.´n ﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽óonllos con contratos precarios. Muchos de ellos con pan en peldiscos o que congregan a multitudes en sus conciertos.

domingo, 17 de mayo de 2020

DEPENDENCIA


La escritora Eliane Brum utiliza una expresión con la que estoy muy de acuerdo: el acercamiento social con aislamiento físico puede enseñarnos que dependemos unos de otros.
Sin ánimo de ser redundante, durante estos últimos meses hemos repetido una y otra vez una serie de valores de los que, entendemos, estamos aprendiendo, y a la vez, aplaudiendo, que nos deja la terrible experiencia vital a la que asistimos con motivo de la pandemia.
El hecho de estar confinados, de tener limitaciones muy serias con respecto a nuestra libertad de movimientos y de relaciones sociales y laborales, ha permitido despertar en nosotros otro tipo de actitudes que, en realidad, no debieron ser nunca flor de un día.
El preocuparnos por los más débiles, el intensificar redes de cooperación como las que se han organizado espléndidamente en nuestras ciudades, viene a significar que, ni siquiera lo que, en otros artículos hemos dado en denominar “soledad voluntaria”, es una opción.
 Frente al liberalismo individualista preocupado por teorías darwinistas de la supervivencia de los más fuertes, contraponemos las doctrinas socialdemócratas, en las que la intervención del Estado, de lo colectivo, de lo público, hacen conjugar la complementariedad entre libertad e igualdad.
Así pues, dependencia como sinónimo de necesidad. De proximidad, De cercanía. De empatía. En definitiva, de conocimiento de los demás.
Una nueva forma de vida nos espera, al menos a medio plazo. Sepamos compartir el respeto por las normas que entre todos hemos contribuido a elaborar, con la preeminencia de nuestros gustos, inquietudes, deseos…
El tiempo nos dirá que con la fuerza de la costumbre, la adaptación a una sociedad en perpetuo cambio y el impulso por salir adelante, tendremos un nuevo marco en el que, paulatinamente, celebraremos cada conquista arrebatada al cierre de expectativas, como un agradable resurgir dejando atrás la peor de nuestras pesadillas.




domingo, 10 de mayo de 2020

ERRORES


Es sano en Democracia que se pongan de relieve los errores cuando los hubiere. Te sirve para rectificar y mejora el rendimiento de la gestión. Del mismo modo, debería ser comprensible, por los que sólo se preocupan de realizar críticas, escuchar la explicaciones de lo que se hace, como es obligación, correcto.
No vale incendiar con los ataques y luego replegarse sin esperar la respuesta. De hecho, a los que viven dentro de la crítica hasta mimetizarse con ella, no les vale, ni siquiera, la asunción de responsabilidades o la aceptación de que las cosas pueden evolucionar de una forma más positiva.
Lo único que les interesa es denigrar. Sólo hace falta tener un poco de paciencia y escuchar algunos debates parlamentarios. No merece la pena, entonces, perder el tiempo, ahora que tan necesaria es la acción. Es preferible dedicarlo a la defensa de los intereses generales, que tanto nos lo están demandando. En lugar de atacar y atacar, defender y defender.
El papel del Gobierno es complicado: unos te piden medidas y otros te ruegan que no las hagas. Por esa razón, como señala en muchas ocasiones Guillermo Fernández Vara, “gobernar es gestionar prioridades”. Ponernos en manos de las gentes que saben, no de las que creen y opinan. Y precisamente, como diría el filósofo Emilio Lledó, la imagen diaria que da la cara sobre lo que se debe hacer y las motiva, el Doctor Fernando Simón, no es un inexperimentado.
Por último, y dentro de la estrategia de la confusión y de la utilización de determinados sectores por parte de gente interesada en derruir el sistema, los psicólogos comentan que debemos mantener la atención y no olvidarnos de los colectivos que más están sufriendo la presión de la crisis y con los que en estos momento nos estamos volcando (sanitarios, policías, cajeras y reponedores de supermercados, transportistas, profesores…) ya que a medida que pasa el tiempo podría decaer este sentimiento de gratitud.
Creo que no hace falta esperar mucho. Solamente es preciso comprobar cómo han sido tratados por algunos gobiernos autonómicos los nuevos contratados para hacer frente a la pandemia y veremos el respaldo real hacia la necesidad de tener un sistema público y un Estado fuerte que lo respalde. Errores.

n﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽ñala en muchas ocasiones Guillermo Feren medidas y otros te ruegan qu eno No merece la pena, entonces, perder el tiemp


domingo, 3 de mayo de 2020

MASCARILLLAS Y FRONTERA


Señalaba el escritor Paul Preciado que la nueva frontera es la mascarilla. Tiene razón, si escuchamos las declaraciones extremadamente populistas de algunos dirigentes cuando reclaman priorizar las atenciones a los afectados por el coronavirus en  los entornos microscópicos en los que se desenvuelven.
Y no me voy a referir ni a las mascarillas quirúrgicas, ni a las FFP1, 2 ó 3. Hay otras que ponen barreras mucho peores.
Ya lo ha avisado el Presidente de la Junta de Extremadura, Guillermo Fernández Vara: más nos vale que miremos a África. Más nos vale que nos preocupemos por la contención de la pandemia en aquellos lugares que tienen innumerables problemas para aminorar sus efectos.
El virus no tiene fronteras y por muchos medios físicos que se pongan no vamos a estar exentos de convivir con él si no somos conscientes de que existe un arma todavía mucho más letal: el desprecio al semejante.
Aquellas imágenes de miles de personas moribundas por hambrunas, por guerras. Aquellas fotografías de niños muertos en las playas de occidente tratando de huir de una pesadilla. Aquellas imágenes de los nuevos campos de concentración que son los espacios dedicados a los eufemísticamente llamados refugiados. No pueden repetirse ahora con la propagación, no sólo sin control, sino multiplicando su expansión en zonas desfavorecidas.
Así pues, esa mascarilla que nos  colocamos, no la física, la mental, para exhibir nuestra diferencia, tiene necesariamente que hacernos reflexionar sobre valores como la igualdad de oportunidades, que obviamente no se cumplen pero que en nuestras manos está el contribuir a paliar.
La cooperación siempre ha sido un pilar elemental, me atrevería a decir que, más allá de las sociedades,  de las gentes de bien. No conoce distancias sociales. Las necesidades están desde al lado de tu casa, en la puerta de un cajero de un banco alemán donde agoniza un indigente hasta en el centro del África subsahariana.
Por eso, vayamos más allá de lo que tapa la mascarilla. Recordemos el papel de los Estados, de lo público, de la intervención y regulación en los asuntos generales. Las libertades también consisten en eso: en la posibilidad de poder vivir con dignidad y no estar sometidos a la pesadumbre de estar siempre pendientes de saltear calamidades.
No, la nueva frontera, no debe y no va a ser la mascarilla.