domingo, 27 de diciembre de 2020

JOSÉ GIRAL Y LA ESPAÑA DEL SIGLO XX

He leído la última obra del profesor Julián Chaves que glosa la figura de José Giral Pereira, un personaje enormemente relacionado con Extremadura. Mantuvo fuertes relaciones familiares con nuestra tierra dada su vinculación con Navalmoral de la Mata ( estaba casado con María Luisa González de la Calle, sobrina de Urbano González Serrano, individuo muy reconocido en la comarca del campo Arañuelo). Además, como veremos más adelante, desarrolló buena parte de su actividad política representando a los cacereños en el Congreso de los Diputados. Julián Chaves nos ilustra, una vez más, con la peripecia vital de un personaje de nuestra Historia reciente, injustamente poco valorado, y sobre todo, escasamente reconocido. Nos encontramos ante la trayectoria académica y política de José Giral en un denso y extraordinariamente documentado estudio, que nos permite acercarnos, no únicamente a las singularidades de la figura del biografiado, sino también al contexto de la convulsa época en la que le tocó desarrollar su incesante actividad. Se trata en este libro de realizar un análisis pormenorizado de todo lo que sucedió en la España de principios del siglo XX, pasando de la monarquía de Alfonso XIII y la Dictadura de Primo de Rivera, hasta la etapa republicana, la guerra civil y los primeros momentos del exilio. Sobre los aspectos meramente académicos es importante resaltar que nos encontramos ante una persona excelentemente formada. Valgan meramente algunos ejemplos: fue profesor universitario en Salamanca ( donde por cierto entabló amistad, entre otros con Unamuno) o en Madrid. Pero si en algo se hace especialmente hincapié en la obra del profesor Julián Chaves, es en las peripecias políticas de Giral. Fue capaz de sostener relaciones de primer nivel. No obstante llegó a ser Presidente del Gobierno, Ministro en varias ocasiones, diputado por la provincia de Cáceres… A todo ello se suma que conoció y estableció contactos, unos muy directos, como fue el de Azaña, otros con vicisitudes o grandes diferencias, con buena parte de la élite de los poderes de su época. Fue ante todo una persona muy discreta y educada, que desde los principios de su actividad pública destacó por la lucha a favor del establecimiento de la República en nuestro país. Sobre sus responsabilidades políticas deja una amplísima huella en las páginas del libro que reseñamos, si bien, son muy destacados los avatares padecidos durante la guerra civil y su cruel desenlace con la travesía a México y como nos comenta Julián Chaves, con la amargura del exilio en Francia. Sale de España en 1939 y fallece lejos de su patria en 1962. Por eso sería deseable animar a completar la singladura de tan extraordinario personaje con un análisis futuro de lo que fueron sus últimos años en el exilio. Quedamos, pues, pendientes.

domingo, 20 de diciembre de 2020

CONTRITO

Tristeza, melancolía frente a alegría desbordante, a veces forzada, son sensaciones, sentimientos, que nos suelen rodear a medida que se acercan las fecha navideñas. Claro que todos tenemos recuerdos. Claro que todos tenemos gustos, preferencias, hacemos esfuerzos o nos dejamos llevar por lo que nos rodea. Pero esa es la grandeza de la vida. El sentirnos diferentes. El hecho de que podamos convivir rodeados de gente que vive apasionadamente algunas celebraciones, mientras que otros están deseando que pasen. Y especialmente cuando se producen fenómenos como el que este año nos ha tocado asumir. Si habitualmente vivimos de comparaciones, no le quepa la menor duda a nadie, que esta vez volveremos con más ímpetu a echar la vista atrás. Sin embargo, puede pasarnos como a la señora de un vídeo de washap que me han pasado. Se quejaba amargamente el año pasado de lo penoso que eran los preparativos de comidas y cenas navideñas. Hacía comentarios despectivos a la reunión con familiares ( cuñados, suegras, niñas y niños…), al enorme trabajo que ello representaba, a lo harta que estaba de todo esta diversión impostada. Otra imagen simultánea nos trasladaba a diciembre de 2020. En esta ocasión, la misma señora lloraba desesperada. Su queja, ahora, era por no poder reunirse con sus familiares queridos, por no poder oír sus risas, sus llantos, sus canciones, sus chistes. Por no poder compartir la abundante comida y los deliciosos postres. Por no poder intercambiar las novedades acontecidas en las vidas de toda su familia. Y es que, en definitiva, de eso estamos hechos. De contradicciones. De sentimientos encontrados. Del paso de la tristeza a la alegría y viceversa. De la huida de los enquistamientos. En eso consiste el progreso. De eso trata el avance de las sociedades. Del movimiento. Del pulular continuo e imparable de noticias. De sucesos. De cosas que varían constantemente. Por esa razón, no permitamos que ni la risa perpetua ni el llanto desconsolado inunden nuestras horas, sobre todo en unos momentos en los que nunca en tanto tiempo hemos necesitado de la presencia del otro. Ni contritos ni exultantes, seamos, valga la perorata, auténticos, es decir, singulares, especiales por diferentes, destacados por desuniformes.

domingo, 13 de diciembre de 2020

ESLÓGANES

Hace unos días se presentaban en la Asamblea de Extremadura los Presupuestos para el ejercicio 2021 de la Consejería de Cultura, Turismo y Deportes. Al margen del baile de números o cifras, de proyectos y de ejecuciones, de aspiraciones o frustraciones, se pusieron encima de la mesa una serie de eslóganes que, sin duda, deben permitirnos recordar en el tiempo los objetivos que en tan delicada situación nos vamos a plantear. Así, la Cultura se afirma que puede ser y es segura. La prueba está en la serie de acontecimientos, espectáculos, actuaciones… que paulatinamente se están llevando a cabo. Y lo hacemos juntos: administración, trabajadores y empresarios. Sobre el área de Turismo hay que empezar señalando que es la solidaridad con el sector la que debe guiar nuestros pasos. Tenemos que ser corresponsables con las inmensas dificultades por las que están atravesando. Y, por esa razón, el Gobierno tiene que ser muy sensible en su política de ayudas para la revitalización y la pronta recuperación de la actividad. Finalmente con el Deporte la definición escogida es que se sea responsable. Que si se hacen eventos en la naturaleza se recoja todo lo que allí se utilice. Que dejemos nuestra marca pero borremos nuestra huella. O que, si por ejemplo, eres ciclista, te pongas el casco. Cultura segura, solidaridad con el sector del Turismo y Deporte responsable son una serie de conceptos que deben servirnos para guiar nuestros pasos en los próximos meses. Está claro que mientras sigamos estos preceptos, avanzamos. Está claro que cuando cumplimos hay continuidad. Está claro, sobre todo que, como cantaba Dani Martí, “ ya nada volverá a ser como antes”. Esfuerzo y resultado. Aviso a navegantes, pronto va a dejar de estar mal visto desconsiderar a aquellos, que poniéndose encima de los demás, siguen entendiendo que con ellos no van las normas. Que a ellos no les afecta. Que esto es algo así como una conspiración para que el Estado se haga expansivo en nuestras vidas apoderándose de nuestros derechos ( pero sin hacer ninguna alusión a nuestras obligaciones). Si queremos continuar acudiendo al cine, al teatro o visitar monumentos. Aplaudir en los espectáculos deportivos, animar a nuestros referentes. Disfrutar de un paseo en una localidad lejana o próxima a nuestras casas, dormir en una casa rural o comer en un hotel o restaurante del que siempre nos hablaron. Ver a familiares y allegados y compartir con ellos sus aficiones… tendremos que hacer realidad y consolidar los eslóganes que hemos estado citando.

domingo, 6 de diciembre de 2020

SALE EL SOLO

Decía David Cansinos, un atleta paralímpico, que “todos los días sale el sol y si no sale, ya me encargo yo de sacarlo”. ¿Qué viene a significar? Nos demuestra que buena parte de nuestras acciones vienen determinadas por la actitud. Es decir, nos vemos rodeados de dificultades, algunas sobrevenidas, otras provocadas por nuestras acciones. Unas de pronta respuesta. Otras que requieren un análisis minucioso y pormenorizado de sus posibles respuestas. Pero, en definitiva, es la voluntad el arma más fuerte para combatir los desánimos. Creo que no se trata de ser optimista o tener una visión negativa de todo lo que nos acontece. Se trata, más bien, de asumir que los problemas que nos rodean, así como las buenas noticias, tienen un tratamiento que debe ir más allá de la superficialidad. Lo simple es enunciar la queja ( o su antagónica bendición) ante lo que sucede. Lo realmente efectivo es escudriñar, como hacemos los historiadores, las causas y las consecuencias. Sólo así, se logra aprender en el proceso. En muchas ocasiones hemos hablado de matices, de tonos grises, de equilibrios. De huir del blanco y del negro. Ahí es donde podemos encontrarnos. En la búsqueda de beneficios de la escucha activa. Las noticias de los informativos, siempre repletas de acontecimientos que ocupan los titulares que pretenden regir nuestras vidas, son moldeables, según sea la intención del sujeto de acompañarlas o rechazarlas. De combatirlas o de apoyarnos en ellas. De ignorarlas o por el contrario de aprender de su contenido. Son suficientes razones para que sigamos haciendo una prelación de prioridades: salud, educación, sociabilidad, cultura, ciencia y progreso… son algunas muestras que interrelacionadas nos llevan a la plenitud. Un simple gesto puede alegrarnos o destrozarnos la mañana. Puede estimular el despertar o agobiarnos toda la jornada. Puede llenarnos de energía o en su defecto apoltronarnos sin remedio. Todos los días alguien te pregunta. Alguien te comenta. Alguien te muestra ya sea a través de las imágenes, de los sonidos o de la letra impresa, algo nuevo. Todos los días, como David Cansinos nos comentaba, si queremos, podemos sacar a pasear el sol, aunque nos de la sensación de que no lo encontramos.

domingo, 29 de noviembre de 2020

SÍNDROMES

Ya en el año 2012 Ana Pastor nos recordaba una acepción, acuñada en Estados Unidos y citada por Rosa María Calaff, sobre lo que entonces se denominaba, Síndrome de la Piedad cansada, Se hacía referencia a una inmunidad, tolerancia para ser más suaves en su expresión, hacia el sufrimiento. Estaban, estábamos, estamos... habituados a ver los dramas que se reflejan, fundamentalmente a través de los medios de comunicación, como algo ajenos a nuestras vidas. Incluso me atrevería a decir que perturbadores de nuestra cotidianeidad y a la postre nuestra sempiterna tranquilidad. Guerras, hambrunas, catástrofes naturales, incluso epidemias... eran vistas como algo que sólo ocurría a “otros” e incluso en medio de una tremenda crueldad, se llegaban a escuchar argumentos justificativos de determinadas situaciones. Abstrayéndonos en el tiempo, da la maldita casualidad que hoy por hoy podríamos encontrarnos en similares situaciones. Nos encontramos siendo protagonistas de las causas ocasionadas por la barbarie que proporciona una situación lejos de nuestro control. Durante unos meses hemos llegado a pensar que no nos tocaría. Que eran elementos ya no lejanos, pero si distantes. Pero lamentablemente nadie a estas alturas desconoce ni un solo caso de familia, amigos o vecinos que no hayan pasado muy cerca el miedo y en muchos casos la consecuencia tremenda física y psicológica derivadas de la enfermedad. Ya no resulta raro ir por la calle y escuchar hablar de positivos. Entrar en una tienda y preguntar o interesarte por la salud de un conocido. Llamar la atención, por comprobar la flexibilización de las medidas que adoptan todavía muchos de nuestros convecinos. Y acabamos de dar el salto cualitativo de percatarnos, el verano lo ha demostrado, que ni siquiera lo padecido en los meses anteriores nos ha hecho ser mejores como sociedad. Rápidamente hemos vuelto a nuestras rutinas, hemos perdido la paciencia y retomado de manera un tanto irresponsable y sobre todo más de lo recomendable algunos hábitos que necesitarían más tiempo para hacerse sostenibles. Estos últimos días, de nuevo, parece que estamos recibiendo buenas noticias. Parece que estamos venciendo alguna batalla. Quisiera que no sirviera para que, una vez más y tal como comentábamos al principio del artículo, entremos en el círculo del síndrome de la piedad cansada. No nos lo podríamos perdonar.

domingo, 15 de noviembre de 2020

PAROXISMO

En los últimos días hemos asistido a manifestaciones de paroxismo en diferentes vertientes. En el ámbito internacional, parecería una anécdota, si no fuera por el drama que lleva dentro, la reacción del todavía Presidente de los Estados Unidos de América Donald Trump. Si en el ámbito de la medicina, el concepto de paroxismo hace referencia a manifestaciones violentas de una enfermedad, en el terreno coloquial, podemos hacer alusión a la expresión enardecida de una opinión o un sentimiento. A la exageración continuada. Esa ha sido la forma de actuar, no sólo tras las elecciones de la pasada semana, si no que esta conducta ha sido la que le ha caracterizado durante todo su mandato. Y eso, con ser determinante para los norteamericanos ( y si cabe para el resto del mundo) es a mi juicio revelador de un cuestionamiento de la Democracia como sistema político. Se ha reproducido en multitud de ocasiones la expresión de Churchill cuando trató de definir a la Democracia como el menos malo de los sistemas políticos. Sin embargo, los acontecimientos vividos recientemente nos hacen dudar, incluso, de la capacidad de una gran potencia para poder llevarlo a cabo. Si es verdad que hay que ser garantistas, que tienen un modelo complejo de gestionar a la hora de los recuentos, que son millones de votantes… Pero no lo es menos, que gozan de tecnología punta, que deberían tener preparado un equilibrio entre seguridad y eficacia. Y sobre todo, que mientras en muchas de las democracias occidentales el resultado final se conoce a las pocas horas, no es de recibo que en este caso tengamos que estar pendientes, por un lado del resultado oficioso, pero lo que sin duda llama más la atención, de una caterva de recursos y la no aceptación de la derrota que puede llevar incluso meses el resolverse. Cuando me preguntan los motivos de la diferencia con, por ejemplo España, hay que recordar, en aras de la verdad, que son modelos muy distintos. En nuestro caso el método de elección es directo. Contamos votos de candidatos y partidos por circunscripciones: se suman y el resultado es prácticamente instantáneo, ya que es casi proporcional: de acuerdo al número de votos, cada partidos saca adelante un número de candidatos electos. Sería objeto de otro artículo entrar en más detalles: prima a los partidos mayoritarios, comportamientos diferentes según el tamaño de la circunscripción o el tipo de elección ( municipal, autonómica, nacional o europea)…. En el caso de Estados Unidos vale la pena reseñar que su método es indirecto ( entre otras variables). La suma de los votos de cada candidato se hace por Estado y lo que se eligen son, una especie de delegados o “super votantes” en cada Estado, que serán los que elijan más adelante el Presidente. La pugna es sobre todo porque no es del todo representativo. El ganador en cada Estado se lleva todos los delegados. De ahí la discrepancia. De ahí el paroxismo.

domingo, 8 de noviembre de 2020

INVETERADAS

Dicen los diccionarios que inveteradas, son aquellas costumbres antiguas y arraigadas. En la sociedad en las que nos movemos podríamos indicar que una de las que reúne estas características es la habilidad de los españoles de no estar conformes nunca con nada. De protestar cuando se nos ofrece una solución. ¡Pero también si la salida es la contraria! De ahí, viene el refrán que escuchábamos en nuestra niñez sobre el perro del hortelano “ que ni comía ni dejaba comer”. Viene esto a colación porque en los últimos días se ha recrudecido el debate, dentro de, como señalaba acertadamente el director de El Periódico Extremadura, Antonio Cid de Rivera, el hartazgo de la pandemia, al pronunciarnos de manera contradictoria, una y otra vez. Pongamos ejemplos recientes. Se habla de la oportunidad, o no, de un confinamiento mucho más severo. Incluso similar al de marzo del pasado año. En ese sentido, se apresuran a opinar muchos indicando la inviabilidad de la propuesta: hay muchos elementos que la determinan, desde la caída definitiva de la economía, hasta la supuesta privación de la libertad individual ( en aquellos que se percatan de ella en momentos donde la colectiva podría ser más importante)… Argumentos, varios de ellos muy sólidos. Sin embargo que entran en colisión directa con los opuestos: este tipo de confinamientos debería haber sido mucho antes. No tenemos ya remedio. Se puede hacer en una zona y en otra no. Entre semana, unos días sí y otros no… Y lo que resulta más incisivo. Nos pronunciamos de manera diversa ante un problema común que necesitaría de la unidad de decisiones. De nuevo el estado de las Autonomías queda cuestionado. Ensombrecidos sus enormes avances. Sus ventajas de gestión. Su proximidad al ciudadano. Son momentos tan cruciales en nuestra Historia que sería el Estado el que tendría que mostrar su capacidad de liderazgo. Si se hace el gesto de confiar en que cada territorio pueda tomar caminos diferentes, ya que es obvio que la crudeza de la pandemia se aparece de manera asimismo diversa ( pero con la misma tendencia a la demolición), nos parece que un símbolo de retroactividad tendría que ser, aguantar la presión, compartir las iniciativas en una mesa común y respetar que sea la coordinación y la evaluación de las medidas previas adoptadas las que nos señalen el camino a seguir. Ah, seguimos calificándonos con adjetivos inveterados.

domingo, 1 de noviembre de 2020

PASIÓN POR LA IGNORANCIA

Tomando como referencia esta expresión utilizada por los psicoanalistas, vamos a tratar de diferenciar entre el ejemplo que nos dan los científicos, obsesionados por el progreso, el avance, el uso constante de la tecnología o el ensayo con el objeto de corregir posibles errores y el gusto neurótico, que dirían algunos expertos, por hablar de todo sin saber o simplemente por no querer aprender. El primero de los casos ya está suficientemente demostrada su eficacia. Ahora hace falta que cuente también con el respeto. Con la no inmediatez. Con el abandono de la presión que obliga a dar resultados antes de tiempo. Incluso si estos son falsos o pueden tener efectos contraproducentes. Pero hoy nos queremos detener algo más en el fenómeno contrario. En aquellos que pontifican. En los que ante cualquier problema ( o desgracia) te espetan “ya lo decía yo”, “ se veía venir”, “ vamos demasiado tarde”. Representan el símbolo del agorero. Significan el abandono a la esperanza. Al impulso que da el trabajo. Al reconocimiento y al esfuerzo de miles de personas conscientes, hoy en día de que nada puede ser igual que antes. También en los que, pese a las advertencias de la Comunidad y de las autoridades, siguen empeñados en el negacionismo. En insistir en la superioridad que da sentirse, momentáneamente fuertes. En la persistencia en teorías conspiranoicas. Evitemos malas praxis. Veamos que la fuerza de las buenas costumbres, de los consejos de los expertos, de la continuidad del empeño colectivo, nos lleva mucho más lejos que los retrocesos ocasionados por hechos, en principio aislados, pero que sumados se convierten en multitud y, por consiguiente, en tragedia. Sólo avanzaremos con la constancia que da el cambio continuo. El ser capaces de prever para evitar, pero a la vez improvisar ante desenlaces imprevistos. Estar sujetos a la demanda presente nos hará resolver dudas e incertidumbres. Por ello, siempre volveremos a la lectura y al análisis mesurado. A la otra pasión, la del saber. Como diría el filósofo Inmanuel Kant “Sapere Aude”. Atrévete a saber. Atrévete a pensar. Ten el valor de servirte de tu propia razón. Rechaza la pasión por la ignorancia.

domingo, 25 de octubre de 2020

LETRAS

Esta semana he asistido a la presentación del último libro de Isidro Timón en la Biblioteca Pública del Estado de Cáceres. Se ha dado la circunstancia que han coincidido varios elementos que me ayudan a reflexionar sobre la importancia, nunca expuesta con suficiente fuerza, de la lectura. En primer lugar, me llamó positivamente la atención el proyecto, dentro de la celebración de la semana de las escritoras, de la lectura y simultánea grabación, de un texto. Yo elegí a Josefina Aldecoa que une su profesión de maestra con la vinculación al desarrollo de la transformación de las costumbres de su época. Pero, centrándonos en el acto, pudimos comprobar el celo con el que se cuidaba su celebración. Todos éramos conscientes de que debemos mantener la cultura viva. Lo necesitamos. Así se hizo y funcionó. Me encantó el detalle de la presentadora, Pilar Galán, al plantear esta presentación como un diálogo entre autor y presentadora. Se iban sucediendo las preguntas y respuestas y el público enriquecía su intelecto con estas píldoras tan agradables de tomar. Se vio la vida a través de los ojos y de la imaginación. Se recreó la realidad. O simplemente se mutó. Se transformó en nuevos y múltiples finales para cada una de las historias. Se dejaba abierta la posibilidad de soñar o también de ser cronista de realidades. Se hizo hincapié en la relación de los tres géneros: poesía, teatro y narrativa. Se aludió al hecho creativo. A las anécdotas. Y se leyó. En ese sentido, días después resonaban en mi mente las palabras del filósofo José Antonio Marina en un programa de televisión. Uno de los problemas de las generaciones actuales, no es la ausencia de la lectura o la pasión por ella. Es la falta de reflexión. Si queremos comprender cualquier hecho, debemos profundizar. El habituarnos a expresarnos con pocos caracteres nos hace perder la posibilidad de la dialéctica. Distraernos con el grito, con el trazo grueso, con la escasez de ideas. Nos hace sin duda más pobres.

domingo, 18 de octubre de 2020

VALORAR

Al igual que sucede con expresiones de motivación como: “ vamos a salir más fuertes” “ juntos podemos” o el mítico “ resistiré”, hoy quiero tomar como referencia una frase que ha venido adornando, con cierta nostalgia, nuestra visión de la vida, antes de la pandemia. “Éramos felices y ni siquiera lo sabíamos”. ¿Qué se quiere mostrar con estas palabras? El valor de lo sencillo. La importancia de lo cotidiano. La asunción de que la costumbre, por muy rutinaria que nos parezca, contiene una elevada dosis de suficiencia para llenar de color nuestros días y sobre todo para dotarlos de tonos grises cuando la perdemos. Siempre hemos oído a la gente quejarse de multitud de elementos que nos rodean: el trabajo cuando se nos hace pesado, el calor, el frío, la lluvia o la sequía, el viento o la calima en su defecto. El ruido de los niños cuando no nos dejaban concentrarnos en la lectura o descansar pausadamente en un banco. El lento discurrir de los coches, bien cuando nos pillaba un atasco a la entrada de una ciudad, bien cuando comenzábamos o terminábamos una jornada laboral. La espera en la atención en un comercio o a la entrada de cualquier espectáculo deportivo, cultural o social. La conversación que nunca se acababa con un interlocutor que parecía carecer de prisa o no tener compañía… En definitiva, todo aquello que hacíamos antes con cotidianeidad y que ahora hemos perdido o que estamos tardando en recuperar. Así nos pasa, que siempre que nos resulta posible, ejecutamos alguna acción de las que hace tan sólo unos meses eran habituales y la sobredimensionamos en la escala de satisfacciones personales. Por consiguiente, me parece importante, que en el momento de abrir la boca para expresar cualquier imagen que nos viene de lo que nos está pasando, deberíamos echar la vista atrás, coger fuerzas y pensar que, en la mayoría de las ocasiones, haríamos todo lo que estuviera en nuestras manos por volver a quejarnos como antes. Éramos felices…

domingo, 11 de octubre de 2020

NACIONALISMOS

Siempre me ha parecido que primar los sentimientos sobre las necesidades objetivas de la gente es, cuanto menos, insolidario. De eso se trata cuando hablamos de nacionalismos. De cualquier nacionalismo. El hecho de creer que lo más importante es la Nación, sublimarla hasta despreciar, o incluso, considerar antagónico al que te rodea, lo considero un síntoma de desprendimiento de la búsqueda del bien común. Y por consiguiente me parece todavía mucho más contradictorio cuando se reivindica desde la izquierda. Los progresistas, si por algo nos hemos caracterizado ha sido por luchar contra las desigualdades. Precisamente lo opuesto a lo que se persigue con el ansia nacionalista. Ellos creen, en el extremo de sus ambiciones, en la diferencia máxima: a lo largo de la Historia han defendido el hecho de poseer una lengua autóctona, una raza superior ( hasta un ADN exclusivo), un territorio al que ponían las limitaciones de forma tan arbitraria como quien dibuja las fronteras con un lápiz en un papel sin entrar en ninguna consideración, más allá de la expansión y la expulsión del “otro”. Entrando en lo doméstico, la solución a los problemas universales no puede venir, desde luego de la imposición, sino de la cooperación. Pero, del mismo modo, no puede nunca valer el “sálvese quien pueda”. Hace unos días escuchaba en una televisión a un dirigente independentista. Afirmaba algo así como que menos mal que no había hecho caso al Gobierno de España y habían decidido hacer, por su cuenta, compras particulares de material sanitario. De este modo, los ciudadanos de su Comunidad habían podido disfrutar de guantes, mascarillas… que en otros lugares de España escaseaban. Y lo decía presumiendo. Con orgullo de patriota. Ah, como decía Enrique Bunbury, “ los nacionalismos, qué miedo me dan”.

lunes, 5 de octubre de 2020

EJERCICIO FÍSICO

En esta alboreada del otoño, compruebo como cada día se inundan nuestras calles, parques y caminos de gente haciendo deporte. Cualquier modalidad es positiva para hacer ejercicio físico. Caminantes, corredores, patinadores, ciclistas, jugadores de voleibol al aire libre, junto con un sinfín de deportes de equipo, conforman un paisaje que a mi me sume en un gran placer. Quizás es ese intervalo de temperaturas. Cuando se rozan los 20 grados el que hace que salgamos de nuestras calles con menor pereza. Quizás sea ese deseo de vivir. Como ayer comentaba con unos trabajadores de El Cuartillo parafraseando a aquel entrenador de fútbol que animaba a seguir adelante “partido a partido”. En efecto, de eso se trata, de disfrutar de nuestra existencia como si no hubiera un mañana. De levantarnos felices por encontrarnos. De sacudirnos los malos sentimientos que nos ocasionan las desgracias que continuamente estamos habituados a padecer. Esa sensación, mística en ocasiones, que mezcla el sacrificio con el gozo. Ese intento de continuar sin parar. De acelerar nuestros corazones. Por motivos muy variados siempre vamos a encontrar un objetivo. Lo adaptaremos a las circunstancias que nos rodean. Lo envolveremos en las preferencias que cada uno elija. Lo distribuiremos en el tiempo según las capacidades o las posibilidades que se nos ofrecen. Buscaremos estímulos. Referentes. Modelos a imitar. Pero a la vez lo seremos para aquellos que nos rodean. Animaremos a que se incorporen a la actividad desplegada. Y sobre todo, pretenderemos que haya continuidad. No se trata de hacer una lista de propósitos por realizar, para abandonarla a la mínima desesperanza o cuando intuimos que se frustran nuestras expectativas. Ha llegado el ejercicio físico universal. Y ha venido para quedarse.

domingo, 27 de septiembre de 2020

TRES JINETES

Estamos, sin duda, viviendo una nueva manera de trasladar lo que fueron en su momento, los tres jinetes del Apocalipsis:el hambre, la peste y la guerra, pero que adoptan, ya avanzado el siglo XXI, nuevas formas. En efecto, el pavor que nos da las consecuencias de la pandemia ( la peste) se convierte, en aras de una imagen contemporánea, en una crisis económica que, salvo por las ventajas que trae consigo el, hasta ahora, denominado Estado del Bienestar, multiplicaría hasta la enésima potencia las visiones del hambre real que creíamos desterradas, al menos, en las sociedades opulentas en las que nos desenvolvemos. Esas figuras del África subsahariana moribundas, esqueléticas, fruto de sequías y hambrunas endémicas, se pueden reproducir en el Occidente más desarrollado bajo nuevos ropajes. La depauperación de nuestras condiciones de vida. El abandono de costumbres y hábitos arraigados en nuestro singular transcurrir diario que lamentablemente, si los parches que los Gobiernos intentan poner para paliar sus efectos, veremos cada vez con más frecuencia en las calles y en las casas de nuestros pueblos y ciudades. Y la guerra. Ahora el campo de batalla, esperemos, no se producirá con el enfrentamiento de los ejércitos y con la demostración del poderío y de las estrategias de las armas convencionales. El enfrentamiento actual se muestra en el terreno de la economía. En la lucha por conseguir el poder de acumular la mayor parte de la tecnología con la que ser los dueños del resto del mundo. Y aunque parezca irreal, lleva aparejado la relación con el resto de “jinetes” de los que hablamos en el presente artículo. Los dominadores serán capaces de decidir quién pasará “hambre” y quién no. También estarán en una posición ideal para solucionar de manera más eficaz, más rápida y evidentemente, menos universal, todos los problemas epidemiológicos que con el paso del tiempo serán cada vez más frecuentes. Por ese motivo, es necesario que la política sea acompañada de la ética y de la filosofía de los valores que definen lo que es la Humanidad. La solidaridad entre territorios. La capacidad de trabajar en conjunto, al margen de capas sociales, económicas o lugares geográficos. Y sobre todo la voluntad de evitar la desconfianza. La sombra de la sospecha, siempre ha apagado el sol que nos permite disfrutar de la vida.

domingo, 20 de septiembre de 2020

ALEGRÍAS

Pasada la primera semana de lo que se conoce coloquialmente como la vuelta al colegio, procede hacer algunas valoraciones o consideraciones. En primer lugar, resaltar la alegría que ha inundado, en términos generales, nuestros pueblos y ciudades. Es raro encontrarte con algún niño o adolescente que no manifieste su enorme satisfacción por reencontrarse con sus antiguos compañeros. Son conscientes de que tienen mucho que aprender y hay que agradecerles el hecho de tenerse que adaptar a unas condiciones incómodas para todos, pero que si somos capaces de denunciar los incumplimientos, llegaremos al convencimiento de que cuando los proyectos son comunes, pese a sus dificultades, se hacen mucho más llevaderos. Es muy agradable ver el fluir de la vida en las ganas de todos los implicados por continuar con sus propios devenires. Romper interrupciones nunca deseadas. Demostrar que la realidad cuando tuerce los propósitos iniciales puede enderezarse paulatinamente con el ímpetu y las energías necesarias para retomar las costumbres y obligaciones perdidas. Por eso, me parece interesante que ese plus que da la concienciación, nos lleve también a saber diferenciar la verdadera dimensión de lo que va sucediendo. Ni minusvalorar ni sobredimensionar. Cierto es, que hay una tendencia a resaltar lo malo y silenciar lo bueno. En términos periodísticos se diría que, puestos a elegir, la noticia preponderante siempre sería “niño muerde a perro”. De cualquier forma, y al menos de momento, disfrutemos todo lo que podamos al ver inundados nuestros entornos de ilusiones por formar. De corazones acelerados. De risas, empujones cariñosos, besos y abrazos casi virtuales. Gritos amordazados por las mascarillas. A la espera de las lluvias, con tardes cada vez más cortas o con menos luz, bajando poco a poco las temperaturas afrontamos un nuevo septiembre.

martes, 15 de septiembre de 2020

GENERALIDADES

Estoy escuchando, últimamente con mucha frecuencia, expresiones con tanta contundencia, que te dan que pensar que pueden llegar a tener un fundamento. Sin embargo, aunque parezca que surgen de gente poco cultivada, me molesta incluso que en muchas ocasiones no lo son. Me estoy refiriendo a ese afán por deslegitimar la actuación de políticos o responsables públicos a lo largo de la pandemia. Qué duda cabe que se pueden equivocar en la toma de decisiones. Qué duda cabe que debe primar la libertad de expresión ( si bien, en este caso, habría que plantearse la manera de combatir los bulos y sus consecuencias). O, en definitiva, qué duda cabe que es legítima la diversidad de opiniones ante un mismo tema. Pero, por el contrario, me parece una absoluta falta de respeto, además de ser falso, escuchar o leer afirmaciones como “ que todo se ha dejado para el último día”, en alusión, por ejemplo, a la preparación del inicio del curso escolar. Me gustaría que aquellos que hacen esta referencia se molestasen en comprobar cómo la mayoría de nuestros políticos con responsabilidades en este ámbito se han pasado todo el verano trabajando, adaptándose a los cambios, modificando continuamente planes iniciales y sobre todo, no improvisando como dicen. Es por consiguiente, falsa esta pretensión de señalar con el dedo acusador cuando no se cumplen las expectativas que a todos nos gustaría que sucediesen. “No se ha hecho nada” es otra de las frases que me causa estupor. Solamente hace falta mirar el repertorio de medidas, tanto nacionales, como regionales o locales, para comprobar cómo faltan a la verdad los que se pronuncian de este modo. Alcaldes, concejales, responsables públicos, políticos en general… se están dejando la piel. Claro que es insuficiente. Claro que quedan muchas cosas por hacer. Claro que cambiarán las cosas con el tiempo. En efecto, como estamos comprobando, buena parte de la situación por la que atravesamos es imprevisible. Además tenemos que ser conscientes de que hay muchas responsabilidades y no son todas públicas. Tomar decisiones no es fácil ( ya sé que les pagan por ello y que están en sus puestos por propia voluntad), pero lo que es absolutamente certero, y esto no son generalidades, es que no se va deprisa y corriendo, como se quiere transmitir por los que viven en la crítica, si no que se actúa en función de las circunstancias cambiantes y del contexto. Pese a los errores, nos levantaremos.

sábado, 5 de septiembre de 2020

CRISIS CRISIS Cuando antes seamos conscientes de que nos encontramos en una época en la Historia de España ( y me atrevería a decir de la Humanidad) de decadencia, o por decirlo sin tapujos, de crisis, mejor podremos asumir el reto de ir remontando los flujos que nos esperan de debilidad. Por otra parte, no es nada nuevo. La Historia nos ha enseñado que estamos compuestos de ciclos: a unos de bonanza les siguen otros de bajada. La clave está en evitar que los negativos duren mucho y sobre todo, para los interesados en las políticas progresistas, que afecten lo menos posible a las clases más necesitadas. De ahí nuestra apuesta por la igualdad. En el caso que nos ocupa, venimos hablando de una crisis sanitaria. Todos los informativos y todas las noticias que nos rodean están imbuidos por aspectos relacionados con la evolución de la pandemia: casos positivos, brotes, enfermos hospitalizados, sanados… Ahora bien, no debemos abandonar la perspectiva de que esta crisis sanitaria viene unida a una crisis económica y social. Y lo que no es menos importante, el hecho de que tendremos que superar después una crisis de confianza. En efecto, los expertos nos vienen anunciando que debemos acostumbrarnos a vivir con el virus. Ya forma parte de nuestra rutina el lavado de manos, la distancia social, las mascarillas, el evitar las aglomeraciones…. Pero por otra parte, nos invade la nostalgia. Queremos recordar, y no perder, cómo eran nuestras vidas antes de marzo. Queremos volver y en muchas ocasiones nos precipitamos. Nos equivocamos. Transgredimos las normas. Ya se oyen voces pidiendo más dureza con los irresponsables. Insistiendo en que la sanción es la solución. Incidiendo en que algunos no son capaces, salvo con el palo, de entender lo que son los proyectos colectivos. Y de ahí viene el temor. La sensación de volver a caer. Sin embargo, me gustaría insistir en su reverso. Somos más fuertes que las circunstancias que nos obligan a la duda. Hemos salido siempre de situaciones difíciles. Seremos, si nos lo proponemos, una sociedad que tiene, necesariamente, que aprender, de los problemas que le ocasionan estas curvas en el camino del avance de la civilización. Lo superaremos. No nos vencerá la impaciencia.

domingo, 26 de julio de 2020

EQUIVOCARSE


No es el único que lo ha señalado, pero quizás por su relevancia, convenga citarle. Decía Joaquín Goyache, rector de la Universidad Complutense de Madrid, que las generaciones más jóvenes van a vivir peor que sus padres, algo que no pasaba en la reciente historia de este país.
Y es que un error debe ser un puente al aprendizaje. Lo estamos viendo las últimas semanas. Se produce un incremento muy sustancioso de los contagiados por Covid 19 debido, sin lugar a duda, a lo que podríamos denominar, las prisas del día después.
Ya lo comprobamos a comienzos de mayo, cuando tras el levantamiento del estado de alarma, hubo una enorme ansiedad por recuperar la vida que hacíamos antes del confinamiento.
Las calles se llenaron de gente, que en un primer momento, procuraban ( procurábamos) salir asustados y tomando como referencia la terrible experiencia que habíamos padecido.
Pero el tiempo que todo lo cura, aquí ha hecho el efecto contrario. Pasado un tiempo excesivamente breve, estamos comprobando que la causa principal de que estemos atemorizados por volver a estadios anteriores, no es una cuestión sanitaria, sino, a mi juicio, social.
Se están vulnerando, una y otra vez, las recomendaciones de las autoridades. Se está poniendo en tela de juicio la agresividad con la que nos ha atacado la enfermedad. Y si no, que cada uno  reflexione, y haga un repaso en su entorno más próximo para recapitular las actuaciones que se salen de la norma. O simplemente que vea las imágenes de televisión o lea las noticias en la prensa.
Nos hablan de playas sin control, de fiestas con multitudes, de gente que va y viene sin ningún tipo de prevención, de celebraciones deportivas donde priman las emociones más primarias antes que el deseo de dejar esta locura en el olvido…
Y puedo ser muy reiterativo, pero la realidad es que, pese a que semana tras semana, repitamos lo mismo, no parece que avancemos.

Luego nos quejaremos si se llega a soluciones más drásticas. Luego no reconoceremos que nos hemos equivocado. Errores donde tropezar. Errores que debemos asumir.

lunes, 20 de julio de 2020

SEGREGACIÓN



Señalaba el historiador y filósofo, Yuval Noah Harare, que el verdadero antídoto contra una epidemia no es la segregación, sino la cooperación. Dado que es imposible aislarnos totalmente, tiene mucho más sentido que compartamos la información.
De ahí que cobre importancia la necesidad de contar con un Estado fuerte frente al liberalismo político y económico que lo adelgaza y prima el individualismo.
Estamos habituados a escuchar que de esta crisis, al igual que de otras de similares perfiles por las que hemos atravesado, sólo podemos salir adecuadamente si actuamos unidos.
Puede parecer retórica hueca. Palabras para rellenar en discursos grandilocuentes. Pero si bajamos a la realidad concreta. Si buscamos ejemplos concretos, nos percataremos que es precisamente la actuación conjunta la que logra obtener mejores resultados y de una manera más rápida y eficaz.
Eso sí, siempre que no nos dejemos llevar por el egoísmo y se produzcan beneficios inmediatos o rentabilidades efectivas para sólo una parte del todo.
Esta semana en el Debate del Estado de la Región, hemos tenido, de nuevo  la oportunidad, de escuchar miradas hacia aquellos que no tienen las mismas oportunidades que nosotros.
El Presidente de la Junta de Extremadura nos ha pedido que pensemos en cómo han debido ( están) pasando estas situaciones tan dramáticas en muchos lugares donde no tienen, ni de lejos, las mismas oportunidades que nosotros.
Somos consientes de las enormes dificultades para sobrellevar las consecuencias de toda índole que lleva aparejada la pandemia. Sin embargo, también hemos sido capaces de esforzarnos para ayudar a aquellos que no podían afrontarla de la misma manera que nosotros.
Lo hacemos ahora, como lo han hecho antes por nosotros en otras circunstancias, sociedades más desarrolladas.
Por esa razón, cuando oigamos hablar de reconstrucción económica y social, acordémonos de valores internacionales, como la cooperación al desarrollo.
Ya sabemos hacia dónde nos ha conducido en determinadas épocas de nuestra Historia, apostar por la segregación. No lo repitamos.

domingo, 12 de julio de 2020

HUMILDAD


Tenemos que ser humildes ante cada palabra que decimos sobre el Covid-19. Ya lo expresó desde un primer momento en público, Manuel Valls, concejal de Barcelona y  que fue primer ministro de Francia. Es decir, un personaje, con una alta y larga trayectoria política.
Sabemos todavía muy poco sobre su comportamiento, evolución y me atrevería a manifestar, sobre su tratamiento. Se especula y se expanden rumores no suficientemente contrastados.
Recuerden ustedes como al principio de la pandemia se extendieron propuestas sobre sus causas, sobre los antídotos o posibles medicamentos que eran más eficaces, sobre cómo se combatía con mayor o menor seguridad e incluso hasta se habló de las temperaturas ambientales como uno de los condicionantes.
Como comprobarán, muchas de estas cuestiones están en entredicho. La única certeza, científicamente comprobada, es que el uso generalizado de la mascarilla, el mantenimiento de la denominada distancia social y  el aislamiento o confinamiento, en su caso, de los contagiados durante un tiempo limitado, son los verdaderos elementos que nos están permitiendo avanzar.
De ahí, que no podamos comprender, ni aceptar, sin elevar nuestras más profundas críticas, el incumplimiento deliberado de las normas establecidas de muchos ciudadanos.
Playas atestadas, incluso burlando la restricción establecida a través de barreras delimitadas. Discotecas y bares con personas bailando o “disfrutando” de momentos de ocio completamente pegados. Gente bebiendo, comiendo, celebrando fiestas multitudinarias en las calles…
Y el problema es que encima algunos se atreven todavía a criticar a las autoridades. Está suficientemente claro que la responsabilidad en todos estos casos es individual. Parece que pronto nos hemos olvidado del penar de nuestros hospitales. Parece que lo único efectivo, para evitar estas conductas, sería hacer pasar algunas jornadas como medida de reeducación, a todos aquellos que ponen en riesgo la salud de la totalidad de la sociedad.
En definitiva,  es cierto que tenemos que revitalizar la economía, que intentaremos retomar nuestras cotidianas actividades, pero no lo es menos, que sobre todo ello, debe primar la humildad y la prudencia. Por el bien de todos.


domingo, 5 de julio de 2020

INTROSPECCIÓN


Hace unas semanas leía unas declaraciones, a mi juicio, muy afortunadas, del atleta español Pablo Torrijos. “Son tiempos de introspección”, comentaba. En efecto, vivimos una época en la que, al contrario de lo que algunos podrían esperar, nos refugiamos en la reflexión.
Si bien, es cierto que hay que valorar todo lo que tenemos, ya que en cualquier momento podemos perderlo, no lo es menos, que en el interior de cada uno de nosotros, experiencias como las vividas en los últimos meses nos han hecho pensar. Y mucho.
Quien más y quien menos, se ha detenido, al menos durante un momento, a darle vueltas a las causas y a las consecuencias de las cosas.
Es verdad que, lamentablemente, comprobamos, una y otra vez, conductas deplorables, poco ejemplarizantes, de personas, más bien de grupos de personas, que no tienen la mínima sensibilidad de ponerse en el lugar del otro.
De retroceder y mirar. De comprobar en sus propias carnes lo vivido por muchos de los que nos rodean. De percatarse que lo que pasó puede volver a suceder. Y esta vez podrías ser tú el protagonista del desastre.
Por eso, insisto en la importancia de la mesura. Del aprendizaje. De la lectura reposada de lo sucedido.
Vemos brotes, focos, casos, que podemos considerar aislados, pero que nos debería preocupar que se extendieran.
Por otra parte, estamos deseando que todo esto sea tan sólo ya una amarga pesadilla. Continuar con nuestras vidas. Retomar cada una de nuestras aficiones, ocupaciones y preocupaciones cotidianas.
Todo ello no debe ser incompatible con el impulso que supone el caminar con cuidado. El tener tacto. El poder simultanear prevención con acción.
Sí, mirémonos dentro. Nosotros, al menos, tenemos esa oportunidad.