domingo, 28 de junio de 2020

VUELTA A LA NORMALIDAD


Ahora que se terminan estados de alarma, que se aprueban Decretos de vuelta a la normalidad, que paulatinamente vemos como el telón de los teatros sube, la gente acude a los espectáculos, terrazas, restaurantes y bares se pueblan de animadas conversaciones…, nos planteamos el dilema de si todo va a ser como antes. Algunos se reafirman ingenuamente, quizás presos de un angustiado positivismo.
Pero creo que no. Deberíamos cambiar sustancialmente. Y además se puede. Lo hemos demostrado en estos largos meses de confinamiento que no quisiéramos tener que volver a repetir.
Hemos frenado, aunque sea mínimamente y de manera coyuntural, el cambio climático con la reducción de emisiones de gases contaminantes a la atmósfera, entre otros fenómenos. Han sido muy llamativas las imágenes de algunas grandes ciudades en fechas previas a la pandemia y en la actualidad. Han sido muy ilustrativos los datos de consumo energético.
Hemos demostrado que el gasto desaforado en todo tipo de productos se puede revertir o distribuir de manera mucho más equitativa. Si de algo podemos sentirnos orgullos durante estos meses es de la concienciación en la solidaridad con los que más lo necesitan. Junto a la cooperación y la resolución de conflictos han sido dos de los más agradables conceptos que han predominado.
Hemos sido capaces de fomentar el valor de lo público. La puesta en marcha de iniciativas privadas que complementaban los servicios públicos han ido en esa dirección. La sanidad, la educación, la dependencia, ha mostrado, en términos generales, que cuando lo colectivo lleva el guión de un destino en el que nos involucramos todos, se prescinde del beneficio inmediato individual para hacernos mucho más grandes como sociedades.
En definitiva, hemos posibilitado que un elemento tan denostado por nuestros errores de las últimas décadas, como la sostenibilidad, vuelva a tener rigor científico. Es posible, si se quiere, si se tiene voluntad, si se es consciente de elegir las prioridades, volver a puntos de partida en los que íbamos retrocediendo día tras día.
Por consiguiente y resolviendo el dilema del comienzo del artículo, no necesitamos volver a la normalidad, al menos a la inmediata normalidad que perdimos. Necesitamos dar un giro brusco, como el que hemos realizado durante la crisis sociosanitaria que estamos pasando. Hay valores que perdimos, que estamos recuperando y que deberíamos consolidar en el tiempo y en el espacio.


domingo, 21 de junio de 2020

MERCADEAR


En un tema tan sumamente delicado como el número de fallecidos en la pandemia, algo no va bien. No me parece correcta la estrategia de escalada que está teniendo la derecha a la hora de mercadear con este asunto.
Al igual que en una guerra o en una catástrofe natural, la valoración global nos indican que son demasiados. Es difícilmente asumible para nuestra sociedad no comprender la dimensión de la tragedia.
Si tenemos que luchar contra sus efectos, acompañar a las víctimas, diseñar escenarios de prevención y de actuaciones posteriores, no es sensato entrar en una dinámica de si han sido 20, 30 o 40.000. Son demasiados. Son muchísimos.
Y como en cualquier desgracia imprevisible, desde el primero al último merecen nuestro respeto y permanecerán siempre en nuestra Memoria.
Por eso, ahora, a posteriori, como coloquialmente se suele decir, no es el momento de marcar las diferencias por una cuestión estadística.
Es el momento de estar al lado de todos los Gobiernos implementando políticas que nos permitan atacar los frentes que han ocasionado estas desgracias.
Es el momento de fomentar la investigación y de procurar que la recuperación de las víctimas que han salido de los hospitales sea lo más rápida y eficaz posible.
Es el momento de volcar todos los recursos económicos a nuestro alcance para sobrellevar la crisis económica que se avecina.
Es el momento de procurar que no se produzcan estallidos sociales donde determinadas ideologías extremas aniden para perturbar el orden público. No queremos la idea de, cuánto peor, mejor, en la que se desenvuelven extraordinariamente bien algunos.
Pero sobre todo, y perdonen por la reiteración, es el momento de tener presente, en nuestro interior, las voces, el ejemplo de vida, la imagen, de tantos miles de personas que nos han dejado de la manera más imprevisible, y por tanto, más injusta, que nadie podría esperar.
No van a ser instantes meramente para el recuerdo y la nostalgia que se pierdan con el avance del tiempo.

Por el contrario, tienen que conseguir vernos preparados para que luchemos juntos y aprendamos de los errores, también entre todos.

domingo, 14 de junio de 2020

APLAUSOS


Ahora que se apagan o se silencian los aplausos vespertinos, es el momento de poner en marcha, como están tratando de hacer todas las administraciones, las verdaderas medidas de reconocimiento hacia los trabajadores que lo han dejado todo en esta pandemia.
Estoy convencido que la inmensa mayoría de ellos agradecen hasta el paroxismo estas muestras de enfervorecido apoyo. Pero, si de verdad queremos hacer algo productivo para toda la Comunidad, tendremos que poner el objetivo en perseguir otro tipo de medidas. Iniciativas que coadyuven a conseguir que tengan mejores condiciones laborales y medios a su alcance que les lleven a perpetuar, y no hacerlo sólo de forma coyuntural, el reconocimiento social que merecen.
Ya hemos podido ver que los remedios empleados han sido similares a los utilizados en siglos pasados: el confinamiento y la higiene.
Sin embargo, cuando no hay problemas, parece que todo esto se nos olvida. La prevención no es una costumbre habitual. Prueba de ello es que mucha gente acaba de descubrir el significado de siglas tan repetidas en los últimos meses como EPI.
No es menos cierto que cuando las cosas se quieren hacer bien requieren su tiempo y su recorrido. Por esa razón, no deberíamos escatimar esfuerzos en insistir en que no haya pausa en procesos como son. la investigación de vacunas o en su defecto tratamientos paliativos.
No caigamos en el desánimo que se está extendiendo de que no vamos a aprender nada de esta crisis. De que ni mejores, ni más fuertes. De olvidar lo pasado y vivir el presente sin tener en cuenta, ni lo que hemos padecido, ni lo que podría volver a suceder.
Imágenes que nos han impactado y que no tienen que difuminarse con el paso del tiempo.
En este sentido los homenajes, los actos de Memoria, serán siempre imprescindibles ya que nos motivarán para que la acción no se detenga, más allá de un sencillo y sincero momento protocolario y/o institucional.









lunes, 8 de junio de 2020

SOCIEDADES VULNERABLES


Estamos, como estamos, ilusionados en superar la crisis sanitaria. Pasando de fase en fase con alegría. Tratando de superar, sin dejar a nadie atrás, todos los dramas que han ido aconteciendo.
Vemos como la luz vuelve a brillar en nuestras retinas. Las calles se llenan de gente, el personal va volviendo paulatinamente a sus trabajos y a sus lugares de ocio. Se producen los reencuentros tan ansiados….
Y en medio de todo esto y con la que hemos pasado no tendría ningún sentido que olvidemos que, pero mucho más multiplicado veremos, sin duda, el impacto que hemos sufrido, sólo que esta vez, en sociedades vulnerables.
Nos referimos a los denominados países subdesarrollados. Nos referimos a esas mega urbes donde se hacinan los más pobres. Nos referimos a los campos de refugiados con escasa cuando no nula posibilidad de mantener las mínimas distancias sociales y medidas de higiene obligadas por la pandemia. Nos referimos, en definitiva, a nuestros vecinos, a nuestros hermanos, a aquellos países con prácticamente inexistente cobertura sanitaria propia.
Por eso ha sido muy importante que se hayan unido las Comunidades Autónomas, lideradas en este caso por Extremadura, con la idea de salir de la crisis cooperando.
La referencia extremeña estaba en la idea de impulsar la solidaridad desde abajo y desde cerca, como manifestaban en el documento que consiguieron firmar por consenso.
Como muy bien manifestaba Ángel Calle, director de AEXCID, hay una estrecha relación entre los virus, las migraciones y la cooperación para el desarrollo. Somos un solo mundo, interdependiente y en el que los pueblos están totalmente interrelacionados.
El objetivo por el que nos debemos mover es el de intentar reducir las brechas que nos separan en todos los sentidos. Da igual donde nos encontremos. También en entornos muy cercanos a los que nos desenvolvemos.
Evitemos las diferencias en el trato. Seamos conscientes de que existe una continuidad en lo que somos, de dónde venimos y a dónde vamos.


martes, 2 de junio de 2020

PESTE ANTIDEMOCRÁTICA


Señalaba el periodista Francisco G. Basterra, que esperemos que en un futuro próximo, tras la actual pandemia, no despertemos a una peste peor: la antidemocrática. Sin embargo, no parece que los indicadores nos lleven por otro camino.
Tras lo vivido por aquellos que, paradójicamente, reivindican libertad, mientras ostentan orgullosos sus reivindicaciones y símbolos de dictaduras felizmente sepultadas, nos encontramos en una encrucijada en la que tendremos que aprender a valorar aquellos principios por los que los que nos precedieron lucharon durante varias décadas.
El dotarnos de normas de convivencia no exime de la posibilidad de críticas, pero siempre dentro del sistema.
No olvidemos que los estados de alarma deben ser un paréntesis y una excepción.  La normalidad para muchos de nuestros semejantes era ya la crisis, la cual ahora se ve mucho más acentuada.
Y en lugar de pelear por combatirla, desde las derechas se pretende sumar al acoso y derribo de los que se empeñan en revertir la situación de penuria.
Es curioso, pero da la sensación de que no nos encontramos a nadie de los que enarbolan las banderas de la patria, presumiblemente sólo suya, en las largas colas en búsqueda de alimentos que se desarrollan en las grandes ciudades de nuestra querida España. Tampoco a aquellos que agitan menajes de cocina, que supuestamente sólo ven ocasionalmente en algunos concursos de televisión. Ni tampoco a los que  berrean subidos a automóviles descapotables de lujo. Ni delante de los mostradores que expenden la ansiada ayuda, ni, evidentemente, detrás.
Por todo ello, da pena pensar que, en lugar de fortalecer la Democracia coadyuvando en pos del bien común, determinados grupos se dediquen a cavar la trinchera de la división.
El virus se extiende, se propaga, se contagia. Pero también se combate, se estudia, se documenta, se previene. En el caso del sanitario, quiero pensar que lo tenemos todos bastante claro. En el de los valores, lamentablemente, cada día que pasa, me genera más dudas.
Luego dirán, diremos, que juntos somos más fuertes.