domingo, 23 de enero de 2022

PASAR PÁGINA

A muchos de los que nos gusta la Historia reciente nos espetan, casi siempre los revisionistas, que hay que dejar de mirar hacia atrás. Que debemos proyectar nuestras intenciones, nuestros objetivos, nuestras lecturas… hacia el futuro, en definitiva que hay que pasar página. Sin embargo, como nos recordaba Marcos Ana “ antes de pasar página hay que leérsela”. Eso es lo que, entiendo, les sucede a mucha gente. ¡ Y qué casualidad que la mayoría de derechas! Desde las teorías de la equidistancia, hasta la de mejor no remover, quieren hacernos creer que no podemos aprender nada de nuestro pasado. El conocimiento tanto de acontecimientos como de personas que tuvieron una especial significación es relevante, no solamente para que sepamos de dónde venimos, sino para consolidar nuestra identidad y para que con ello, ahora sí, podamos trabajar mucho mejor por nuestro futuro. Corrigiendo errores cometidos, asimilando enseñanzas de los que nos precedieron, previendo situaciones con el modelo de otras experiencias. Da lástima ver cómo nuestros escolares apenas conocen, a modo de ejemplo, la Historia de Extremadura, la Historia de España, la Historia Universal, de los últimos 30 años. Pero no es únicamente un déficit del sistema educativo, el común de los mortales va perdiendo interés por descubrir en unos casos, volver a traer a la memoria en otros, nombres de líderes destacados de nuestra Comunidad, hechos que marcaron una época, cambios de enorme transcendencia para el devenir actual de la región, del país o del mundo. Esos son los motivos para que reivindiquemos el conocimiento. La necesidad de saber sobre nosotros. El perpetuo reciclaje que tendríamos que tener todos de lo que ha supuesto nuestro recorrido en el tiempo más próximo. Así pues, insisto en leer primero el libro de nuestra Historia para luego, con convencimiento, poder decidir de qué se puede prescindir y qué podemos incluir en nuestro bagaje para mejorar la vida de los ciudadanos. Si el olvido se ha suscitado para sucesos que pasaron hace casi 100 años donde, evidentemente, casi ninguno de los protagonistas viven y son las terceras generaciones las encargadas de rescatarlos, apena aún más que esta pérdida de conciencia se esté apropiando de la Historia del Presente. Vivimos preocupados por el día a día siendo enormemente desagradecidos con las aportaciones que nos han hecho quienes inmediatamente han estado desempeñando las mismas funxciones que realizamos nosotros ahora. Sí, hay que leer las páginas de nuestra Historia para poder pasarlas después.

martes, 18 de enero de 2022

INIQUIDAD

Es una auténtica lástima que pese a todos los sacrificios que realiza la ciudadanía sigamos, con todas las cautelas que el caso requiere, pasando penalidades por esta pandemia que esperemos pronto se convierta realmente en endemia. Y digo todo esto porque aúna en sí los dos significados principales de la palabra que da origen al artículo: iniquidad. Nos encontramos, por un lado con una tremenda injusticia. Algo que no por inesperado esta ocasionando un lastre de desgracias en muchos más sentidos de los que nunca hubiéramos pensado. Pero se trata, al mismo tiempo, de una gran maldad en el modo de obrar. Es cierto que cada vez contamos con más medios para combatir sus efectos. Es cierto que a medida que pasa el tiempo son muchas más las cosas que conocemos ( y para eso sólo basta echar un repaso a la de conceptos que, no sólo hemos asimilado, sino que se han universalizado: confinamiento, pcr, test de antígenos, grupos burbuja, contactos estrechos, positivos y negativos…). Pero del mismo modo, día tras día, aparecen nuevos efectos, nuevas consecuencias, nuevas variantes… De ahí que quepa hablar de injusticias y de maldad en el modo de obrar especialmente con el virus que nos ocupa. Y es una realidad incuestionable que la ciencia nos está aportando un sustancial elemento de apoyo y paliando lo que, parafraseando a Goya, podríamos dar en denominar “ los desastres de la guerra”. Sin embargo, seguimos todavía lejos de ir al mismo compás del “ enemigo”. Hemos introducido nuevas rutinas que nos intentan hacer más llevadera la cotidianeidad de la situación. Hasta el extremo, que una vez consolidados, podría darse el caso que las generaciones más jóvenes desconozcan lo que es vivir sin una mascarilla puesta. Eso fue lo que pasó, por ejemplo, cuando se cambió de la peseta al euro, o cuando echamos la vista atrás y recordamos a grandes líderes políticos o sociales que ya no están en primera línea. De aquellas expresiones primerizas de que de la pandemia íbamos a salir mejor que entramos, ya sólo nos queda el deseo de que utilicemos las enseñanzas que se han derivado de sus causas y sobre todo de sus consecuencias, para sensibilizar a la población en algo en el que todos coincidimos: podremos discutir de cualquier tema, pero nadie va a poner en duda, que, ahora sí, la salud está muy por encima de cualquier otro tipo de consideraciones. Y una vez más, sólo lo queremos resaltar cuando ésta nos falta.

domingo, 9 de enero de 2022

APORÍA

A veces me “tropiezo” con palabras y, en el afán de ensanchar mis conocimientos, intento conectarlas con realidades cotidianas, o al menos con situaciones que no resulten excepcionales. Es lo que me ha sucedido esta vez con el concepto “ aporía”. Se trata, según indican las fuentes etimológicas, de un enunciado que expresa algo racionalmente inviable, de una dificultad lógica insuperable, sin salida. Y ¿ dónde podemos situar una aplicación práctica de este término?. Pongamos ejemplos de la vida pública en la que actualmente me desenvuelvo. En los debates parlamentarios es muy habitual encontrarte con compañeros de la oposición, posiblemente no siempre con mala intención, que te simulan su “mano tendida”. Son momentos en los que, por poner un caso paradigmático, como los Presupuestos, se dedican a realizar propuestas, de una inviabilidad tan extrema, que uno no sabe si únicamente lo hacen para que, algún alma bendita las recoja en un medio de comunicación o por si acaso un despistado les presta algo de atención si se detiene a analizarlas. Al igual que sucede con las promesas, que debería haber algún sistema de revisión o rendición de cuentas ( más allá de las urnas cada cuatro años) donde se ponderen los motivos de los incumplimientos, lo mismo tendría que suceder con la exigencia ciudadana hacia determinadas propuestas, en nuestro caso de la oposición. Y es que tienen razón los que opinan que muchas veces parece puro teatro. Hablamos para nuestras bancadas. Evitamos la dialéctica de la comprensión, del intercambio de ideas, de la rectificación y sobre todo de la escucha activa. Cada uno hace su papel. Recibe sus aplausos. Actúa con deleite para los “suyos” y muestra su satisfacción cuando, sea cual sea el resultado de la votación, escucha el consabido “ muy bien”. Ahora que comienza el año, es buen momento para hacer propósitos de enmiendas. Me gustaría que precisamente no fuese algo raro encontrarnos con debates donde se pueda demostrar el verdadero alcance de los argumentos de cada uno. Poder trasladar a la ciudadanía una información para que la pueda transformar en elementos de juicio que valoren la idoneidad, tanto de la supuesta aporía, como del presunto portavoz de ella.