sábado, 18 de mayo de 2013

Cambiar las normas

Enlace al artículo que me ha publicado el Periódico Extremadura http://www.elperiodicoextremadura.com/noticias/extremadura/cambiar-las-normas_733213.html Al hilo de la reciente presentación del libro del diputado socialista César Ramos comprobamos cómo los planteamientos descritos en la obra así como los esbozados en el debate nos llevan a pensar que estamos ante un ejercicio de reflexión, e incluso de opinión, más que de análisis al que nos tienen acostumbrados aquellos que buscan modificar las pautas de conducta de la praxis política. En efecto, leyendo sus páginas y atendiendo lo que citan los críticos podemos apreciar una clara intención transgresora. Es evidente que la izquierda en especial se ha caracterizado por realizar brillantes discursos que en no pocas ocasiones embelesan a las masas. Es la utopía la que nos hace movernos. Sin embargo no es menos claro que a la hora de la verdad lo que algunos denominan “teatro parlamentario”, el hecho de que sus señorías hablen dirigiéndose a la pared, a los medios de comunicación o en el mejor de los casos a sus propios correligionarios no se modifica denunciando simplemente este tipo de actitudes o precisando que no nos gustan por su inoperancia. Es la disciplina de voto la que condiciona que raramente un diputado, un senador o un concejal aplauda la intervención de un adversario (ya que eso sí, por mucho que se comparta espacio, y posiblemente inquietudes con la ciudadanía, si son de partidos distintos, no los consideramos compañeros). Si a eso le añadimos las penalizaciones internas, no se mueve nadie (y el que lo hace entra en el terreno de las excepcionalidades y por lo tanto es noticia). Además el hecho de que los cargos electos se deban más a los partidos que a los ciudadanos hace que se produzca una mayor lejanía a la hora de actuar de manera independiente o conforme a la conciencia. Pero no debe sorprendernos: son las normas que hemos aceptado y si de verdad insistimos en que no es lo más justo, entonces deberíamos reivindicar que se cambien: que se tienda hacia una reforma electoral donde entren en juego otro tipo de circunscripciones, que se hagan efectiva las listas abiertas, que no se penalicen las disidencias... temas todos ellos repletos de matices. Por ejemplo podemos pensar que cuando accedes a ir en la lista de un Partido político aceptas con plenitud su Programa, por lo tanto podría calificarse de traición el hecho no sólo de que se aplauda al contrario, sino que incluso se vote distinto al planteamiento de tu grupo. Complejo, sin duda. Finalmente está el tema de los pactos. Otro elemento a considerar en el escenario de la nueva política. Estamos muy poco acostumbrados a llevarnos bien. A entendernos. A gobernar juntos. Primamos lo que nos desune a lo que aglutina. Puede más el rencor, la envidia, el resentimiento que las ganas de construir. Por eso, cuando alguien habla de la necesidad de transformar, de adaptarse a los tiempos.... hay que partir de la base de que lo fundamental sería cambiar las normas, los criterios que nos indican cómo se tiene (no cómo se debe) actuar. El resto sólo son bonitas palabras.