La medición del tiempo a la hora de
acompasar las realidades ha sufrido una auténtica transformación en la última
década. Una revolución, sin duda. A veces, me gusta recordar a los más jóvenes,
que buena parte de los avances de los que disfrutan, eran impensables, hace tan
sólo 10 o 15 años. Autovías, internet,
los teléfonos móviles, la televisión vista en distintos soportes
digitales y con una amplísima variedad de canales… incluso asuntos tan
presentes en nuestra vida cotidiana que parecería surrealista carecer de ellos:
un Instituto o Colegio, un Centro de Salud, una pista polideportiva, una Casa
de la Cultura….
Por eso, insisto, en que no es que vaya
todo muy deprisa solamente, sino que hasta en el lenguaje político, hay que
adaptarse, manteniendo los principios, sin perder lo sustancial, para darte
cuenta, por ejemplo, de lo que significan las ideologías.
Ser de izquierdas, en el siglo XXI no es
únicamente una cuestión de talante. Una pose. Un síntoma de progresía. Estamos
hablando de un estar en la vida. No un decir, sino un hacer.
Estos días en Cáceres, la ciudad donde
vivo, se han producido dos sucesos que
corroboran lo que es un fracaso social de la Comunidad. Por un lado, un anciano
con el llamado síndrome de Diógenes, llega a una situación, aparentemente sin
salida, pero que, obviamente viene precedido de un largo prolegómeno, de cuya
gravedad, nadie parecía haberse percatado.
Por otra parte, y con el ánimo de singular el drama de la
violencia de género, asistimos sorprendidos, una vez más, al asesinato de un
hijo a un padre del que presuntamente se desprendían malos tratos hacia su
mujer. Sea lo que sea, está claro que estamos ante un elemento más de
desilusión de una empresa colectiva, la vida en sociedad, en común, cuyas normas
quedan altamente transgredidas.
La izquierda, en el caso que me afecta,
tiene que tener respuestas inmediatas a estas lamentables situaciones. No sirve
la mera condena, ni las declaraciones de solidaridad. Ahora, que entramos en
época de Congresos, se hace necesario que pongamos negro sobre blanco cuáles
son nuestras iniciativas. Cuál es nuestro compromiso real donde tengamos cargos
de responsabilidad. Y pasar, de manera efectiva al campo de lo ejecutivo,
bajando del cielo de la filosofía.