Hace unos días asistí como ponente en
Zalamea de la Serena a unas Jornadas organizada por las Juventudes Socialistas
de la provincia de Badajoz. De entrada, me sorprendió agradablemente,
encontrarme con un nutrido grupo de jóvenes, que desde el viernes al domingo,
se reunían para escuchar diferentes intervenciones centradas en temas de
igualdad, Memoria, feminismo, participación de la mujer en política, asuntos
colectivos…. Esto viene a corroborar el interés por esas generaciones, a las
que ya se nos acaban las letras del abecedario para etiquetar y que muestran,
desde la atalaya de sus preocupaciones y sus propias culturas, un conjunto de
inquietudes sociales y políticas muy alejadas de la apatía que las mentes más
conservadoras nos han pretendido inocular.
A mi me tocó, acompañado de Miguel Ángel
Gallardo, hablarles de Igualdad y Memoria. De nuevo me encantó el largo y
profundo debate tras las intervenciones. La parte esencial, desde mi punto de
vista, fue hacerles ver, a raíz de una de sus preguntas, cómo desde la
educación se puede romper la brecha generacional que haga atractiva la Memoria
Histórica a los jóvenes. No olvidemos que fueron prácticamente las terceras
generaciones, los nietos de los asesinados y represaliados, los que hicieron
posible el movimiento memorialista. Ahora, sin embargo, nos encontramos con un
sistema educativo que adolece de la imperiosa necesidad de transmitirles estos
contenidos. De enseñarles toda la Historia de España. De describirles los horrores
de la Dictadura y mostrarles la enorme diferencia que hay con la actual
Democracia. De indicarles cuál fue el camino transcurrido en la Transición para
llegar a ello. De volver su interés hacia las víctimas. De recordarles las
dificultades que tuvieron las mujeres que decidieron inmiscuirse en política.
En ese sentido es responsabilidad de las
instituciones y del profesorado llegar al convencimiento que la introducción de
estos temas en el curriculum hace preciso su impartición en todos los niveles.
Fue bonito ver que gente que está
saliendo de la adolescencia se te acerque y te pregunte. Por eso, respondiendo
a otro de sus compañeros, lo que más duele es el silencio y la mentira. Lo que
más nos gustaría es que los torturadores de los estudiantes universitarios de
los años 60 y 70 fueran conocidos en las lecciones de Historia que reciban
nuestros alumnos. Lo que precisamos ahora, que se acusa de alimentarse la extrema derecha, nutrida de discursos
xenófobos y excluyentes, es tener claro la educación en valores que prefiere no
tenerlos al lado, por muy numerosos que pretendan ser o por los gritos y
amenazas que profieran. Esa es la pedagogía necesaria y, sin duda, tenemos una
buena cantera para recibirla.