martes, 17 de diciembre de 2019

HISTORIAS DE VIDA


Hace unos días se desarrolló en Miajadas la Gala del Deporte de Extremadura. Como en otras ocasiones, los premiados salieron al escenario y dedicaron al público asistente, unas palabras. Previamente, se proyectaba un pequeño vídeo que narraba lo más singular de sus trayectorias.
Había una coincidencia en la mayoría de los discursos, que el Presidente de la Junta, acertadamente, nos recordó. Los deportistas, con el micrófono en la mano, no lo aprovecharon para ensalzar sus hazañas, para demostrar una vez más por qué son tan excepcionales, para mostrar al resto los motivos de sus triunfos.
Prefirieron no hablar de ellos. Dedicaron su tiempo a los entrenadores, a sus padres, a sus amigos, a sus familias,  a sus parejas… Hubo uno que incluso hizo una reflexión sobre la idea equivocada que se tiene acerca de la egolatría que rodea a muchos de los líderes, a su alejamiento de la realidad, a basar buena parte de sus vidas en la consecución de marcas, en lograr buenos entrenamientos, en definitiva, en ensimismarse.
A la vuelta, comentaba con algunos compañeros que me llamó positivamente la atención la presencia muy notable de premios a deportistas con discapacidad. Es un símbolo de la inclusión en este ámbito. No olvidemos que el Jurado había valorado sus méritos compitiendo en el mismo nivel de reconocimiento que deportistas sin discapacidad. Por ejemplo, Guillermo, el nadador con síndrome de Down fue reconocido como el mejor deportista promesa de Extremadura. Eso significa que, nadie, que ningún deportista promesa, de ningún deporte en la Comunidad es valorado con más méritos que los conseguidos por Guillermo.  Una buena noticia para la normalización de la diversidad.
La otra cuestión a la que quería referirme, fue la abundancia de premios a deportes considerados minoritarios. Eso representa un triunfo frente al marketing de los espectáculos de masas. Eso significa que el esfuerzo, la superación, la necesidad de continuar  progresando, tiene al final la recompensa de la visualización de la actividad a la que dedicas buena parte de tu tiempo en un escenario, habitualmente copado por aspectos, mucho más frívolos y por ende menos saludables y con menor espíritu de sana competitividad.
Estuvimos, pues, ante, auténticas historias de vida.



martes, 10 de diciembre de 2019

EL FINAL DEL SILENCIO


            La semana pasada hablábamos del significado del silencio a la hora de valorar nuestro pasado más reciente. Quisimos hacer un esbozo de la importancia de la educación al respecto y nos emplazamos a una mayor profundización. A eso vamos.
            En la entrega de Premios “Luis Romero Solano”, que otorgan cada año las Juventudes Socialistas de Cáceres, se escuchó, en un acto plagado de jóvenes, que en los Institutos, e incluso en la Universidad, les  han enseñado mucho sobre los griegos y los romanos, pero que saben muy poco de lo que ha pasado en su entorno en épocas mucho más recientes. Es una auténtica pena y un déficit que hay, irremediablemente, que corregir.
            Otro ejemplo que acabo de ver hace unos días, lo muestra la serie documental “El final del silencio”. Conducida por el periodista Jon Sistiaga, narra la singladura del terrorismo y de ETA en la España desde los inicios de la Transición hasta comenzado el siglo XXI. Es decir, hace nada de tiempo.
            Quisiera detenerme en especial, en el capítulo dedicado a Miguel Ángel Blanco. Durante cerca de una hora, un hijo de un asesinado por ETA les habla en la Universidad a un grupo de alumnos de 21 años. La primera pregunta que les hace es si saben quién fue Miguel Ángel Blanco. Adivinen la respuesta. Una mayoritaria y desoladora negativa. No podemos seguir así.
            Esa es la razón para que reivindiquemos la ética de la Memoria. Es obligatorio el propósito que tenemos que asumir sobre la importancia del recuerdo.
            La gente mezcla, con absoluta incoherencia, el perdón con el olvido. El primero es una condición subjetiva humana. Está en el deseo de cada uno  continuar o no con la agonía que les supuso el dolor, sin motivo, totalmente condenatorio sin paliativos, de las pérdidas de sus seres queridos. Y encima fruto de un asesinato.
            El segundo caso, el olvido, es algo inconcebible en las sociedades modernas y democráticas. Tenemos que saber. Tenemos que fomentar el espíritu crítico con las realidades que nos rodean. Tenemos que aprender de los errores, así como crecer con los aciertos.
            Por eso, ahora que se habla de currículum educativo, no es baladí que insistamos en desmitificar tópicos sobre presuntos adoctrinamientos. La Historia como disciplina científica, hecha e impartida por profesionales, tiene que evitar los complejos sobre su desarrollo, su contenido, sus limitaciones temáticas o temporales.
            No establezcamos cortinas de humo sobre contenidos   que no se deban abordar. No bajemos la voz. Fomentemos el diálogo, el intercambio de opiniones, el conocimiento  de los hechos y el reconocimiento de todo aquello que pudo suponer un progreso para nuestros semejantes.
            De eso va la Democracia.




jueves, 5 de diciembre de 2019

SILENCIO


He acudido a Almaraz a dar una conferencia invitado por su Ayuntamiento. Agradezco en especial la inquietud y dedicación de su concejal de Cultura,  Francisco Javier Blázquez, preocupado porque todo saliera correctamente. Hablé a los asistentes sobre la Ley de Memoria Histórica y Democrática de Extremadura.
A continuación, y en ello me querría detener, se proyectó el galardonado documental “El silencio de lo otros”. Rápidamente según lo íbamos visionando nos venían a la mente multitud de reflexiones.
Las primeras se desprenden de los desgarradores testimonios. Frutos, en un primer momento, de los miles de fusilados después de la guerra civil. Este matiz es muy importante para evitar caer en la trampa de las equidistancias.
Escuchábamos a hijos, ya ancianos, suspirar por recuperar los restos de sus progenitores. Tremendo fue observar a Ascensión Mendieta, uno de los casos más mediáticos. Luchó por tener delante de ella los restos de su padre. Peleó por verlos antes de morir y poder descansar tranquila. Y así fue. Ella ha fallecido hace poco más de dos meses ( el 16 de septiembre de 2019) y hasta finales de mayo de 2017 no consiguió el objetivo al que prácticamente dedicó toda una vida.
La otra gran protagonista, sin embargo, no pudo ver hechos realidad sus sueños: falleció antes de que su madre pudiera tener un enterramiento digno. Y sabía donde estaba. Y no podía hacer nada.
La famosa querella argentina. La pugna por lograr la denominada justicia universal. La valoración de la Ley de Amnistía de 1977… son algunos de los principales aspectos que se deslizan, una y otra vez, como elementos argumentales de la película.
Pero no solamente son crímenes del franquismo los ocasionados en los primeros años de la posguerra. También pudimos asistir con enorme desasosiego, a aspectos mucho más recientes: las torturas de los jóvenes universitarios a finales de la década de los años 60 y en los 70 del  pasado siglo. La desgarradora imagen de las mujeres desprovistas de sus bebés, a los que se robó durante décadas de manera impune: primero alegando motivos políticos para pasar después a centrarse en los económicos e incluso sin ningún elemento aparente de justificación.
Y sobrevuela sobre todos estos casos el déficit educativo actual. La necesidad imperiosa de que las generaciones jóvenes conozcan nuestra reciente Historia. Eso merece una profundización mayor. Seguiremos.