La semana pasada hemos homenajeado en
Pamplona a José Rodríguez-Medel Briones. Era el jefe de la Guardia Civil en
Navarra el 18 de julio de 1936 y fue asesinado, como consta en la
documentación, por “oponerse a nuestro glorioso alzamiento”. Fue la primer
víctima de la guerra civil en toda España.
Era natural de Siruela (Badajoz) y tiene
consigo una historia mágica, mostrada magistralmente en varios documentales,
publicaciones científicas y sobre todo en el relato que sobre él nos hace el
periodista Mikel Donaza Jaunsaras.
Esbocemos lo más relevante de su perfil:
estudió en la Academia da Infantería de Toledo, donde conoció a Mola. Llegó con
veinte años a Pamplona como oficial de la Guardia civil. Allí conoció a Lucía,
con la que posteriormente se casó.
Sin embargo, su gran pasión, las
matemáticas, le condujo a abandonar la vida militar y dedicarse a dar clases de
matemáticas en Granada, tras concluir sus estudios en la Institución Libre de
Enseñanza y obtener el título de ingeniero mecánico.
Se reincorpora a la Guardia Civil en 1933, obteniendo destino en Madrid. En
1936, el Gobierno de Azaña decide llamar a José Rodríguez para que trate de
parar el inminente golpe de estado que estaba preparando, entre otros mandos
militares, Mola en Pamplona.
En ese momento es puesto al frente de la
Comandancia de la Guardia Civil en Navarra. Desde allí, intenta que Mola
desista de sus propósitos, pero éste ya lo tenía todo decidido. Al parecer, y
según testimonios de historiadores, incluido el general de la Guardia Civil
Gonzalo Jar Consuelo, Mola intentó que José Rodríguez se sumara al golpe,
obteniendo como respuesta que se mantenía fiel al Gobierno constitucionalmente
elegido. Le deja caer que se atuviera a las consecuencias pero que no temiera
por su vida ni por la de su familia.
El destino marcó lo contrario: a su
vuelta a la Comandancia y tras formar a las tropas recibe unos disparos por la
espalda, de uno de sus guardias, que acabaron con su vida. Aquí empieza otra
parte de esta Historia mágica. La viuda intenta recuperar los restos de su
marido, depositados en una fosa común. Pero no se lo permiten. De manera clandestina los saca y los introduce
en la tumba de unos conocidos. Allí yacen: mas de 80 años después. En una tumba
anónima. Da la casualidad de que, a la muerte de Mola, lo entierran justo
enfrente. Siguiendo con las casualidades, uno de los hijos de José Rodríguez,
tras pasar por el colegio de huérfanos de la guardia civil de Valdemoro, hace
carrera militar y llega a General. Unos años más tardes fue recriminado por altos cargos militares al
negarse a participar en un homenaje que se hizo al general Mola en el
cementerio y que iba a tener lugar de espaldas a la sepultura de su padre.
Como diría Fito, “ cerca del final, donde
todo empieza”.