domingo, 18 de diciembre de 2022

ANTI

Siempre hemos considerado habitual, se podría decir, normal, que en el debate político se contrastaran las opiniones. En determinadas épocas de nuestra Historia incluso se ha hecho con excesiva intensidad. Por esa razón, parece que ahora nos sorprendemos cuando vemos que en los diferentes Hemiciclos ( y el Congreso de los Diputados puede considerarse el altavoz de todos ellos), se acentúan las diferencias verbales entre los contendientes ( nunca me ha gustado denominarlos enemigos). Lógicamente la contraposición entre soberbia y humildad en España tiene una raya fronteriza enormemente ancha. Por un lado, podemos encontrarnos el bloque de aquellos que han hecho de la política el baluarte del enfrentamiento. De la hostilidad. De la agresividad exacerbada y que pugna por distanciarse en todos los sentidos de su oponente. Por otra parte, están aquellos que, pese a que han sido acusados de buenismo, siguen pensando, tal como definen los diccionarios este término, que la resolución de los conflictos se puede resolver mediante el diálogo. Que la tolerancia y el respeto debe ser la guía del debate. Que los valores de las relaciones humanas pueden llevarnos al entendimiento. Estas diferencias tan significativas son recibidas por el público en general ( y también, por qué no decirlo, por algunos partidos empeñados en la teoría de que ya están “estos” otra vez peleándose) como una muestra despreciativa de la política en la máxima expresión de su utilidad. Sigue calando en el imaginario la sensación de que todos somos iguales. De que no hay forma de que se colabore por el bien común. De que priman otros intereses ajenos a lo colectivo. Y así, cuando la noticia del día es el exabrupto de algún prócer que busca hacer méritos. Poco más tarde, comprobaremos que la respuesta, en el otro lado, ha sido incluso más virulenta. En definitiva, trasladamos a la política, muchos de los elementos negativos con los que convivimos en sociedad: discusiones en la barra de bar, en el trabajo, por cuestiones deportivas ( extraordinariamente poco ejemplarizantes), en las comunidades de vecinos. No dejemos escapar aquellas ocasiones, que también se producen muchas veces, donde predomina el acuerdo, la cesión, la transacción o el consenso.

domingo, 11 de diciembre de 2022

CIBERPROLETARIADO

Poco a poco me he ido acostumbrando a no denominar Nuevas Tecnologías a todo lo que está relacionado con el mundo digital. Como muy bien han explicado algunos de nuestros responsables públicos, la alfabetización tecnológica se hace tan necesaria que no es que se haya convertido en un instrumento de desarrollo o que contribuya a mejorar nuestro niveles de bienestar, sino que es ya parte de nuestras vidas. Vivimos en un mundo digitalizado. Sin embargo, sorprende leer algunas noticias donde se expresa que, son precisamente los hijos de algunos de los gurús tecnológicos, de aquellos que convertimos hace ya más de una década en nuestros referentes, los que precisamente prefieren enviar a sus hijos a ser educados en colegios donde se imparte una enseñanza fundamentalmente analógica. Y es que es cierto que, salvo que pongamos medidas para huir de determinadas contradicciones, nos podemos encontrar con una cada vez más abundante falta de concentración en las actividades habituales. El denominado ciberproletariado hace que aumente progresivamente el número de trabajadores, tanto manuales como intelectuales, que dedican buena parte de su tiempo a servir a la tecnología, en lugar de servirnos de ella. Por esa razón, ahora que pronto estaremos inmersos en la elaboración de programas electorales, nos percataremos de la importancia que se va a dar en ellos al tiempo libre del que disponen las personas. Ya no es una excepción comprobar que hay algunos sectores de la población productiva que más allá de mejores sueldos, de mejores destinos, de posibilidades de promoción en sus trabajos, valoran de manera mucho más positiva, la implementación en sus horarios de trabajo de una mayor disponibilidad de tiempo para dedicarlo a sus asuntos personales. Así pues, el nuevo reto será disminuir las distancias entre los trabajadores más privilegiados que van a contar con una mayor número de horas libres para su tiempo libre y aquellos otros que les va a resultar imposible completar una jornada laboral con un salario mínimamente digno, sino amplían las horas dedicadas a ella. Y en medio la alusión que hacíamos al comienzo de la columna: la proliferación de un ciberproletariado que dedicará la totalidad de su tiempo laboral a la inmersión en lo que antes llamábamos las Nuevas Tecnologías.

domingo, 4 de diciembre de 2022

HOMBRES CON CORAJE

Recientemente, en un acto sobre igualdad, una de las ponentes, refiriéndose a los actos con motivo del 25 de noviembre, se refirió a que nunca hay que celebrarlos, sino conmemorarlos. Es decir, recordamos con nuestras protestas en calles, aulas, puestos de trabajo, instituciones… que es totalmente insoportable esta perpetuación de una situación que cada día que pasa nos causa un mayor rechazo colectivo y un total desprecio hacia sus promotores, defensores o justificadores. Viene además a colación porque lamentablemente a la suma de atentados hacia las mujeres se han reiterado varios casos más de violencia política con mensajes que deterioran seriamente una convivencia en igualdad. Algunos de ellos tan graves como que se han ejecutado en lo que coloquialmente solemos denominar “ el templo de la palabra”. Es decir, en el Parlamento. Otros, porque han conducido, a través de supuestas campañas de defensa de la mujer, a seguir poniendo el foco en la víctima, en lugar de en el agresor. Es en este momento en el que recuerdo un mensaje que trasladó Franco ( citado por varios historiadores) para sugerir a las mujeres que no provocaran a los hombres y a la vez para reivindicar una hombría basada en la superioridad física. Decía algo así como que “ en el camino de Dios tengamos hombres con más coraje y mujeres con menos carmines”. Y sí, cierto es que hoy en día se necesitan hombres con más coraje. Más coraje para impedir que la agresión física contra sus compañeras se produzca. Más coraje para silenciar comentarios que perpetúan la desigualdad o que denigran la conciencia personal de quienes se encuentran más próximas a nosotros. Más coraje para comprender que es precisamente la desigualdad, en todos los sentidos, la que produce situaciones que, más allá de la incomodidad en el trato, conducen a una violencia cada vez menos silenciosa. Más coraje para admitir que la elección de comportamientos ante la sexualidad, la diversidad en la utilización de aderezos a la hora de vestirnos, tatuarnos, ponernos un piercing… no puede nunca ser estigmatizantes ni tampoco limitar ninguna oportunidad que vaya más allá del mérito individual. Necesitamos, en definitiva, hombres con más coraje, para parar, para mandar callar, para alzar la voz cuando proceda, siempre que alguien sea atacada, vilipendiada, cuestionada por su orientación o por su condición sexual. Ni menos carmines, ni hombres con un coraje mal utilizado.