martes, 28 de noviembre de 2017

EPÍTOME


Ya nadie se escapa de la escasa reflexión, característica de la sociedad en la que nos desenvolvemos y que, paulatinamente, empobrece nuestro intelecto. Es cierto, que cuando desde la superioridad (presunta) moral, que da la utilización del discurso extenso, se ridiculiza la cultura de los 125 caracteres, no lo es menos, que es una batalla perdida. No se trata de comprender un nuevo mundo, se trata de asimilar que vives en él.
Hubo épocas en las que para desarrollar las ideas fabricabas resúmenes, síntesis, epítomes de textos extensos, que con su repetición permitían su mejor asimilación.
Ahora, ya no basta el resumen. La palabra debe ir acompañada, irremediablemente, de la imagen. O expresándolo de una manera mucho más acertada: a las imágenes le acompañan algunas palabras.
El sentido de lo que buscamos expresar se encuentra en iconos, abreviaturas, imágenes y en alguna ocasión, una frase forzada.
Pero nos quedan los libros, donde recreamos otras vidas. Aprendemos, sonreímos, suspiramos... Nos relajamos con el paso del tiempo
Bajemos a la realidad más cercana. El sábado pasado conjugábamos las imágenes de miles de extremeños en Madrid, reivindicando la mejora de nuestras infraestructuras ferroviarias, con la sosegada explicación que te dan quienes los sufren con frecuencia: largos trayectos en condiciones totalmente inadecuadas, retrasos recurrentes, averías….
En breve, otro epítome llamará a las puertas de nuestra Comunidad: los presupuestos autonómicos. El resumen del esfuerzo por entendernos. Por buscar lo mejor para todos. Por ceder ante lo necesario.
Esperemos que la inteligencia desplegada a la hora de idear proyectos, de poner en marcha iniciativas, de desarrollar y de sintetizar, se plasme en concreciones que corten de raíz el afán de criticar cuando no somos capaces de llevar adelante lo que otros se proponen.







martes, 21 de noviembre de 2017

EXTREMADURA EN EL MUNDO


En unos momentos en los que tanto se debate sobre las fronteras, los desplazamientos, las singularidades… es oportuno recordar un concepto que he escuchado en la presentación de un proyecto de investigación sobre cooperación: la necesidad de estar donde los otros, al mismo tiempo que los otros están en nosotros.
Es decir, Extremadura en el mundo y el mundo en Extremadura. Es lo que podríamos denominar: transversalidad. Pensar en cooperación es pensar en el desarrollo de todos. Es un fenómeno recíproco. Dejar a un lado, la teoría exclusiva de la ayuda al necesitado, para identificarnos con ellos, al igual que contribuimos a que ellos se sientan parte de nosotros.
Esa es la definición del modelo. Ese debe ser el hilo conductor  de nuestras propuestas. Ese debe ser el diagnóstico de la situación. Somos una Comunidad periférica, que históricamente ha tenido la inquietud de mostrarse al exterior, pero que a la vez ha sido un punto de encuentro o un lugar de excepcional acogida. Veamos la idoneidad de la cooperación como el instrumento para sentirnos todos una misma entidad.
Si precisamos una búsqueda de relaciones entre las partes, tendríamos que llegar a la conclusión de que nos sentimos afectados en los mismos términos. Por consiguiente, no es necesario poner fechas de caducidad: la cooperación a lo que se denomina el desarrollo es permanente. Prueba de ello es el excepcional trabajo que está realizando desde AEXCID, su responsable, Ángel Calle. Siempre colaborando con un ingente número de ONGs y agrupaciones municipales como FELCODE (por cierto qué gran labor desarrollan fundamentalmente en América Latina) y Asociaciones que  han advertido la necesidad de estrechar y compartir cada vez más vínculos.
Con un cambio constante de paradigmas, la implicación, la participación de los sectores más sensibilizados, junto con el imprescindible aumento de presupuestos destinados al efecto, tienen que hacer más fácil el camino.
Pues no obviemos lo que anunciábamos al principio: estamos en el mundo porque el mundo está en nosotros.





martes, 14 de noviembre de 2017

CEBO


Está pasando, como en la frase atribuida a Montoro, “ hubo que poner un cebo”.  La actual situación política española está necesitada de marcar una línea que, a modo de señal, reconduzca el violento escenario en el que nos encontramos.
Ya nos recordaba el profesor Enrique Moradiellos, que, en el caso de Cataluña, como en el de tantos otros de nuestro reciente pasado, tenemos que mirar a la Historia. No sólo porque sea cíclica. No sólo porque haya que aprender para no repetir los errores. Sino, también, porque es el instrumento que nos hará perseverar hasta conseguir, dentro de las dificultades, una primera solución a los problemas y la tentación de que sea lo más duradera posible.
Ahora hemos puesto como referente diferenciador las elecciones del 21 de diciembre. Somos todos conscientes de que se va a necesitar muchísimo más tiempo para recuperar la normalidad de convivir entre diferentes. No podemos ser optimistas, viendo la que está cayendo, si dirigimos un pensamiento obtuso en que la dinámica de bloques, con un vencedor y un ganador resuelve el denominado “procés” catalán.
Una sociedad dividida, donde los “malos” ( sean quienes sean) son muchos o donde la marca separatoria entre  mayorías y minorías es mínima, requiere de algo más que una dosis de pronunciamiento electoral. Ha pasado mucho tiempo en el que ambas partes han rearmado el argumentario justificador de su idoneidad.
El lema “no estamos/estáis solos” vale ya, como se diría coloquialmente, para un “ roto y un descosío”.
La educación es la clave para aceptar que tenemos unas normas y que, pese a que en algunas ocasiones no son de nuestro agrado, hay que cumplirlas. La educación tiene que servir para comprender que se pueden cambiar las cosas. Que nada es inmutable o intocable pero, que para hacerlo, existe una reglamentación, un proceso. El verdadero proceso.
Así pues, quizás, no solo valga el cebo de Montoro : “ En el fondo del mar, los pececitos se van o se quedan como están”.



martes, 7 de noviembre de 2017

INVERSIÓN FALLIDA


Hace unos días asistí a una Jornada, en la Facultad de Ciencias del Deporte de la Universidad de Extremadura, para conmemorar el 25 aniversario del Colegio de Licenciados de Educación Física.
Pude escuchar una serie de atractivas ponencias, y tuve, también, ocasión de compartir un ameno debate. Durante el mismo, me impactó la expresión utilizada por el Profesor de Derecho Laboral, Francisco Rubio, al referirse al concepto de inversión fallida.
Se hacía alusión a toda la formación sin retorno que, lamentablemente durante las últimas décadas, estamos padeciendo en España. Se hacía mención a cómo, de los impuestos de la ciudadanía, se realiza un gran esfuerzo para dar posibilidad de desarrollo a muchos cerebros privilegiados.
Y sin embargo, la respuesta torna en forma de precariedad en el empleo. Temporalidad en la mayoría de los casos. Sueños incumplidos en un elevadísimo porcentaje. Y lo que es más importante, trabajos muy alejados de la formación adquirida durante largos años de estudio y preparación.
Una reflexión dura, y que, la cotidianeidad, no nos debe alejar del sentido de la tragedia. Las estadísticas tienen que volcarse en revertir estas tendencias.
Hay otros ámbitos, como el de la política, en el que deberíamos ser conscientes de que los años en los que se desempeñan tareas de defensa e implicación con la cosa pública, no pueden quedar en balde.
Partiendo de la base de que nadie es imprescindible y de que todos somos necesarios, hay que exigir que una inversión en este tipo de personal, siga repercutiendo en la colectividad. Al margen de cambios coyunturales, buena parte del equipo humano que adquiere una serie de destrezas y conocimientos se ve en la obligación ( recíproca también por parte de los que les designan) de trasladar lo que tienen al resto.

Son muchos los ejemplos de los que consideran su paso por la vida pública como un paréntesis. También son muchos los que la viven desde la incertidumbre de la continuidad. Sin embargo, no estaría de más, que en todos los casos se asumiera que nos encontramos obligados al servicio de lo público y que, como cuando hablábamos de los estudiantes, se produce una inversión que precisa de una necesaria respuesta hacia la sociedad en la que vives. No sólo durante, sino siempre.