domingo, 27 de septiembre de 2020

TRES JINETES

Estamos, sin duda, viviendo una nueva manera de trasladar lo que fueron en su momento, los tres jinetes del Apocalipsis:el hambre, la peste y la guerra, pero que adoptan, ya avanzado el siglo XXI, nuevas formas. En efecto, el pavor que nos da las consecuencias de la pandemia ( la peste) se convierte, en aras de una imagen contemporánea, en una crisis económica que, salvo por las ventajas que trae consigo el, hasta ahora, denominado Estado del Bienestar, multiplicaría hasta la enésima potencia las visiones del hambre real que creíamos desterradas, al menos, en las sociedades opulentas en las que nos desenvolvemos. Esas figuras del África subsahariana moribundas, esqueléticas, fruto de sequías y hambrunas endémicas, se pueden reproducir en el Occidente más desarrollado bajo nuevos ropajes. La depauperación de nuestras condiciones de vida. El abandono de costumbres y hábitos arraigados en nuestro singular transcurrir diario que lamentablemente, si los parches que los Gobiernos intentan poner para paliar sus efectos, veremos cada vez con más frecuencia en las calles y en las casas de nuestros pueblos y ciudades. Y la guerra. Ahora el campo de batalla, esperemos, no se producirá con el enfrentamiento de los ejércitos y con la demostración del poderío y de las estrategias de las armas convencionales. El enfrentamiento actual se muestra en el terreno de la economía. En la lucha por conseguir el poder de acumular la mayor parte de la tecnología con la que ser los dueños del resto del mundo. Y aunque parezca irreal, lleva aparejado la relación con el resto de “jinetes” de los que hablamos en el presente artículo. Los dominadores serán capaces de decidir quién pasará “hambre” y quién no. También estarán en una posición ideal para solucionar de manera más eficaz, más rápida y evidentemente, menos universal, todos los problemas epidemiológicos que con el paso del tiempo serán cada vez más frecuentes. Por ese motivo, es necesario que la política sea acompañada de la ética y de la filosofía de los valores que definen lo que es la Humanidad. La solidaridad entre territorios. La capacidad de trabajar en conjunto, al margen de capas sociales, económicas o lugares geográficos. Y sobre todo la voluntad de evitar la desconfianza. La sombra de la sospecha, siempre ha apagado el sol que nos permite disfrutar de la vida.

domingo, 20 de septiembre de 2020

ALEGRÍAS

Pasada la primera semana de lo que se conoce coloquialmente como la vuelta al colegio, procede hacer algunas valoraciones o consideraciones. En primer lugar, resaltar la alegría que ha inundado, en términos generales, nuestros pueblos y ciudades. Es raro encontrarte con algún niño o adolescente que no manifieste su enorme satisfacción por reencontrarse con sus antiguos compañeros. Son conscientes de que tienen mucho que aprender y hay que agradecerles el hecho de tenerse que adaptar a unas condiciones incómodas para todos, pero que si somos capaces de denunciar los incumplimientos, llegaremos al convencimiento de que cuando los proyectos son comunes, pese a sus dificultades, se hacen mucho más llevaderos. Es muy agradable ver el fluir de la vida en las ganas de todos los implicados por continuar con sus propios devenires. Romper interrupciones nunca deseadas. Demostrar que la realidad cuando tuerce los propósitos iniciales puede enderezarse paulatinamente con el ímpetu y las energías necesarias para retomar las costumbres y obligaciones perdidas. Por eso, me parece interesante que ese plus que da la concienciación, nos lleve también a saber diferenciar la verdadera dimensión de lo que va sucediendo. Ni minusvalorar ni sobredimensionar. Cierto es, que hay una tendencia a resaltar lo malo y silenciar lo bueno. En términos periodísticos se diría que, puestos a elegir, la noticia preponderante siempre sería “niño muerde a perro”. De cualquier forma, y al menos de momento, disfrutemos todo lo que podamos al ver inundados nuestros entornos de ilusiones por formar. De corazones acelerados. De risas, empujones cariñosos, besos y abrazos casi virtuales. Gritos amordazados por las mascarillas. A la espera de las lluvias, con tardes cada vez más cortas o con menos luz, bajando poco a poco las temperaturas afrontamos un nuevo septiembre.

martes, 15 de septiembre de 2020

GENERALIDADES

Estoy escuchando, últimamente con mucha frecuencia, expresiones con tanta contundencia, que te dan que pensar que pueden llegar a tener un fundamento. Sin embargo, aunque parezca que surgen de gente poco cultivada, me molesta incluso que en muchas ocasiones no lo son. Me estoy refiriendo a ese afán por deslegitimar la actuación de políticos o responsables públicos a lo largo de la pandemia. Qué duda cabe que se pueden equivocar en la toma de decisiones. Qué duda cabe que debe primar la libertad de expresión ( si bien, en este caso, habría que plantearse la manera de combatir los bulos y sus consecuencias). O, en definitiva, qué duda cabe que es legítima la diversidad de opiniones ante un mismo tema. Pero, por el contrario, me parece una absoluta falta de respeto, además de ser falso, escuchar o leer afirmaciones como “ que todo se ha dejado para el último día”, en alusión, por ejemplo, a la preparación del inicio del curso escolar. Me gustaría que aquellos que hacen esta referencia se molestasen en comprobar cómo la mayoría de nuestros políticos con responsabilidades en este ámbito se han pasado todo el verano trabajando, adaptándose a los cambios, modificando continuamente planes iniciales y sobre todo, no improvisando como dicen. Es por consiguiente, falsa esta pretensión de señalar con el dedo acusador cuando no se cumplen las expectativas que a todos nos gustaría que sucediesen. “No se ha hecho nada” es otra de las frases que me causa estupor. Solamente hace falta mirar el repertorio de medidas, tanto nacionales, como regionales o locales, para comprobar cómo faltan a la verdad los que se pronuncian de este modo. Alcaldes, concejales, responsables públicos, políticos en general… se están dejando la piel. Claro que es insuficiente. Claro que quedan muchas cosas por hacer. Claro que cambiarán las cosas con el tiempo. En efecto, como estamos comprobando, buena parte de la situación por la que atravesamos es imprevisible. Además tenemos que ser conscientes de que hay muchas responsabilidades y no son todas públicas. Tomar decisiones no es fácil ( ya sé que les pagan por ello y que están en sus puestos por propia voluntad), pero lo que es absolutamente certero, y esto no son generalidades, es que no se va deprisa y corriendo, como se quiere transmitir por los que viven en la crítica, si no que se actúa en función de las circunstancias cambiantes y del contexto. Pese a los errores, nos levantaremos.

sábado, 5 de septiembre de 2020

CRISIS CRISIS Cuando antes seamos conscientes de que nos encontramos en una época en la Historia de España ( y me atrevería a decir de la Humanidad) de decadencia, o por decirlo sin tapujos, de crisis, mejor podremos asumir el reto de ir remontando los flujos que nos esperan de debilidad. Por otra parte, no es nada nuevo. La Historia nos ha enseñado que estamos compuestos de ciclos: a unos de bonanza les siguen otros de bajada. La clave está en evitar que los negativos duren mucho y sobre todo, para los interesados en las políticas progresistas, que afecten lo menos posible a las clases más necesitadas. De ahí nuestra apuesta por la igualdad. En el caso que nos ocupa, venimos hablando de una crisis sanitaria. Todos los informativos y todas las noticias que nos rodean están imbuidos por aspectos relacionados con la evolución de la pandemia: casos positivos, brotes, enfermos hospitalizados, sanados… Ahora bien, no debemos abandonar la perspectiva de que esta crisis sanitaria viene unida a una crisis económica y social. Y lo que no es menos importante, el hecho de que tendremos que superar después una crisis de confianza. En efecto, los expertos nos vienen anunciando que debemos acostumbrarnos a vivir con el virus. Ya forma parte de nuestra rutina el lavado de manos, la distancia social, las mascarillas, el evitar las aglomeraciones…. Pero por otra parte, nos invade la nostalgia. Queremos recordar, y no perder, cómo eran nuestras vidas antes de marzo. Queremos volver y en muchas ocasiones nos precipitamos. Nos equivocamos. Transgredimos las normas. Ya se oyen voces pidiendo más dureza con los irresponsables. Insistiendo en que la sanción es la solución. Incidiendo en que algunos no son capaces, salvo con el palo, de entender lo que son los proyectos colectivos. Y de ahí viene el temor. La sensación de volver a caer. Sin embargo, me gustaría insistir en su reverso. Somos más fuertes que las circunstancias que nos obligan a la duda. Hemos salido siempre de situaciones difíciles. Seremos, si nos lo proponemos, una sociedad que tiene, necesariamente, que aprender, de los problemas que le ocasionan estas curvas en el camino del avance de la civilización. Lo superaremos. No nos vencerá la impaciencia.