domingo, 26 de julio de 2020

EQUIVOCARSE


No es el único que lo ha señalado, pero quizás por su relevancia, convenga citarle. Decía Joaquín Goyache, rector de la Universidad Complutense de Madrid, que las generaciones más jóvenes van a vivir peor que sus padres, algo que no pasaba en la reciente historia de este país.
Y es que un error debe ser un puente al aprendizaje. Lo estamos viendo las últimas semanas. Se produce un incremento muy sustancioso de los contagiados por Covid 19 debido, sin lugar a duda, a lo que podríamos denominar, las prisas del día después.
Ya lo comprobamos a comienzos de mayo, cuando tras el levantamiento del estado de alarma, hubo una enorme ansiedad por recuperar la vida que hacíamos antes del confinamiento.
Las calles se llenaron de gente, que en un primer momento, procuraban ( procurábamos) salir asustados y tomando como referencia la terrible experiencia que habíamos padecido.
Pero el tiempo que todo lo cura, aquí ha hecho el efecto contrario. Pasado un tiempo excesivamente breve, estamos comprobando que la causa principal de que estemos atemorizados por volver a estadios anteriores, no es una cuestión sanitaria, sino, a mi juicio, social.
Se están vulnerando, una y otra vez, las recomendaciones de las autoridades. Se está poniendo en tela de juicio la agresividad con la que nos ha atacado la enfermedad. Y si no, que cada uno  reflexione, y haga un repaso en su entorno más próximo para recapitular las actuaciones que se salen de la norma. O simplemente que vea las imágenes de televisión o lea las noticias en la prensa.
Nos hablan de playas sin control, de fiestas con multitudes, de gente que va y viene sin ningún tipo de prevención, de celebraciones deportivas donde priman las emociones más primarias antes que el deseo de dejar esta locura en el olvido…
Y puedo ser muy reiterativo, pero la realidad es que, pese a que semana tras semana, repitamos lo mismo, no parece que avancemos.

Luego nos quejaremos si se llega a soluciones más drásticas. Luego no reconoceremos que nos hemos equivocado. Errores donde tropezar. Errores que debemos asumir.

lunes, 20 de julio de 2020

SEGREGACIÓN



Señalaba el historiador y filósofo, Yuval Noah Harare, que el verdadero antídoto contra una epidemia no es la segregación, sino la cooperación. Dado que es imposible aislarnos totalmente, tiene mucho más sentido que compartamos la información.
De ahí que cobre importancia la necesidad de contar con un Estado fuerte frente al liberalismo político y económico que lo adelgaza y prima el individualismo.
Estamos habituados a escuchar que de esta crisis, al igual que de otras de similares perfiles por las que hemos atravesado, sólo podemos salir adecuadamente si actuamos unidos.
Puede parecer retórica hueca. Palabras para rellenar en discursos grandilocuentes. Pero si bajamos a la realidad concreta. Si buscamos ejemplos concretos, nos percataremos que es precisamente la actuación conjunta la que logra obtener mejores resultados y de una manera más rápida y eficaz.
Eso sí, siempre que no nos dejemos llevar por el egoísmo y se produzcan beneficios inmediatos o rentabilidades efectivas para sólo una parte del todo.
Esta semana en el Debate del Estado de la Región, hemos tenido, de nuevo  la oportunidad, de escuchar miradas hacia aquellos que no tienen las mismas oportunidades que nosotros.
El Presidente de la Junta de Extremadura nos ha pedido que pensemos en cómo han debido ( están) pasando estas situaciones tan dramáticas en muchos lugares donde no tienen, ni de lejos, las mismas oportunidades que nosotros.
Somos consientes de las enormes dificultades para sobrellevar las consecuencias de toda índole que lleva aparejada la pandemia. Sin embargo, también hemos sido capaces de esforzarnos para ayudar a aquellos que no podían afrontarla de la misma manera que nosotros.
Lo hacemos ahora, como lo han hecho antes por nosotros en otras circunstancias, sociedades más desarrolladas.
Por esa razón, cuando oigamos hablar de reconstrucción económica y social, acordémonos de valores internacionales, como la cooperación al desarrollo.
Ya sabemos hacia dónde nos ha conducido en determinadas épocas de nuestra Historia, apostar por la segregación. No lo repitamos.

domingo, 12 de julio de 2020

HUMILDAD


Tenemos que ser humildes ante cada palabra que decimos sobre el Covid-19. Ya lo expresó desde un primer momento en público, Manuel Valls, concejal de Barcelona y  que fue primer ministro de Francia. Es decir, un personaje, con una alta y larga trayectoria política.
Sabemos todavía muy poco sobre su comportamiento, evolución y me atrevería a manifestar, sobre su tratamiento. Se especula y se expanden rumores no suficientemente contrastados.
Recuerden ustedes como al principio de la pandemia se extendieron propuestas sobre sus causas, sobre los antídotos o posibles medicamentos que eran más eficaces, sobre cómo se combatía con mayor o menor seguridad e incluso hasta se habló de las temperaturas ambientales como uno de los condicionantes.
Como comprobarán, muchas de estas cuestiones están en entredicho. La única certeza, científicamente comprobada, es que el uso generalizado de la mascarilla, el mantenimiento de la denominada distancia social y  el aislamiento o confinamiento, en su caso, de los contagiados durante un tiempo limitado, son los verdaderos elementos que nos están permitiendo avanzar.
De ahí, que no podamos comprender, ni aceptar, sin elevar nuestras más profundas críticas, el incumplimiento deliberado de las normas establecidas de muchos ciudadanos.
Playas atestadas, incluso burlando la restricción establecida a través de barreras delimitadas. Discotecas y bares con personas bailando o “disfrutando” de momentos de ocio completamente pegados. Gente bebiendo, comiendo, celebrando fiestas multitudinarias en las calles…
Y el problema es que encima algunos se atreven todavía a criticar a las autoridades. Está suficientemente claro que la responsabilidad en todos estos casos es individual. Parece que pronto nos hemos olvidado del penar de nuestros hospitales. Parece que lo único efectivo, para evitar estas conductas, sería hacer pasar algunas jornadas como medida de reeducación, a todos aquellos que ponen en riesgo la salud de la totalidad de la sociedad.
En definitiva,  es cierto que tenemos que revitalizar la economía, que intentaremos retomar nuestras cotidianas actividades, pero no lo es menos, que sobre todo ello, debe primar la humildad y la prudencia. Por el bien de todos.


domingo, 5 de julio de 2020

INTROSPECCIÓN


Hace unas semanas leía unas declaraciones, a mi juicio, muy afortunadas, del atleta español Pablo Torrijos. “Son tiempos de introspección”, comentaba. En efecto, vivimos una época en la que, al contrario de lo que algunos podrían esperar, nos refugiamos en la reflexión.
Si bien, es cierto que hay que valorar todo lo que tenemos, ya que en cualquier momento podemos perderlo, no lo es menos, que en el interior de cada uno de nosotros, experiencias como las vividas en los últimos meses nos han hecho pensar. Y mucho.
Quien más y quien menos, se ha detenido, al menos durante un momento, a darle vueltas a las causas y a las consecuencias de las cosas.
Es verdad que, lamentablemente, comprobamos, una y otra vez, conductas deplorables, poco ejemplarizantes, de personas, más bien de grupos de personas, que no tienen la mínima sensibilidad de ponerse en el lugar del otro.
De retroceder y mirar. De comprobar en sus propias carnes lo vivido por muchos de los que nos rodean. De percatarse que lo que pasó puede volver a suceder. Y esta vez podrías ser tú el protagonista del desastre.
Por eso, insisto en la importancia de la mesura. Del aprendizaje. De la lectura reposada de lo sucedido.
Vemos brotes, focos, casos, que podemos considerar aislados, pero que nos debería preocupar que se extendieran.
Por otra parte, estamos deseando que todo esto sea tan sólo ya una amarga pesadilla. Continuar con nuestras vidas. Retomar cada una de nuestras aficiones, ocupaciones y preocupaciones cotidianas.
Todo ello no debe ser incompatible con el impulso que supone el caminar con cuidado. El tener tacto. El poder simultanear prevención con acción.
Sí, mirémonos dentro. Nosotros, al menos, tenemos esa oportunidad.