martes, 27 de diciembre de 2016

A VUELTAS CON EL FRANQUISMO


Como buena parte de los lectores conocerán, la Fundación Francisco Franco ha premiado recientemente a un diputado autonómico del PP en Extremadura junto a dos alcaldes, entre ellos, el de Guadiana, en la provincia de Badajoz, entre otras cuestiones, por la defensa de los valores del franquismo.
Este hecho que ha provocado que corran ríos de tinta en los medios de comunicación y miles de comentarios en las redes, tiene una consecuencia, sin duda positiva. De creerlos, habríamos conseguido que los dirigentes del PP reafirmen sus convicciones democráticas.
Tras unas patéticas disculpas, se ha pasado por varias fases. En un primer momento, sin querer darle importancia al caso, se aludía al carácter personal de su presencia en el ofensivo cónclave. Cuando salen a la luz sus declaraciones de exaltación del franquismo, se apresuran a retirarlas de la página web de la Fundación, posiblemente no avergonzados, sino temerosos de las posibles consecuencias para su continuidad en la política activa.
Pero hete aquí que cual conversos, salen las élites de la derecha extremeña, a condenar, en voz baja, este tipo de actitudes, a anunciar investigaciones de lo ocurrido y a discutir en sus órganos correspondientes, si merecía, o no, algún tipo de sanción.
Todo ello aderezado de unos golpes en el pecho alegando su condena a la Dictadura, su respeto a la libertad y a la Democracia…. que si se extendiera a todo el PP podríamos considerarnos afortunados.
Pero no cuestionan que exista legalmente esta Fundación o que reciba subvenciones. Se limitan a desviar la atención aludiendo al presunto apoyo de algunos a otros dictadores o a otros regímenes totalitarios o autoritarios. Sin embargo, eso sería tema de otro artículo. Ahora el debate está en si el PP consiente, autoriza, condena, sanciona, culpabiliza,… que dirigentes de su formación exalten la figura de un personaje que tiñó de negro ( y de rojo) la vida de sus compatriotas. Y no fue un acontecimiento puntual. El sufrimiento y la tragedia duró casi 4 décadas. Y los vestigios continúan. No los entronicemos, ensalcemos ni nos vanagloriemos de ellos. Bajo la mirada escrutadora de la Historia es donde deberían estar.




martes, 20 de diciembre de 2016

GUERRAS


Esta semana he acudido a una concentración de protesta contra la guerra en Siria. Cuando caminaba por el centro de la ciudad en dirección a la plaza, lugar donde comenzaba el acto, me encontré con multitudes de personas, unas simplemente paseando, otras volviendo de sus trabajos o realizando actividades laborales.
Sin embargo, cuando llegué al punto de encuentro, me di de bruces con la realidad: apenas unas decenas de personas seguían el llamamiento entusiasta de un movimiento ciudadano que se había movilizado por una causa que entendían justa.
Volvamos a tirar de tópicos, cuando decimos que vivimos en una sociedad insensibilizada. Que las tragedias apenas nos conmueven. Que pasan a nuestro lado pero que seguimos teniendo otras prioridades….
En estas divagaciones andaba con algunos de los asistentes, cuando caí en la cuenta de la importancia de que se sigan celebrando acciones de este calado. Y más en una cultura de redes como en la que nos desenvolvemos.
Es fundamental la presencia física ( sin la cual la acción no existe) pero no lo es menos la divulgación. Hoy se está en la red. Se vive dentro. A los pocos segundos circulaba un vídeo con la reivindicación. Habíamos pasado de ser unos pocos apasionados por las cuestiones sociales a ser centenares, pronto miles, de seguidores que pudieron comprobar como, en una ciudad de provincias, se protestaba contra la guerra.
Algo similar nos sucede con la mayoría de los actos culturales que se desarrollan. Ya no se hacen para los asistentes físicos, sino para los virtuales. Para aquellos que están dejando de consumir televisión o prensa escrita y siguen las noticias, se divierten, escuchan música…. a través de internet.
Por eso mi acalorada felicitación a los organizadores. Sin el inicio de la acción no se puede llegar a la difusión. Hay, por consiguiente, que estar.






martes, 13 de diciembre de 2016

DESAFÍO


Guillermo Fernández Martínez ha escrito un libro sobre su padre. Como se decía en la presentación que tuvo lugar en el Ateneo de Cáceres, no puede ser objetivo. Es su hijo. Eso no significa que no tenga el mérito de descubrir y contar muchos aspectos, algunos muy conocidos, desde el punto de vista que da el sentimiento humano de la vida.
Pero también, como nos gusta a los historiadores y a los periodistas ( Guillermo lo está siendo) hace un uso adecuado de las fuentes directas. Por eso he disfrutado leyendo su opera prima. Por eso he podido trascender más allá de acuerdos e incomprensiones sobre una realidad tan cercana como apasionante.
Y es que lo personal frente a lo político, llevado a través de la visión de terceras personas, le ha hecho crecer como escritor, a la vez que le permite madurar, con una soltura en las expresiones muy poco propia de un escritor en ciernes que desde tan joven tiene el atrevimiento, el desafío, de publicar un libro de no ficción.
A diferencia de lo que puedan haber escuchado los lectores, no es una biografía. Se trata del relato de un periodo, corto de tiempo, en el que se pueden observar sensaciones acompasadas con el momento, por medio de diferentes estilos de escritura. ¡ Y es que pasan tantas cosas en poco más de 4 años!
Nos trasladamos de la abstracción a la alegría. Del trabajo continuado a la responsabilidad del protagonista. De pasar, casi desapercibido, a ser, de nuevo, el centro del foco mediático.
Se trata de emocionar. No sólo es, como dice Rubalcaba, un compendio de recuerdos sino que nos encontramos con un manual de comunicación, donde se encuentra presente el análisis político producto de un mantenido trabajo de investigación, con páginas espléndidas y sorprendentes, como las dedicadas a la moción de censura.
En el centro, la sonrisa de 2007. Se cumple el desafío del cambio.

olo﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽e emocionar. No s responsabilidad del protagonista. De pasar, casi, desapercibido, a ser, de nuevo, el centro del foco


martes, 6 de diciembre de 2016

CARRERAS SOLIDARIAS


Muchos fines de semana las calles de nuestros pueblos y ciudades se llenan de personas haciendo deporte. A veces, de forma organizada vemos corriendo a gentes de todo tipo y condición física. La mayoría de las ocasiones en tono festivo. Esbozando una sonrisa. Desprendiendo felicidad.
Cada vez proliferan más las causas benéficas que posibilitan o fomentan esta clase de prácticas. Por eso carece de sentido, desconocer o tratar de esconder, su visibilidad.
Si bien es cierto que procuran un buen número de incomodidades para los que habitualmente se desplazan por el asfalto, fundamentalmente en sus coches, no lo es menos que, con información y organización, merece la pena prescindir por unas horas de este tipo de desplazamientos. Además, normalmente se suelen preparar itinerarios alternativos para paliar las molestias.
No se trata de alcanzar grandes registros en los cronómetros de la mayoría de los corredores. Se persigue demostrar, promocionando la salud a través de la actividad física, que es posible conjugar movimiento y sensibilización. Que la unión de muchos permite soñar con grandes metas.
Esta es la razón por la cual sería recomendable que los responsables de las organizaciones procuren diseñar sus recorridos buscando el mayor apoyo posible. Y eso sólo se consigue atravesando las calles y avenidas más populosas. No escondiendo a los corredores.
No es cuestión, como apuntan algunos, de la mayor o menor dureza del circuito. No estamos hablando de atletas profesionales. A mi juicio, lo más interesante es la ventana que se ofrece al mostrar la solidaridad del esfuerzo compartido.
En caso contrario, probablemente irá disminuyendo el número de participantes, volveremos a encontrar este tipo de actividades relegadas a los deportistas de élite y privaremos a la ciudadanía de devolver, con la generosidad de sus loables intenciones, la posibilidad de sentirse a la vez que útiles, dichosos por la consecución, incluso, cada año, de metas particulares. Sigamos, pues.