viernes, 5 de agosto de 2011

REESCRIBIR LA HISTORIA

Apenas dos meses después de las elecciones autonómicas y municipales nos encontramos en Extremadura con una serie de valientes aprendices de intelectuales que se ufanan por reescribir la Historia de nuestra tierra. Tanto la más reciente, como la denostada y nublada visión que se pretende transferir sobre el breve lapsus de democracia que hubo en los años 30.
Empecemos por preguntarnos qué motivos tienen algunos coríferos del nuevo régimen, por silenciar los efectos de la tibia ley de Memoria Histórica. Si bien es cierto, y así lo he insistido en más de una ocasión que esta medida legislativa es criticable, lo es precisamente por el efecto contrario que suele aparecer en determinados momentos: a mi juicio quizás se ha sido extremadamente prudente a la hora de aplicarla. Pacato en la toma de decisiones. Duditativo en el presunto intento de no crispar. Y digo yo, cómo se pronunciaría el personaje que incide en señalar que esta ley, calificada en un artículo de opinión hace unos días como bodrio sólo sirve para mostrar el rencor de los que reivindican su mayor aplicación, tuviera a su madre o a su padre desaparecido, o localizados en una cuneta. Si durante cerca de 40 años el tema sobre el destino de sus familiares hubiera sido tabú en casa. Si se hubiera percatado hace poco del motivo de los continuos llantos de la abuela. De su solitario sufrimiento. De su afán por protegerle cuando en los 80 le entró la pasión por la política… ¿ seguiría poniendo impedimentos a su búsqueda? ¿ quién es el depositario de la ira? ¿ a quién le hacen daño esas demandas?
Creo que al margen de ideologías debemos ser tolerantes y respetuosos cuando se pretenda honrar la memoria de nuestros muertos. Por esa razón a mí siempre me ha gustado más hablar de Memoria Democrática que de Histórica. Por una cuestión de contenido: priorizo el recuerdo de las obras de los asesinados. La mayoría de ellos golpeados cruelmente hasta su muerte fuera de los campos de batalla. No perecieron en ninguna guerra, como pretenden hacernos creer. Al contrario les sacaron de sus hogares, hurtándoselas a sus seres queridos, bien por profesar unas ideas que no gustaban o, en los más miserables de los casos, por rencillas personales. Son asesinatos, no han caído en la batalla. Es pues, nuestra Historia. Aunque no nos guste.
Por otra parte, con respecto a los últimos 30 años, se ha desatado una escalada por revisar todo lo que se hizo desde la Transición en Extremadura. Y no me parece mal si se apuntaran datos objetivos. Si no se seleccionaran fuentes. Si no se atacara con un objetivo revisionista aficionado o contaminado por el odio hacia lo establecido.
En este sentido nadie podrá cuestionar que nuestra Comunidad ha dado un cambio sustancial y que su transformación ha sido absolutamente radical. Evidentemente no vamos a enumerar las miles de actuaciones efectuadas. Es posible que se hubiera podido hacer más. Es probable que alguien podría haberlo hecho mejor. Pero sin la más mínima incertidumbre el hecho objetivo es que, por lo menos para la mayoría de los extremeños, estamos muchísimo mejor ahora que hace 30 años. Seguro. Y algunos son más responsables que otros. Y algunos han puesto energía y otros palos en las ruedas.
Tenemos menos diferencias en todos los parámetros de bienestar con respecto no sólo al resto de Comunidades de España, sino lo más fundamental, entre nosotros mismos. Ya no existen los enormes desequilibrios sociales internos que padecíamos. Quizás ese sea el motivo de una acelerada conciencia crítica en los extremeños. Somos conscientes de que nos hemos ganado el derecho a ser exigentes. Antes estábamos sometidos. Con la consolidación de la democracia y el acercamiento entre las clases sociales se va cerrando el triángulo: libertad, igualdad y fraternidad. Pese a los flecos que quedan por coser.
De esta forma las burdas maniobras de los que se han mantenido callados durante los últimos años y que ahora se precipitan a denostar todo lo que huela a la izquierda, es decir al PSOE de Extremadura, únicamente pretenden ganarse las simpatías de los recientemente instalados en el Poder. Y no vale a costa de falsear la realidad. Pero mucho menos vale si pasas por encima de los sentimientos. Si juegas con la palabra en lugar de poner en pie con hechos tus argumentos.
Por último creo que al concepto de Memoria Histórica le ha pasado lo mismo que al de ciudadanía: una parte de la sociedad lo ha asociado despectivamente a la izquierda, insisto al PSOE, y por eso no entran a valorar su auténtico mensaje. De hecho se están escuchando voces que prefieren hablar de personas en lugar de ciudadanía ( que son las personas con derechos). Pero eso es motivo de una reflexión más larga.

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