Dicen que la Historia es cíclica. Que hay que aprender de los errores del pasado para no repetirlos ( y añado yo, también de sus aciertos para que sirvan de modelo). Todo esto me sirve de referencia para comenzar mi primera columna tras el paréntesis de agosto.
Durante este mes, además de la desgracia de los incendios que han asolado nuestra tierra, y cuyo análisis desde el punto de vista político y social merece un tratamiento más profundo, uno de los temas que han seguido acompañándonos es el tratamiento de la inmigración.
Si uno viaja un poco, se percata de la riqueza que supone la contribución, no sólo de otras culturas, sino también desde el punto de vista económico, al desarrollo de los lugares de destino.
Pero como decía que hay que mirar por el retrovisor para vernos reflejados en otras épocas y en otros lugares, quiero detenerme ahora en el comentario de lo sucedido en un país, Estados Unidos, cuyo gobierno actual es el máximo representante del odio al diferente ( deportaciones masivas, construcciones de muros, detenciones arbitrarias...)
Sin embargo, no lo voy a realizar con el objetivo puesto en la actualidad, sino para que los lectores puedan asimilar que similares escenarios se produjeron allí hace varias décadas ( al igual que ha sucedido en España en otros momentos) nos iremos.a los años 30 del pasado siglo.
Como nos describe magistralmente John Steinbeck en “Las uvas de la ira”parecería que no nos hemos movido mucho. Vemos como se produce una gran migración que los propietarios de tierras aprovechan para provocar una enorme bajada de salarios.
Además la mecánica de atracción hacia los lugares de contratación está muy preparada: se anuncian miles de puestos de trabajo, lo que provoca enormes desplazamientos de posibles obreros que cuando llegan a esos destinos se encuentran con la ley de la oferta y la demanda: como hay exceso de mano de obra se les ofrecen salarios de miseria. O lo toman o se mueren de hambre…
Los migrantes sobreviven en condiciones lamentables. Vagan de campamento en campamento. A veces ayudados por ONGs, pero la mayoría de las ocasiones obligados a marcharse.
En paralelo, los autóctonos miran a los migrantes con desprecio. Les amenazan, les atacan, les persiguen. Les acusan de todos los males que se producen en sus localidades. ¿ les suena a algo?
Ciertamente parece que en muchos casos hemos avanzado poco. Algunos tratan de argumentar la defensa de las condiciones de vida adquiridas sin percatarse de que todos tenemos una trayectoria, un recorrido a lo largo del tiempo y de la Historia. Nos quejamos de cómo hemos sido tratados y repetimos las mismas actitudes con los que vienen. En fin, prefiero quedarme con la necesidad de contar con aquellos que contribuyen a hacernos mejores en todos los sentidos.
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