Siguiendo con las lecturas recomendables de estos últimos meses, hoy nos vamos a referir a la publicación del libro “Extremadura contra el olvido” de Ángel Olmedo y José María Álvarez, con un prólogo muy sentido del profesor de la Universidad de Cádiz, José Luis Rodríguez Molina.
A lo largo de esta obra se constata, en relación con la Dictadura, que lo que no se recuerda no existe. Pronto, en lugar de desaparecidos, vamos a tener que hacer alusión a restos arqueológicos. Esa es la razón fundamental para que insistamos en la importancia de decidir y aprobar los denominados “ lugares de la Memoria”.
Un ejemplo lo tenemos en la localidad de El Torno con el emblemático “Mirador de la Memoria”. De ahí se puede dar pie a la utilización de documentos, testimonios orales, exposiciones ( como las realizadas por las Asociaciones de Memoria habitualmente). Del mismo modo se puede hacer hablar a las piedras con rutas senderistas de la Memoria ( aquí podemos citar las que realizan AMECECA en la ciudad de Cáceres, las marchas de “la columna de los ocho mil” impulsadas por varias asociaciones de la provincia de Badajoz, o las “rutas del exilio” que organizó la Diputación de Cáceres el año pasado).
En la misma línea estarían la recuperación de historias de vida, como es el caso de las mujeres represaliadas, de las maestras y maestros depurados ( junto a miles de funcionarios públicos) o la reconstrucción de la trayectoria profesional y vital de los que se tuvieron que marchar al exilio o vivieron en la clandestinidad. Muchas de estas historias han sido propia de guiones de cine ( me viene a la memoria la que cita José María Alvarez en este libro sobre los dos aviadores de italianos).
También tiene sentido la mirada hacia la lucha contra la Dictadura a través de las huelgas y conflictos sociales que se fueron planteando.
En el sentido de conocer nuestro reciente pasado, Ángel Olmedo insiste en el hecho de que muchos escolares conocen la existencia de los campos de concentración nazis pero ignoran la existencia de los que se establecieron en España y varios en particular en Extremadura: plazas de toros, conventos ( como el de Santo Domingo en Mérida), el campo de Castuera, las colonias penitenciarias de Montijo…
Muchos de estos lugares aprovecharon para utilizar, a modo de obra prácticamente esclava, a los presos para la realización de obras públicas. Por cierto, algunas de estas obras fuero iniciadas en los gobiernos de la II República con un fin social: dar trabajo a la vez que generar riqueza y reconvertidas por Franco en un castigo para los obreros, en buena parte presos políticos, que fueron utilizados, insistimos, como esclavos ( con una mortalidad y tasas de enfermedad muy elevadas), bajo el eufemismo de redención de penas por trabajo, inspirados en los campos de concentración nazis.
Que quede claro, ahora que está de moda hablar de bulos y de “ fakes news”: Franco “ no inventó los pantanos de Extremadura”. Eso sí, inauguró varios...
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