miércoles, 13 de abril de 2011

Conflictos en la adolescencia

Ayer participé en un acto, organizado por la Fundación Cives donde se presentó un riguroso estudio de investigación sobre los conflictos en la adolescencia. Está coordinado por la profesora de la Universidad de Salamanca, María Antonieta Delpino y ha contado con un grupo multidisciplinar de apoyo.
La verdad es que el tema era tan sugerente que muchos medios de comunicación se habían interesado previamente por su contenido y en el momento en que se hizo difusión del evento, recibimos consultas de padres, docentes y personal interesado en conseguir el material que se había editado ( por cierto se puede ver íntegramente y en formato digital de forma gratuita en la página web de la Liga de la Educación y la Cultura Popular).
Tras escuchar a la ponente extraje algunas reflexiones que me van a dar pie a los siguientes comentarios: si bien hay que huir del alarmismo, pues la noticia que dan los medios de comunicación sobre excesos en los comportamientos, suelen ser la excepción, cierto es, que no podemos obviar ninguno de los dos extremos: ni está todo en calma, ni hay continuamente una situación insostenible de violencia. En el plano educativo debe quedar claro que a lo que nos atenemos es a un reflejo de la sociedad que, como bien indicaban algunos de los asistentes, precisa para enfrentase a las disrupciones, la colaboración de toda la comunidad implicada: jóvenes, padres, profesores...
María Antonieta nos derivó a un recorrido por la tipología de los conflictos, por las reacciones ante ellos y expuso una elevada muestra estadística, extraída del trabajo de campo en varias ciudades españolas ( entre ellas alguna extremeña, como Cáceres). Así pues, comenzó centrándose en las percepciones que se tiene sobre el conflicto. No tiene porque verse siempre como algo negativo, ni identificarse necesariamente con la violencia. Para el adolescente, el conflicto se produce simplemente cuando se expone ante alguien con el que no comporte algo: estética, opiniones... y en la manera de afrontarlo está el quid de la cuestión.
Hay que tener presente que el mundo de un adolescente es muy peculiar. Es el de una persona en transición, en continuo cambio y por sorprendente que pueda parecer se producen muy variadas reacciones en función de una serie de considerandos, como por ejemplo,sus preferencias: desde la lectura, internet, salir con los amigos, los estudios, ir al centro escolar... pero en lo que la mayoría coinciden es en la elevada estimación que tienen a la familia y a las relaciones sociales.
Finalmente resulta interesante detenerse en analizar los conflictos en el ámbito familiar, definidos y encuadrados en tres grandes grupos: generacionales, de autoridad y de sobreprotección. A cada uno de ellos les dedica en el Informe su correspondiente apartado.
En conclusión también podemos añadir que la necesidad para este segmento de la población del cumplimiento de unas normas, exige por contra que sean suficientemente explicadas para que puedan ser mejor acatadas. No la imposición "por que sí" que deriva, en muchas ocasiones, en oposición y/o rebelión. Deben ver nuestros jóvenes al adulto como un referente moral y formativo. Pero para eso, hay que saber jugar adecuadamente cada uno su papel. Y en este libro tenemos muchas de las claves.

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