En política, como en la vida, lo más
importante son los principios. La gente aprecia y valora a aquellos que, pese a
que en ocasiones no les vaya tan bien como quisieran, no sean comprendidos, o
sus opiniones no sean mayoritarias, mantienen incólumes sus planteamientos.
Eso no significa que no se tenga que situar
como prioridad el diálogo. El saber ceder. El comprender que, muchas veces, una
buena explicación te lleva a prescindir de presupuestos que creías inamovibles.
Por otra parte, están aquellos que, como
el famoso perro del hortelano: “ ni comen, ni dejan comer”. Me refiero a las
situaciones en las que, normalmente, desde la oposición de derechas ( y prueba
evidente la tenemos en Extremadura) en lugar de aportar, enriquecer, contribuir,…
se ponen en el frontispicio de su hoja de ruta, el No, como elemento básico de
conducta.
Tan pronto te exigen que acometas
una línea política: ampliación de una Consejería, atención a la renta básica,
incremento en el profesorado, mejora del transporte sanitario, crecimiento de
la economía,…. y, a continuación, cuando
se ven los resultados, todo son pegas o peros.
En efecto, la política del “pero”,
todo va bien hasta que se introduce esta conjunción. Inspiran poca confianza.
Nunca recibirás palabras de apoyo. Evidentemente, no se necesitan palmaditas en
la espalda, pero tampoco se requieren palos en las ruedas.
Creo que tan sólo hay que dejar a
los demás trabajar: acertar, equivocarse, ayudar a corregir, pero no
insistentemente criticar por criticar. Como si eso diera más puntos de cara al
futuro electorado. Como si molestar, por ejemplo, con reiteradas interrupciones
durante los Plenos que evidencian una clara mala educación, diera réditos de
cara a subir en el imaginario de los rankings de diputados más “populares”.
Es lo que denomino, sorber y soplar.
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