lunes, 28 de abril de 2014

FALENCIA


Acostumbrados como estamos a que el concepto credibilidad esté en entredicho, resulta indigno que los espasmos ocasionados por las falsas promesas, o los incumplimientos reiterados se pierdan en el olvido de los  no sufrientes.
 Cierto es que los avisadores, casi profesionales, expectantes en todos los lugares del espectro, desmontan las estrategias de echar abajo cualquier sugerencia de disgusto al recordarnos que en “todos sitios cuecen habas”. Quizás tenga rentabilidad política a medio plazo a los que pretenden instalarse de manera cuasi perenne en el sistema pero causa un enorme perjuicio a los que pensamos que cuando las cosas se hacen mal, lo importante es lo que ocasiona y no vale disculpa porque otros lo hagan también de la misma o peor forma (será igualmente criticable).
Revertir este tipo de situaciones donde se trata de evitar pulular por aquellos lugares donde puedas salir escaldado provoca que la mediocridad, la falta de nivel, el compromiso  de sólo dejarse ver, la inacción, la pérdida de complejos, la vanidad.... sean denominador común muy a nuestro pesar.
Claro que las excepciones llaman la atención, pero en los últimos años no somos capaces de aglutinar, en torno a las singularidades, un equipo de notables, de gente que pueda “jugar” en cualquier momento, de evitar dependencias de los imprescindibles.... en definitiva de que el concepto reverberación, en el sentido vulgar de “sonsonete” pueda ser la música de fondo en  la hoja de ruta donde cualquiera pueda ser el protagonista, pues hemos interiorizado el guión hasta conseguir desprender el aura de lo auténtico, de aquello que no genera dudas, de lo fiable, en definitiva.
Quizás nos falte instaurar en nuestra cultura pública la necesidad, obligación diría yo, de rendir cuentas, más allá del paso de las urnas. Ya hablaron algunos hace tiempo que los programas electorales deberían convertirse en contratos. En ellos los políticos reflejaríamos unas propuestas, con unos tiempos, unas circunstancias y una metodología para cumplirlas. Pasados éstos, hay multitud de formas objetivas de corroborarlos. Hay numerosas maneras de pedir explicaciones. Hay cantidad de fórmulas para asumir responsabilidades. Sin esperar a “caer en desgracia”.
Por eso resulta noticiable, cuando un elevado dirigente foráneo dimite por haber aceptado como regalo una botella de vino. Nos parece extraordinariamente exagerado. Sin embargo, resultaría mucho más esclarecedor que se partiera de unas condiciones claras y de unas mismas reglas de juego. Así evitaríamos, en todos los sentidos, el engaño y/ o el error. Eso es la falencia.
Falencia ( El Periódico Extremadura - 26/04/2014 )http://www.elperiodicoextremadura.com/noticias/opinion/falencia_800038.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario