sábado, 18 de junio de 2011

El gran cambio: la igualdad

Hace unos meses comencé una investigación sobre el papel de la mujer en la Transición extremeña. Indagé sobre las primeras mujeres que, siendo todavía muy jóvenes desde la década de los 70 fueron adquiriendo conciencia política hasta desembocar en los albores de la democracia desempeñando duros, muy duros entonces, cargos públicos: fueron las pioneras en esta segunda democracia de la reciente historia española a la hora de desempeñar funciones de responsabilidad en partidos, sindicatos, asociaciones, y en cargos electos, como concejalas y algunas alcaldesas.
Dando un salto en el tiempo y mirando hacia una parcela que ocupa buena parte de mi ocio, observo como proliferan las denominadas " carreras de la mujer". Es decir pruebas deportivas, con participación exclusiva, y masiva, de mujeres, que sirven de elementos catalizadores de varias reivindicaciones sociales.
Evidentemente el objetivo final debe ser la búsqueda del equilibrio, el evitar la participación, en cualquier faceta de la vida de porcentajes mínimos de un sexo y/u otro. Algunos han criticado ferozmente el tema de las cuotas sin percatarse que desde entonces hasta la fecha se han producido enormes avances en el incremento de la presencia femenina en numerosos ámbitos. Hasta el extremo que cada vez resulta menos extraño encontrarlas culminando los principales puestos y sin que apenas nadie cuestione su labor por su género y sí se comience a criticar las actuaciones de cada uno en virtud de su gestión. Sin duda, la igualdad, que como ya hemos comentado en otros artículos, siguiendo a Jesús Caldera, es un instrumento de creación de riqueza y en el caso de las mujeres y de los hombres contribuye a incrementar y potenciar las posibilidades que la minusvaloración, cuando no, el descrédito o incluso el desprecio habían dejado atrás posiciones extraordinariamente conservadoras.

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