martes, 11 de enero de 2011

EL DISCURSO

EL DISCURSO
Es tiempo de balances. Es época de explicar gestión. Es el momento de volver a prometer y de dar explicaciones. Pero no debe oscurecer lo que, a mi juicio, debe ser prioritario para aquellos que desde hace mucho tiempo sentimos la pasión (los “colores” se diría en argot deportivo) por la política: el discurso. La ideología. El sustrato en el que se van a basar las acciones que propondremos y en el que se deben sustentar las que se han llevado a cabo.
Para ello a veces nos encontramos con que debemos diferenciar claramente lo que son las instituciones (más sufridas para albergar explicaciones de lo que venimos comentando) de lo que son los partidos. En éstos debe caber el peso de la ingratitud ante un devenir implacable contra las ganas de hacer muchas cosas. Por esa misma razón no se puede comportar igual uno de la misma manera cuando aborde el poder o el plano orgánico y/o el institucional.
Los conservadores siempre están pendientes únicamente de los resultados concretos. No les importa ni lo que suponga llevar a cabo ni lo que se tenga que dejar atrás. Son eminentemente gestores y el corazón lo dejan para otros asuntos.
La izquierda subrepticiamente tiene que conjugar ambos factores, plenamente compatibles. Un indefectible amor por los desfavorecidos no dejará a posteriori huero la cuenta de resultados. La generalización de los beneficiados en lugar del escueto número final.

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