domingo, 8 de agosto de 2010

LITERATURA Y NATURALEZA

Mi gran amigo el admirado escritor Salvador Vaquero me lanzó esta semana una invitación, que se convirtió en un auténtico reto, para que fuera a hablar sobre mi experiencia como historiador a un grupo de adolescentes que se encontraban disfrutando de un campamento de verano en el valle del Jerte. Nada más llegar me topé con la agradable sorpresa de un entorno privilegiado ( y no es ningún tópico) pues el día anterior había estado en Madrid y al bajar del coche me choqué con una temperatura que invitaba sobre todo a la creación. Y es que de eso se trataba, los chicos aprenden durante un par de semanas a respetar y conservar el medio ambiente con efectos prácticos, a comprobar en primera mano las virtudes y ¿por qué no? las dificultades de la convivencia, se maravillan con los caballos, se relajan en el agua del río, hacen deporte y también escuchan a sus monitores y en casos como el de ayer asisten a charlas o conferencias, por cierto, muy participativas.
En mi caso iba ciertamente sensibilizado pues entendía que probablemente mi disciplina les podría resultar un tanto árida. Pero no fue así ( al menos esa es la sensación que yo me traje). Aderezado con anécdotas les introduje en el mundo de un historiador que escribe libros y artículos, les trasladé la metodología en muchas ocasiones más propia de un detective para tratar de constrastar los relatos de los documentos con las fuentes orales cuando analizamos sucesos en los que todavía se conservan vestigios humanos vivos y sobre todo les llené de anécdotas, de casos reales, de sucesos propios de una película, del uso de las nuevas tecnologías... en fin que tuve la suerte de ver la cara de mis, esperemos futuros lectores. Una gratísima experiencia.

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