SUPERIORIDAD MORAL
Escribía José María Lassalle en El País un artículo donde nos hablaba de la superioridad moral de la Democracia frente a la Dictadura. Hace poco, cuando resonaban los ecos sobre algunos actos de conmemoración del aniversario de la muerte de Franco, nos recordábamos que su exhumación, permitiendo a sus familiares que tuvieran una sepultura cristiana, fue una decisión política que permitió a esta familia lo que el dictador negó a sus víctimas.
Dicho esto para continuar con la pedagogía que debe invocar a mostrar que, con todas sus imperfecciones, una Democracia siempre será mejor que una Dictadura, que parte del principio de la imposición, la negación y el veto.
Por eso son muy importantes los lugares de memoria. El Gobierno de España ha tomado la firme determinación de ir aprobando la consecución de estas declaraciones, que van más allá del simbolismo, y que van a posibilitar el acercamiento a la Historia, a sus valores y a la extensión de los principios democráticos a todo tipo de generaciones.
Es algo similar a lo que sucede con las nacionalizaciones para los hijos y los nietos del exilio. Aquellos españoles que tuvieron que huir de su país por causa de persecución política y cuyos descendientes ven ahora la oportunidad de reconciliarse con su patria de origen.
Es una de las múltiples formas de utilidad que están teniendo las Leyes de Memoria Democrática. Por muchos de estos motivos no se alcanza a concebir el motivo de las derechas por eliminarlas ( o sí, si nos detenemos en pensar el interés que algunos pueden tener en profundizar en los regímenes pluralistas).
Hablábamos al principio de la superioridad moral de la Democracia pues, lejos de la humildad, hay que ser combativos con los intentos de su socavamiento, cuando no destrucción. Sigue pareciéndonos lejano el momento en el que sea un pensamiento único el predominante. Pero, no podemos obviar que lo que han comenzado a deteriorarse son las bases, con lo que el edificio empieza a sufrir debilidad, esperemos recuperable.
No es menos cierto que hay muchos casos, actitudes, comportamientos... que contribuyen a que la ciudadanía desconfíe, pero es mucho más real el demostrar a la población cómo repercutiría en sus vidas volver a la casilla de mediados del siglo pasado.
Los jóvenes no lo han vivido. Algunos prefieren no imaginarlo. Otros caen en la red de la desinformación y/o del miedo. Sin embargo, pueden estar completamente convencidos de que es mucho mayor la inseguridad vital que se produce en una Dictadura para la mayoría que no podría hacer libremente buena parte de las cosas que hoy hacen que la supuesta tranquilidad que les pueda facilitar un Estado autoritario.
Frente al bulo, los hechos: libertades de expresión, de pensamiento, de comunicación, diversidad política y social aceptada en todos los sentidos, respeto y tolerancia al diferente, participación pública sin cortapisas…