domingo, 27 de octubre de 2024
AQUIESCENCIA
Se habla continuamente bien de que lo importante es el futuro. Otros, al contrario, inciden en apuntalar un presentismo, en el que se indica que lo único que existe es el hoy y el ahora. Y luego están muchos comunicadores, fundamentalmente de las ciencias sociales, que precisan que para mejorar nuestro presente y preparar el futuro es necesario, no sólo conocer, sino también aprender, de nuestro pasado.
El historiador italiano Antonio Scurati, señalaba hace unos días en el periódico El País que vivimos en una época en la que nuestra experiencia histórica del tiempo ha terminado. No sentimos una conexión con las gentes que nos han precedido.
En ese contexto es donde surge el auge de los populismos y de la extrema derecha. Algunos además impulsando sus políticas y su ideología desde el poder, casos por ejemplo, de Meloni, de Orban y está por ver qué sucede en Estados Unidos.
Todos ellos quedan definidos por determinadas iniciativas que nos pueden resultar familiares de otros tiempos muy denostados: el culto al líder, estereotipar la inmigración o echar la culpa al otro como “ el gran problema”…
Es, por tanto, necesario, una labor de concienciación acerca de las consecuencias que a corto plazo tienen estas propuestas. No hablamos de las próximas décadas, como nos venía sucediendo con las amenazas del cambio climático que hace tiempo no las queríamos ver y ya las tenemos aquí. Nos referimos a que la propia democracia puede estar en peligro si proliferan las noticias falsas ( ya hay algunas series de televisión que nos describen escenarios en las que esta práctica desde el poder, utilizando las más novedosas de las tecnologías, puede ser empleada sin ser denunciadas al estar implicadas muchas altas instancias y confundir la posible credibilidad de todo el sistema).
Si se manipulan elecciones, se utilizan medios espurios para lo que antes se denominaba “ compra de votos” o simplemente se abusa de la vulnerabilidad a la hora de recibir la información de amplias capas de la sociedad, nos encontraremos ante el dilema de si pueden considerarse justo los resultados.
De esta manera, creo que es muy importante que no establezcamos rupturas en la línea del tiempo a la hora de establecer prioridades.
Es, a mi juicio, positivo que sigamos conociendo y aprendiendo, como señalábamos anteriormente, de las experiencias de nuestro pasado. Si el futuro está por escribir, será en el devenir vital de cada generación, con el bagaje de lo que saben, como se van a definir los próximos escenarios.
No pensemos que la historia empieza de cero cada vez que se produce un cambio: ya sea político, económico, social o cultural.
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