Estamos, como estamos, ilusionados en
superar la crisis sanitaria. Pasando de fase en fase con alegría. Tratando de
superar, sin dejar a nadie atrás, todos los dramas que han ido aconteciendo.
Vemos como la luz vuelve a brillar en nuestras
retinas. Las calles se llenan de gente, el personal va volviendo paulatinamente
a sus trabajos y a sus lugares de ocio. Se producen los reencuentros tan
ansiados….
Y en medio de todo esto y con la que
hemos pasado no tendría ningún sentido que olvidemos que, pero mucho más
multiplicado veremos, sin duda, el impacto que hemos sufrido, sólo que esta
vez, en sociedades vulnerables.
Nos referimos a los denominados países
subdesarrollados. Nos referimos a esas mega urbes donde se hacinan los más
pobres. Nos referimos a los campos de refugiados con escasa cuando no nula
posibilidad de mantener las mínimas distancias sociales y medidas de higiene
obligadas por la pandemia. Nos referimos, en definitiva, a nuestros vecinos, a
nuestros hermanos, a aquellos países con prácticamente inexistente cobertura
sanitaria propia.
Por eso ha sido muy importante que se
hayan unido las Comunidades Autónomas, lideradas en este caso por Extremadura,
con la idea de salir de la crisis cooperando.
La referencia extremeña estaba en la idea
de impulsar la solidaridad desde abajo y desde cerca, como manifestaban en el
documento que consiguieron firmar por consenso.
Como muy bien manifestaba Ángel Calle,
director de AEXCID, hay una estrecha relación entre los virus, las migraciones y
la cooperación para el desarrollo. Somos un solo mundo, interdependiente y en
el que los pueblos están totalmente interrelacionados.
El objetivo por el que nos debemos mover
es el de intentar reducir las brechas que nos separan en todos los sentidos. Da
igual donde nos encontremos. También en entornos muy cercanos a los que nos
desenvolvemos.
Evitemos las diferencias en el trato.
Seamos conscientes de que existe una continuidad en lo que somos, de dónde
venimos y a dónde vamos.
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