Ahora que se apagan o se silencian los
aplausos vespertinos, es el momento de poner en marcha, como están tratando de
hacer todas las administraciones, las verdaderas medidas de reconocimiento
hacia los trabajadores que lo han dejado todo en esta pandemia.
Estoy convencido que la inmensa mayoría
de ellos agradecen hasta el paroxismo estas muestras de enfervorecido apoyo.
Pero, si de verdad queremos hacer algo productivo para toda la Comunidad,
tendremos que poner el objetivo en perseguir otro tipo de medidas. Iniciativas
que coadyuven a conseguir que tengan mejores condiciones laborales y medios a
su alcance que les lleven a perpetuar, y no hacerlo sólo de forma coyuntural,
el reconocimiento social que merecen.
Ya hemos podido ver que los remedios empleados
han sido similares a los utilizados en siglos pasados: el confinamiento y la
higiene.
Sin embargo, cuando no hay problemas,
parece que todo esto se nos olvida. La prevención no es una costumbre habitual.
Prueba de ello es que mucha gente acaba de descubrir el significado de siglas
tan repetidas en los últimos meses como EPI.
No es menos cierto que cuando las cosas
se quieren hacer bien requieren su tiempo y su recorrido. Por esa razón, no
deberíamos escatimar esfuerzos en insistir en que no haya pausa en procesos
como son. la investigación de vacunas o en su defecto tratamientos paliativos.
No caigamos en el desánimo que se está
extendiendo de que no vamos a aprender nada de esta crisis. De que ni mejores,
ni más fuertes. De olvidar lo pasado y vivir el presente sin tener en cuenta,
ni lo que hemos padecido, ni lo que podría volver a suceder.
Imágenes que nos han impactado y que no
tienen que difuminarse con el paso del tiempo.
En este sentido los homenajes, los actos
de Memoria, serán siempre imprescindibles ya que nos motivarán para que la
acción no se detenga, más allá de un sencillo y sincero momento protocolario
y/o institucional.
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