Resulta
que, en muchas ocasiones, reconocemos determinadas acciones asociadas a una
persona, un acontecimiento o un suceso singular. Es lo que se viene a
denominar, epónimo.
En el
caso de Extremadura, es cierto que esas relaciones suelen ser muy habituales
con numerosos puntos comunes como son: el mundo y el entorno cultural, el medio
ambiente y nuestras enormes posibilidades comparadas con otras Comunidades y
otras, quizás menos apreciadas en las últimas décadas, como los avances en la innovación educativa
conectadas con todo el recorrido que se hizo en los gobiernos de Juan Carlos
Rodríguez Ibarra. Fue lo que en aquellos momentos se conoció como la Sociedad
de la Información, la apuesta por el sofware libre o por las Nuevas Tecnologías
aplicadas a la realidad más inmediata y a buena parte de los servicios
públicos.
De ahí
viene el reconocimiento a un trabajo que es preciso reseñar su lentitud para
hacerlo asumible.
Si
bien, vivimos en entornos dinámicos, en lo que todo cambia a una velocidad
vertiginosa, no es menos cierto, que los historiadores, cuando queremos
analizar los avances estructurales en las modificaciones o hábitos sociales,
necesitamos tramos temporales o espacios cronológicos amplios.
De ahí
deriva su verdadero valor. Cuando somos capaces de comprender que hay que
equivocarse para acertar. Que hay que caerse y volver a levantarte para
avanzar. Que, pese a la humildad, en regiones periféricas como la nuestra,
podemos ser la enseña en la que se reflejan otros, supuestamente más avanzados.
Siempre
recordaré, a modo de anécdota, como compañeros de otras Comunidades,
cuestionaban nuestras posibilidades para hacer la transformación que se realizó
en la región, tanto en infraestructuras educativas, como en el equipamiento de
las aulas. Otras estaban llenas de deudas o se habían gastado sus recursos en
financiar televisiones. Aquí, se decidió potenciar la educación en el sentido
de un bien del que pudieran disponer todos los alumnos, al margen de los
recursos económicos de los que dispusieran sus padres.
Hoy
posiblemente nos afrontemos a otros retos. Por eso, quizás en un futuro
próximo, los historiadores quieran hacer sus investigaciones sobre la realidad
de una economía verde y circular en un mundo en el que el cambio climático
trastorna todas las previsiones. Quizás sea el momento de que el nuevo reflejo
sea el decidido empuje hacia las energías alternativas. Quizás, otra vez más,
sea el momento de la educación en valores. Esta vez medioambientales.
Estamos
s a tiempo de hacer Historia.
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