Recientemente una diputada del PP en la
Asamblea de Extremadura manifestaba, sin ningún tipo de rubor, que la izquierda
española despreciaba la Transición.
Sería recomendable que leyera un poco
más. Que hablara con los protagonistas que aún están vivos. Que no tratara de
generalizar y entendiera que existen los matices, como hemos señalado en más de
una ocasión.
Cierto es, que en torno a la Transición
se ha elaborado un aura de leyenda que ha tratado de desacreditarse por un
extremo o de ensalzarse, en algunos casos, por otros.
Sophie Baby, en su libro “El mito de la
transición pacífica: violencia y política en España (1975-1982)” reflexiona en
el sentido de que ante el debate de ruptura o reforma, lo que se produjo fue un
híbrido, fruto de un gran consenso.
Nos encontramos con situaciones en las
que no hay que minusvalorar la importancia o influencia de las movilizaciones
colectivas: de abajo a arriba, la cultura de la negociación y los pactos.
Por otra parte, un tema muy recurrente ha
sido la violencia política en la Historia del siglo XX en Europa. Y España no
es una excepción. Por eso, la violencia que se produce fundamentalmente en las
décadas de los 70 y 80 nos desvían del mito de transición pacífica, sin
derramamiento de sangre, que algunos historiadores han querido plasmar,
apuntando, si acaso, a momentos puntuales como el 23-F o el terrorismo vasco.
Se ha olvidado, en numerosas ocasiones,
el papel de las víctimas y su Memoria en aras de no empañar un modelo que ha
servido para países que dejaban regímenes autoritarios
El caso real es que nos encontrábamos en
el momento fundacional de la actual democracia ( hace unos días nos lo
recordaba el profesor Enrique Moradiellos). La sociedad española ha cambiado
mucho durante estos últimos 40 años y si antes no se podía hablar, comentar o
criticar alguno de estos temas, ahora podemos encontrarnos, en otro extremo,
también injusto, de echar por tierra
todo lo que se avanzó en unos momentos especialmente convulsos.
En nuestro imaginario colectivo debe
quedar el esfuerzo del gradualismo que ha supuesto pasar de una Dictadura a una
Democracia en un espacio de tiempo en el que era fácil que convivieran
elementos distorsionadores.
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