Hace unos años, la Fundación Alternativas
nos reunió a un grupo de intelectuales extremeños para debatir sobre lo que
entendíamos que podía ser la España plural. La semana pasada, dentro de los
denominados “Diálogos en el claustro”, han traído, de nuevo a Mérida, a Nicolás
Sartorius junto a Eduardo Madina. En
esta ocasión para departir sobre el concepto de federalismo.
Cierto es, que a lo largo de nuestra
Historia reciente ha sido un asunto no resuelto, pese a los tímidos ( y escasos
) intentos por implantarlo. Sin embargo, ha originado equívocos, como le pasó a
alguno de los asistentes a este debate que asociaba el federalismo con el
republicanismo. Y no siempre ha sido así. Ni tampoco lo es ahora.
Pongamos algunos ejemplos. Durante la
Segunda República española se implantó un régimen centralista que quiso dar
paso a lo que podría convertirse en un Estado de las Autonomías. Pero no sin
resistencias. No es baladí recordar ( por algunas similitudes con la realidad
actual) las masivas protestas en buena parte de España ( las manifestaciones en
Cáceres son prueba de ello) que se realizaron cuando se estaba debatiendo en
1932 el proyecto de Estatuto de Autonomía de Cataluña. Por no insistir en el
fallido proyecto extremeño ( impulsado por las dos Diputaciones y que pretendía
incluir a la provincia de Huelva, buscando una salida al mar).
En el momento presente no es lo mismo el
caso de Francia y el de Estados Unidos, por poner dos países con un sistema
territorial muy diferenciados y en los que ambos son República.
Por esa razón, una vez más, parte del
problema es el concepto: la palabra tira, de entrada, para atrás. La han
asociado a separatismo. Quizás sea necesario hacer pedagogía avanzando
gradualmente hacia el federalismo profundizando en el desarrollo del Estado de
las Autonomías o modificando algunos aspectos legislativos.
Sin embargo, como indicaba Madina, nos
empeñamos en gastar muchas energías en la cuestión territorial y dejamos de
lado la insistencia en las políticas sociales. Unas políticas que deberían ser
comunes para la totalidad del Estado y con la garantía de la igualdad de
oportunidades en cualquier parte que nos encontremos.
Ahora, por el contrario, tenemos
significativas diferencias que pueden servir de caldo de cultivo para que
populismos de izquierdas y de derechas socaven la credibilidad del modelo de
convivencia que tanto nos ha costado.
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