Siempre he tenido claro que, para que una
organización funcione correctamente, necesita la existencia de sectores
críticos que hagan que no te adormezcas. Esto no significa que el que se
oponga, tenga la razón, sólo por el hecho de discrepar del que ostenta la
responsabilidad o el poder. Tampoco es positivo cuando la minoría crítica no lo
es tal y sobrepasa un determinado porcentaje. Entonces estaríamos hablando de
división.
En el lado contrario, y es el que me
ocupa en este artículo, está el asunto de las unanimidades. En muchas ocasiones
no ha tenido buena prensa, pues se la asociaba a la nula disonancia o a la
escasez de libertad y/o miedo para expresarte. Sin embargo, a todos nos gusta
buscar el consenso. Tratar, como diría Unamuno, de convencer en lugar de
vencer. Ser conscientes de que el “otro” también puede aportar cosas buenas.
Asumir que se puede ceder para crecer.
En estos días he tenido la oportunidad de
verlo en temas muy concretos, como la cooperación en Extremadura. Nos situamos
en un escenario muy delicado, donde se trata de trabajar, fundamentalmente, a
favor de los más vulnerables, y donde el partidismo ( que no la ideología)
debería dejarse de lado.
En nuestra región trabajan muchas
organizaciones en este sector. Y en su mayoría están aplaudiendo el trabajo
conjunto que se hace con la Administración. Planes cuatrienales, anuales,
reuniones del Consejo, estudios para una futura Ley…, son símbolos de identidad
reflejados en la participación y en la transparencia.
Por estas razones es prioritario ahondar
en este tipo de vías. Dentro de la sana pluralidad, se han construido unos
espacios de entendimiento, y de colaboración donde elementos estratégicos como
el desarrollo humano sostenible, tanto exterior como interior, son ámbitos en
los que desenvolvernos juntos.
Sea pues así, expresemos nuestros
diferentes puntos de vista, pero no dejemos que otros intereses vulneren o realicen grietas en un espacio construido
para el progreso global.
Hablemos.
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