Acabo de leer el libro del catedrático
Fernando Sánchez Marroyo “Entre la caridad y los inicios de la justicia
social”. Al margen de que siempre aprendo mucho del estimado profesor, en esta
ocasión, sí que se desprenden muchas reflexiones que nos pueden aproximar al
conocimiento de realidades muy actuales.
En primer lugar, el hecho evidente de que
desigualdad no es lo mismo que pobreza. También que la beneficencia y la
caridad poco tienen que ver con conceptos como el altruismo. Todos ellos muy
introducidos en la sociedad en la que nos desenvolvemos ( sobre todo en el
denominado Tercer Sector, con ONGs, Fundaciones…)
Es obvio que el contexto de extremas
dificultades que se vivió, por no irnos muy lejos en el tiempo, desde los primeros años del franquismo, afectó a
los colectivos más vulnerables: los ancianos y los niños. Ambos eran objeto
directo de políticas de escasa solidaridad, con sueldos y trabajos precarios y
en un ambiente de tremenda exclusión social.
La ruina de las clases medias, la
polarización de las rentas o el doble sistema asistencial que tuvo la Dictadura
de Franco: con pensiones públicas para los sublevados y beneficencia para los
defensores de la Democracia, fueron algunas de sus características.
Muchos de estos aspectos no nos resultan
extraños bien avanzado el siglo XXI. Una época en la que tenemos que luchar
contra el liberalismo económico, impresionantemente individualista y en el que,
precisamente, la concienciación y la excepcionalidad de determinados
colectivos, hace que se ponga el acento en las políticas sociales. Ahí es donde
siempre diremos lo mismo: no da igual lo que hace la izquierda que la derecha.
No se trata, por consiguiente, de ajustar
cuentas con el pasado. Pero, sí de aprender, de mirar atrás para asimilar
errores y tomar lecciones. De evitar que lo cíclico sea siempre lo negativo.
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