Ya nadie se escapa de la escasa reflexión,
característica de la sociedad en la que nos desenvolvemos y que, paulatinamente,
empobrece nuestro intelecto. Es cierto, que cuando desde la superioridad
(presunta) moral, que da la utilización del discurso extenso, se ridiculiza la
cultura de los 125 caracteres, no lo es menos, que es una batalla perdida. No
se trata de comprender un nuevo mundo, se trata de asimilar que vives en él.
Hubo épocas en las que para desarrollar
las ideas fabricabas resúmenes, síntesis, epítomes de textos extensos, que con
su repetición permitían su mejor asimilación.
Ahora, ya no basta el resumen. La palabra
debe ir acompañada, irremediablemente, de la imagen. O expresándolo de una
manera mucho más acertada: a las imágenes le acompañan algunas palabras.
El sentido de lo que buscamos expresar se
encuentra en iconos, abreviaturas, imágenes y en alguna ocasión, una frase
forzada.
Pero nos quedan los libros, donde recreamos
otras vidas. Aprendemos, sonreímos, suspiramos... Nos relajamos con el paso del
tiempo
Bajemos a la realidad más cercana. El
sábado pasado conjugábamos las imágenes de miles de extremeños en Madrid,
reivindicando la mejora de nuestras infraestructuras ferroviarias, con la
sosegada explicación que te dan quienes los sufren con frecuencia: largos
trayectos en condiciones totalmente inadecuadas, retrasos recurrentes,
averías….
En breve, otro epítome llamará a las
puertas de nuestra Comunidad: los presupuestos autonómicos. El resumen del
esfuerzo por entendernos. Por buscar lo mejor para todos. Por ceder ante lo
necesario.
Esperemos que la inteligencia desplegada
a la hora de idear proyectos, de poner en marcha iniciativas, de desarrollar y
de sintetizar, se plasme en concreciones que corten de raíz el afán de criticar
cuando no somos capaces de llevar adelante lo que otros se proponen.
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