Arden Galicia y Asturias. Arden Cataluña
y España. ¿Qué tienen todas en común? Un detonante: la intencionalidad, por un
lado, y la solidaridad ante las causas comunes, por otro. No es pura
casualidad.
La lluvia mansa de los últimos días podría
mitigar. Pero el daño causado es mucho. La convivencia, el dotarnos de normas,
el trasvasar la frontera de los sentimientos, el egoísmo y su contrapartida, la
generosidad,… son calificativos característicos de los momentos en los que nos ha tocado vivir.
El resultado no es el fruto de un
calentón. De un improvisado escenario. Más bien estamos ante una catarata
organizada de elementos relacionados. No dejes para el verano lo que puedes
atajar durante el invierno, siempre nos han dicho.
Ahora pasa igual: durante años se ha
estado planificando una estructura de odio al diferente, aderezada por un
ensalzamiento de lo singular. Y un sálvese quien pueda frente a la estructura
mental que nos venía a convenir “dejemos un mundo mejor a las generaciones
venideras”.
Ha bastado la actuación premeditada y, a la vez, espontánea de los que encienden la
mecha para que comiencen los incendios.
Empezaron en Cataluña y siguieron en
Galicia. ¿Quién no nos dice que no podamos encontrarnos territorios y masas de
personas que quieran seguir esta senda?
El instrumento para combatirla es la
educación. Es cierto que hay métodos más incisivos, contundentes y efectivos a
corto plazo. Pero, no lo es menos, que contribuirán, sin duda, a reproducir
situaciones similares dentro de poco.
Por eso mismo, parafraseando a Unamuno,
no se trata de vencer, solamente, se trata de convencer. La división no es
buena compañera. El diálogo y la persuasión nunca pueden ser dañinos. Los
puntos de encuentro contribuirán a cesiones y a la vez a amortiguar el ruido.
Sin duda, nos sobran las razones para seguir juntos. Para apagar estos
incendios. Para empujar a la lluvia a limpiar la atmósfera y con ella suavizar
corazones y templar cerebros impulsivos.
La imagen de una porra o de una llama
ardiendo, tiene que ser sustituida por la rosa y el verde de los fructíferos
campos.
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