Se
suele decir que no somos capaces de vivir el momento. Que siempre estamos
buscando algo y que no disfrutamos del camino. Es cierto, que es muy importante
ponerse retos. Planificarse. Tener una meta por la que luchar. Pero, no lo es
menos, que el trayecto hasta conseguirlo, con sus sinsabores y sus placeres,
tiene que ser considerado como una parte en sí. No sólo como un medio.
La
experiencia en el atletismo me ha venido a demostrar que los duros
entrenamientos, las noches de invierno en soledad y con condiciones
climatológicas extremas. Las altas temperaturas del verano. El viento del otoño
o los cambios de la primavera, hacen que las sesiones te fortalezcan hasta el
disfrute, eso sí, difícil de explicar para el profano. Se llega al extremo que
la competición final, el reto perseguido, es muchas veces un desahogo. Incluso
si no sale bien, te conformas con todo lo que has realizado anteriormente.
Viene
todo esto a cuento, porque debemos aprender a tolerar la frustración en todos
los ámbitos de la vida. En la política, se suceden los acontecimientos tan
rápidamente, que no somos conscientes de que el ahora, es determinante.
Señalaba,
recientemente, Almudena Grandes que la memoria no es sólo el pasado, es sobre
todo el presente y el futuro. Es decir, seremos lo que seremos si aprendemos de
lo que hemos sido.
En
ocasiones, las cosas no sucederán como lo hemos planificado, pero nada se para.
Hay que actualizarse. Colaborar a reinventarnos. Procurar comprender que las
líneas rectas, necesitan, cuando se precisa, sustituirlas por curvas. Por
subidas y bajadas.
Como
en el deporte, unas carreras se harán solos, otras acompañados, en unas serás
tú el que tires delante, en otras te beneficiarás del rebufo de los demás. Pero
al final, lo satisfactorio es poder disfrutar del trabajo realizado y de las
metas conseguidas.
La
Historia, muchas veces cíclica, está llena de altibajos. Sin embargo, a nadie
se le ocurre preparar todo para buscar el desastre. Sigamos.
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