martes, 5 de enero de 2016

EL VALOR DEL VOTO


Me comentaba un buen amigo, cuyos sabios consejos aprecio mucho, una conversación mantenida con un vecino, acerca del valor del voto. Ahora, que nos damos cuenta de que vivimos en una sociedad plural y de comportamientos políticos cada día más diversos, le espetaba la doctrina conservadora, cuando no radicalmente reaccionaria, de que  a la hora de tener en cuenta las distintas opciones de gobernar, no pueden tener la misma relevancia unos sufragios que otros.
A muchos personajes de ese entorno les da rubor reconocer el carácter elitista, más bien discriminatorio y esencialmente antidemocrático, de aquellos que se percatan que hay formaciones políticas de reciente creación que han recibido millones de votos el 20 de diciembre y les parece injusto.  No reconocen que quizás sean producto del desencanto. Quizás hijos de la desesperación acusada, impulsada y en no menos ocasiones, creada, por la derecha. Ya no son sólo “perroflautas”.
Tampoco es de recibo apelar a las comparaciones del peso del voto clásico, informado dirían. Es algo parecido al alegato que publicó en 1983 en El Faro de Vigo el actual aspirante a la Presidencia del Gobierno, Mariano Rajoy. En esa ocasión hacía alusión a la estirpe. Al determinismo histórico. A los condicionantes físicos y psíquicos. Constataba presumiblemente la desigualdad, como señalaba incluso “ no sólo desde el momento del nacimiento sino desde el propio de la fecundación”.
Viene a decir la derecha ¿ a quién se le ocurre pensar que puede valer lo mismo el voto de un obrero que el de un empresario?, ¿ el de un analfabeto que el de un intelectual?,  ¿el de un “hijo de buena familia” que el de un “ recién llegado?
Filosofando volveríamos a redundar aquello de “ un plato es un plato”.  A lo que yo añadiría, oportunamente en este contexto “ y una abstención un sí”.






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