lunes, 28 de noviembre de 2011

Veiga y la Memoria Histórica

VEIGA Y LA MEMORIA HISTÓRICA

En los últimos días he podido intervenir en dos actos que, si bien en principio podrían mantener una independencia de contenidos, tienen muchos puntos de encuentro.

En primer lugar asistimos a la presentación de la biografía de Manuel Veiga, obra del historiador Manuel Vaz Romero, seguida de un interesante debate y de aportaciones de algunos de sus contemporáneos realmente enriquecedoras. Fue un momento precioso seguido de un público entregado, con algunos, eso sí, pocos, compañeros del difunto y apreciado profesor y político.

Destacamos como elemento de aprendizaje con los momentos actuales que nos encontrábamos ante un personaje que sobresalía por su talla intelectual y su formación, hoy que tanto menudean cualquiera de estos dos aspectos en numerosos aspirantes a la dirección de los partidos o responsables orgánicos de éstos. Eso por no hablar del perfil de algunos cargos públicos. Así como se incidió en su vibrante oratoria, su tono moderador y su ímpetu a la hora de convertir en realidad los aspectos doctrinarios. Los partidos necesitan fontaneros, pero también individuos que sean capaces de dar credibilidad con su preparación teórica a la ideología que con tanta pasión se defiende.

Lamentablemente, una vez perdida la primera línea de la política, le sucedió como a tantos otros líderes de nuestra reciente Historia, el olvido, cuando no el ostracismo, desperdiciando un enorme caudal de transmisión de valores y experiencias para las nuevas generaciones. Lo seguimos haciendo.

El otro acto fue la ponencia inaugural en las IV Jornadas de Memoria Histórica de Santa Marta de los Barros. Un evento consolidado y en el que hablamos sobre el papel de la mujer extremeña en la posguerra. Hay que resaltar el hecho de que se hayan consolidado a lo largo de varias ediciones, cada una de ellas de 3 ó 4 días de duración, y en las que, una vez y otra se incide en su despolitización, su carácter abierto y sobre todo su ámbito académico y cultural. Las organiza el Ayuntamiento a través de su Universidad Popular.

Decía al comenzar que ambos eventos están unidos en diferentes aspectos: uno de ellos es la importancia de la mujer, apenas reconocida en nuestra Historia. Se recordó el papel de la esposa de Veiga, quien nos acompañó la otra noche y que supo estar fielmente a su lado, acompañando, asesorando, apoyando y, en ocasiones recibiendo las incomprensiones hacia el trabajo de su marido. Un proyecto, pues, conjunto.

Por otro lado tenemos la figura de miles de extremeñas que en los difíciles años 40 y 50 tuvieron que ser el auténtico, y en muchas ocasiones, único, sostén de sus familias. Otras que vieron truncadas sus pretensiones profesionales. Muchas que vieron destruidos derechos adquiridos. Y multitud de ellas que fueron adoctrinadas con una única misión en el mundo: la sumisión a sus maridos y el trabajo en el Hogar. Se primaba el aparente don exclusivo hacia la sensibilidad para dibujar una mujer que no podría actuar capacitada por la razón.

Por otra parte, me apena que a este tipo de actos no acudan responsables de todos los partidos políticos. Sería un gesto de normalidad democrática. Sería una puesta en escena de respeto institucional: en el primer caso Manuel Veiga fue Presidente de la Diputación y de la Asamblea ( sus herederos en el cargo no hubieran estado de más), en el otro, se trataría, de una vez por todas de demostrar que no sólo se trata de recuperar lo que convencionalmente se conoce como Memoria Histórica, sino a su vez proyectar lo que a algunos nos gusta más denominar con el concepto de Memoria Democrática. Se reconocería, por consiguiente, la obra, el trabajo, la dedicación y el perfil de los extremeños y extremeñas cuya única preocupación vital fue su vocación de servicio.

 

​Fernando Ayala Vicente

​Doctor en Historia

 

 

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