Evidentemente estos días no podemos
sustraernos a concentrar nuestras energías en reflexionar sobre la situación a
la que hemos llegado. Y poder llegar a ser conscientes de los grandes avances
que se pueden producir cuando actuamos juntos y, sobre todo, cuando somos
capaces de ceder en pos de lograr un objetivo. Es ahí donde nos damos cuenta de
nuestra fragilidad.
Y es ahí donde la Historia, de nuevo, nos
ha enseñado que aunque nos parezca insólito, ya hemos pasado por situaciones
similares y al final, con enormes sacrificios se ha salido adelante.
Eso sí, esta vez queremos hacerlo
poniendo hincapié en no dejar atrás a los más vulnerables. En evitar la lucha
por la supervivencia sólo de los más fuertes. En obsesionarnos con esa
población que menos recursos tiene para su defensa.
Siglos atrás las denominadas crisis de
subsistencia diezmaban a la población. Nuestra dependencia del sector agrario
hacia que una mala cosecha o la subida de los precios de los alimentos más
básicos, como el pan, deviniera en tragedia.
Al contrario de entonces cuando se
vivieron grandes revueltas sociales, en estos momentos, si por algo podemos
caracterizar la reacción, en general, de la población, es por su ejemplaridad.
Por eso se suceden los homenajes diarios
a los sanitarios, esa marea blanca que ha convertido esta lucha en un emblema
social. Pero también estamos con las fuerzas de seguridad del Estado. Con los
educadores que se han volcado en intentar aparentar un mínimo de normalidad en
el proceso docente, tan brutalmente interrumpido. Con los cajeros y el personal
de tiendas y supermercados, tan expuestos al contagio y tan fundamentales para
nuestra tranquilidad a la hora de preservar los suministros. Con los
voluntarios y las ONGs que han salido a dar la cara desde el primer momento. Y
así con innumerables ejemplos que no cabrían en este limitado espacio de texto.
En definitiva, y volviendo a la Historia,
tenemos que asimilar que este tipo de
catástrofes se ha cebado, y no hace tanto tiempo, con otro tipo de sociedades.
El problema es que en la nuestra no estamos acostumbrados a las calamidades.
El otro día, el psicólogo Carlos Pajuelo
nos recordaba, que a la postre, somos unos privilegiados. Estamos confinados
sin faltarnos de nada. Tenemos comida, televisión, películas, libros, móviles,
internet…
Detengámonos un momento a pensar y nos
hará más fácil aprender que todos somos frágiles, pero que afortunadamente para
nuestra sociedad y nuestra época, contamos con unos medios y una cultura que no
siempre han estado al alcance de la mayoría.
No hay comentarios:
Publicar un comentario