Al hilo del artículo
de la semana pasada, comentábamos que íbamos a detenernos un poco más en el
concepto de confianza, tras los
avatares surgidos en la negociación de los fallados intentos por conseguir una
investidura del Presidente del Gobierno.
En esta travesía hay
que incidir en que su falta no es unidireccional, sino que es recíproca y,
además, que han intervenido varios actores ( no únicamente dos). También que
sus protagonistas a nivel nacional se han comportado, en más de una ocasión, de
forma similar a nivel regional. Ejemplos claros los tenemos en la Asamblea de
Extremadura, donde Podemos, a veces, tras un proceso de negociación y de
acuerdo, en el último momento te encontrabas con una negativa, bajo el
peregrino argumento de que no se fiaban. Cierto es, que en muchos otros casos
el acuerdo llegaba a su término.
Otro factor, a mi
modo de ver, determinante, son las sinergias personales que se han ocultado
bajo el paraguas de diferencias políticas entendibles y. algunas de ellas ,podrían
llegar a ser asumibles.
En el otro extremo la
situación se ha aclarado suficientemente: Ciudadanos ha ofrecido un Gobierno al
PP justo al día siguiente de las elecciones, en un claro síntoma de confianza
entre ambas organizaciones de derechas.
Claro está que el
sistema favorece las coaliciones electorales. Ya tuvimos experiencias previas
durante la Segunda República: la coalición de centro-izquierda funcionó en las
elecciones generales de 1931 con un éxito rotundo, pero en las de 1933 cuando
el PSOE se presentó en solitario, el hundimiento fue evidente. Así se llegó a
febrero de 1936 con dos grandes coaliciones enfrentadas: la CEDA y el FP. Todas
las fuerzas políticas fueron conscientes de que era necesario contar con los
afines.
Sin embargo esta
estrategia de coalición electoral falló estrepitosamente en las elecciones
generales de 2000. La coalición de PSOE e IU (Almunia y Frutos) con listas
conjuntas en el Senado y un pacto programático conjunto no funcionó.
En la actualidad
tenemos experiencias internacionales, autonómicas y locales diversas: alianzas
externas e internas. Parece claro que al elector de izquierdas le apetece el
entendimiento. El problema es que le dejamos la toma de las decisiones
culminantes al responsable de llevarlas a cabo: el Presidente del Gobierno.
Pongámonos también en su lugar. No es fácil.
Por último el PP mira
a su hijo pródigo (VOX) y se modera. Ciudadanos quería ir al centro izquierda y
se alía ideológicamente con la ultraderecha sobrepasando incluso a Casado.
Miren el caso extremeño. Esquizofrenia en sus posicionamientos. En definitiva,
falta de confianza.
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