Entre las múltiples lecturas de verano,
me ha impresionado el contenido del monográfico de las XVIII Jornadas de
Llerena, dedicadas, en esta ocasión, a El legado de las España de las tres
culturas y coordinadas maravillosamente por el profesor Felipe Lorenzana.
A lo largo de sus páginas, discurren
aseveraciones que han podido vivir con la crueldad de muchas circunstancias
históricas, la mayoría desagradables, pero que siempre pugnan por buscar la
mejora. La aspiración permanente del perfeccionamiento de la Humanidad.
Se habla de tolerancia, como si fuese
posible alcanzarla en medio de un Estado laico moderno en el que todos somos
iguales, antes que diferentes. La convivencia se convertiría, por consiguiente
en el respeto. Es decir, en la responsabilidad ante las desigualdades.
Mientras, algunos tratan de reescribir la
Historia y otros justifican discursos xenófobos frente a la inmigración, el filósofo Reyes Mates nos recuerda a
Lesssin Natan: “propio del Hombre es buscar la verdad, no poseerla”.
Y es que no es lo mismo Historia que
Memoria ( pero eso es objeto de tratamiento más profundo que dejaremos para
otro artículo). Así, frente a los
particularismos nacionalistas, preferimos la pluralidad.
Son, como se pueden comprender
reflexiones de la España medieval, que si nos percatamos e indagamos en sus
causas y, sobre todo, en sus consecuencias, nos hacen ser conscientes que
podrían haber sido escritas ( y pensadas) cualquier día de esta semana.
La política, el mundo del trabajo, la
sociedad en la que nos desenvolvemos, el deporte, la cultura… son el reflejo de
la tan necesitada dosis de paciencia, tolerancia, pluralidad, respeto a las
diferencias…. Es decir, distintas gamas o apreciaciones ante una misma
realidad.
Las verdades absolutas no existen. Las
razones absolutas, tampoco. La cesión, la humildad y la empatía nos harán más
grandes y durante mucho más tiempo. Siempre.
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