Recientemente he asistido a la
presentación de un libro de María José López que aborda, desde un elevado
número de supuestos prácticos, un tema que nos abochorna, como es la
discriminación de derechos en el ámbito del deporte femenino.
La autora, una experta en Derecho
deportivo, que asesora a numerosas
deportistas de élite, puso de relieve algunos aspectos que recurrentemente
escuchamos en los medios de comunicación, pero que más allá de la anécdota, no
les prestamos excesiva atención.
Sin embargo, son un ingrediente más, en
el largo camino que nos queda por recorrer en el terreno de la Igualdad.
Me gustaría resaltar, con el objeto de
hacer atractivo y, sobre todo, útil, a los futuros lectores, un par de ejemplos
que ilustraron su disertación.
En primer, lugar la existencia de
clausulas antiembarazos. Si bien, es cierto, que no son exclusiva del deporte
profesional, no lo es menos, que también son extraordinariamente denunciables.
Queda claro que no van a poder rendir de la misma manera, si quedan
embarazadas, que van a tener que dejar de entrenar al máximo nivel o de jugar
en el caso de deportes colectivos, pero también lo es, que deberían tener los
mismos derechos que otras trabajadoras a coger su baja laboral sin temor a ser
despedidas.
Por otra parte, y ligado a lo anterior,
María Jesús nos expuso que era bastante habitual en el deporte profesional
femenino ( esto como verán es una incongruencia o perogrullada) la inexistencia
de contratos. Por esa razón se incrementaban las dificultades para reclamar en
el caso de incumplimientos. Además, cuando se tienen que contratar deportistas
extranjeras, los equipos se las ven y se las desean para conseguir los permisos
de residencia ( pues se exige un contrato de trabajo). Evidentemente, de esta
forma, poco profesionales se puede considerar a estas deportistas y a este tipo
de deporte.
No vamos a hablar, como diría
M.Rajoy, de desigualdades salariales,
pues la brecha salarial ( lo acabamos de demostrar al no haber contratos) no
existe. Sin embargo, la consejera de Cultura e Igualdad, Leire Iglesias, fue
contundente en este sentido: en Extremadura “ sí nos vamos a meter en eso”.
Otro ejemplo, inadmisible, la desigualdad en los premios que se dan en las
competiciones masculinas y femeninas que debe terminar.
Finalmente, y como reto, dejamos en el
horizonte la proyección de los adolescentes. La necesidad de conseguir que
chicos y chicas puedan, mas allá de la continuidad en el deporte y en sus
aficiones sociales, seguir practicándolo. Es otro signo de modernidad: cuando
logremos que, en especial, las mujeres, no abandonen la prolongación en la
práctica del ejercicio físico en el momento en el que se adentran en su
juventud.
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