Siendo
recurrentes comenzaremos el nuevo curso desde el punto de vista de las
impresiones. Hace escasamente unos días, paseábamos por las calles de nuestras
ciudades y por muchos de nuestros
pueblos y nos percatábamos de la escasez de actividad. De vida pública, se
diría. Fundamentalmente, durante las largas mañanas y hasta avanzada la tarde.
Era
agosto y parece que todo se paraba. Una vez más. Sin embargo, y tras un rápido
desperezo, nos topamos con septiembre. En esta ocasión porque el calendario
físico y laboral nos lo indicaba, pues el meteorológico se empeñaba en tratar
de confundirnos con el profundo verano.
Empezamos,
eso sí, un nuevo ciclo. En el entorno educativo, la prueba evidente son los
grupos de jóvenes que se dirigen a sus Centros Escolares. Los reencuentros. Los
comentarios divertidos de los que tantas cosas tienen que contarse. La aventura
de lo que vendrá.
Ahora
llega el momento de ver horarios, adquirir libros y material escolar, comprobar
el listado de los nuevos profesores, dar un vistazo a las asignaturas con las
que se enfrentarán en breve, actualizar su calendario extraescolar…
Desde
las instituciones el trabajo está preparado para recibirles: aulas, personal,
transporte, documentación administrativa… todo un sin vivir. Vendrán momentos
de prisas, de ruidos, de presiones, de silencios y de contrastes. Y la vida
volverá a echar a andar.
El
símil educativo vale, en gran medida, para el político. De nuevo las ganas irán
acompasadas de la fuerza y la voluntad. Desde las diferencias hasta los
entendimientos, avanzaremos.
Esa
es la etiología a la que nos referíamos
con el título del artículo: el estudio de la causa de las cosas. Se empieza
algo o se continúa. Analizaremos lo sucedido en los últimos meses para renacer
con lo próximo. Es parte de la Historia, la cual, evidentemente, no hay sólo
que aprenderla, sino también entenderla.
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