miércoles, 26 de septiembre de 2018

DEMOCRACIA/DICTADURA


La semana pasada tuvimos la oportunidad de debatir en la Asamblea sobre la futura Ley de Memoria Histórica y Democrática de Extremadura. Se partió de una presentación del texto, por parte de la consejera de Cultura e Igualdad, Leire Iglesias, quien detalló contenidos y proceso de elaboración ( me encantó cuando se refirió a “las flores sin dueño…”). A continuación, pasamos los grupos políticos a definir nuestra posición en torno a una enmienda a la totalidad presentada por el PP. Por cierto, en su versión más escorada a la derecha.
El asunto principal giraba en torno a las víctimas. Fue un burdo intento de tergiversar la realidad presentada. Intentaron desacreditar, enfrentar, posicionar… a unos contra otros. No quisieron, en su ignorancia o mala fe, darse cuenta que en ningún momento del documento se indica que no se puedan reconocer o rehabilitarse a todas. Cuestión muy distinta es que unas hayan recibido toda clase de honores y reconocimientos durante 40 años y otras solo fueron objeto de abandono y olvido.
Quisimos darles una clase de Historia, dado que suele ser habitual confundir la Segunda República, la Guerra Civil y la Dictadura. Por esa razón y en un breve esbozo señalamos las características principales de cada periodo. De paso tratamos de solventar algunas dudas, bulos, mitos o tópicos generados a lo largo del tiempo.
Finalmente quiero resaltar que no estamos ante un debate de derechas frente a izquierdas, sino de Democracia frente a Dictadura. Escuchando a algún diputado parece como si estuviésemos en los comienzos de la Transición cuando en el Congreso se escuchaban voces que ensalzaban con nostalgia a Franco. Se ha llegado a decir que ¡la reconciliación empezó en 1939!  También se ha comentado que lo que se pretendió fue hacer justicia con la población del bando derrotado. Me avergüenza una vez más y sobre todo avergüenza a todas las víctimas. Es un insulto en toda regla. En la misma línea se ha llegado a afirmar que el bando vencedor hizo posible la actual democracia.
Insisto, nos vamos a tener que emplear durante algo más de dos tardes para darles unas clases de Historia reciente de España. No tomando como referentes a Ricardo de la Cierva o a Pío Moa, les bastaría que leyeran a Paul Preston o a Enrique Moradiellos.



martes, 18 de septiembre de 2018

TOLERANCIA


Entre las múltiples lecturas de verano, me ha impresionado el contenido del monográfico de las XVIII Jornadas de Llerena, dedicadas, en esta ocasión, a El legado de las España de las tres culturas y coordinadas maravillosamente por el profesor Felipe Lorenzana.
A lo largo de sus páginas, discurren aseveraciones que han podido vivir con la crueldad de muchas circunstancias históricas, la mayoría desagradables, pero que siempre pugnan por buscar la mejora. La aspiración permanente del perfeccionamiento de la Humanidad.
Se habla de tolerancia, como si fuese posible alcanzarla en medio de un Estado laico moderno en el que todos somos iguales, antes que diferentes. La convivencia se convertiría, por consiguiente en el respeto. Es decir, en la responsabilidad ante las desigualdades.
Mientras, algunos tratan de reescribir la Historia y otros justifican discursos xenófobos frente a la inmigración,  el filósofo Reyes Mates nos recuerda a Lesssin Natan: “propio del Hombre es buscar la verdad, no poseerla”.
Y es que no es lo mismo Historia que Memoria ( pero eso es objeto de tratamiento más profundo que dejaremos para otro artículo).  Así, frente a los particularismos nacionalistas, preferimos la pluralidad.
Son, como se pueden comprender reflexiones de la España medieval, que si nos percatamos e indagamos en sus causas y, sobre todo, en sus consecuencias, nos hacen ser conscientes que podrían haber sido escritas ( y pensadas) cualquier día de esta semana.
La política, el mundo del trabajo, la sociedad en la que nos desenvolvemos, el deporte, la cultura… son el reflejo de la tan necesitada dosis de paciencia, tolerancia, pluralidad, respeto a las diferencias…. Es decir, distintas gamas o apreciaciones ante una misma realidad.
Las verdades absolutas no existen. Las razones absolutas, tampoco. La cesión, la humildad y la empatía nos harán más grandes y durante mucho más tiempo. Siempre.







martes, 11 de septiembre de 2018

EXILIOS


Este verano he acudido a los denominados Encuentros en Montánchez. En la sección “Diálogos” expusimos un documental sobre la huida de un barco completamente abarrotado de republicanos españoles con destino al norte de Argelia ( entonces colonia francesa). En el debate, un señor intervino para indicar que siempre se ha dicho que la Historia es maestra de la vida, pero parece que no queremos aprender.
En efecto, en las duras imágenes que pudimos analizar, se aprecian un elevado número de paralelismos entre la situación que vivieron los exiliados españoles en 1939 y las que están padeciendo durante los últimos meses los aspirantes a refugiados que pueblan las costas del Mediterráneo.
Son barcos que huyen atestados de gente y  que como, por ejemplo, el Aquarius, encuentran dificultades para ser acogidos. En el caso que nos ocupa tuvieron que estar bastante tiempo parados sin poder bajar a tierra, pues las autoridades coloniales no les dejaban asentarse allí ( cosa muy distinta de la solidaridad con la que se acogió a miles de compatriotas en México o como sucede ahora con las oleadas de bienvenida de determinados sectores sociales).
Al igual que ahora recibieron, en general, la hostilidad de las élites políticas, mientras que la sociedad civil se desvivía por darles todo lo que pudieron ofrecerles.
También nos sorprendieron algunos discursos muy incendiarios de dirigentes de determinados partidos de derecha en el Parlamento francés: aludían incluso a exterminarlos, dejarlos en el mar, rechazar su acogida de manera determinante…. algo muy similar a lo que venimos escuchando de muchos líderes europeos ( y españoles) actuales.
El papel de la mujer es otra de las evidencias que muestran el dolor del trasterrado. Sus humillaciones, vejaciones, el dolor de las pérdidas… es una constante en ambas realidades.
Por último, nos resultó curiosa la figura del emigrante económico. En el caso de Argelia, nos encontramos con un nutrido grupo de españoles asentados allí desde comienzos del siglo XX. Habían, a su manera, prosperado, y por eso les llamaba mucho la atención que sus compatriotas, exiliados políticos, llegaran ahora, 30 años después, a perturbar las relaciones que en su vida cotidiana habían consolidado.

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