Últimamente solemos escuchar el término
irrelevancia entre analistas políticos, tertulianos, comentaristas…. Suelen
hacer alusión a aquellas fuerzas o partidos que, habiendo adquirido en
determinados momentos un papel determinante, o al menos significativo, dentro del espectro
político, pierden fuelle o se intuye lo que en lenguaje coloquial se expresa
como “ bajar el suflé”.
Ahora que acabamos de celebrar el aniversario
de la proclamación de la Segunda República, ( no olvidemos, al margen de
conflictos, fue nuestra primera experiencia realmente democrática), parece
oportuno recordar algunas partes del pensamiento de Marx. En una de sus
reflexiones vino a decirnos que la propiedad existe porque hay escasez. Vamos,
que si viviéramos en un mundo rodeado de abundancia, todos volveríamos a ser
más iguales. No habría, según Marx, la necesidad de acumular bienes, ya que se
contaría con plena disponibilidad para disfrutar de ellos.
Recuerdo, en este sentido, las profundas
discusiones mantenidas en la Universidad. Hay, a mi juicio, un detalle muy
importante del que se prescinde: la libertad. Y aquí surge la disyuntiva: ¿ es
necesaria la libertad en un mundo profundamente desigual? o ¿ para qué se quiere la igualdad sino te
puedes ni siquiera expresar, ni leer un libro, ni manifestarte…?
Fue entonces cuando aparece la
socialdemocracia, para salvar el muro que separa las ideas totalitarias del liberalismo
más salvaje. De esta forma, se consiguió relegar, en las sociedades
democráticas, casi a la irrelevancia a aquellos que todavía apostaban por el
predominio absoluto, bien del Estado,
bien de la figura de un líder, no solamente carismático, sino también indiscutible.
Por esa razón en momentos históricos en
los que todo cambia, mantengamos nuestro deseo por la pervivencia de las
conquistas logradas para la consecución del denominado Estado de Bienestar.
Denunciemos recortes de Gobiernos insensibles a las necesidades populares. Mantengamos
la unidad de las clases más necesitadas: la pervivencia de la sanidad, la
educación y las políticas sociales que buscan evitar el deterioro de la calidad
de vida de los sectores más débiles. Todo eso se ha conseguido en décadas de
gobiernos de políticas que unen el socialismo con la democracia. Lo público con
la libertad. La crítica con la firmeza a la hora de adoptar, en muchas
ocasiones, decisiones muy dolorosas.