Hace
unos días se desarrolló en Miajadas la Gala del Deporte de Extremadura. Como en
otras ocasiones, los premiados salieron al escenario y dedicaron al público
asistente, unas palabras. Previamente, se proyectaba un pequeño vídeo que
narraba lo más singular de sus trayectorias.
Había
una coincidencia en la mayoría de los discursos, que el Presidente de la Junta,
acertadamente, nos recordó. Los deportistas, con el micrófono en la mano, no lo
aprovecharon para ensalzar sus hazañas, para demostrar una vez más por qué son
tan excepcionales, para mostrar al resto los motivos de sus triunfos.
Prefirieron
no hablar de ellos. Dedicaron su tiempo a los entrenadores, a sus padres, a sus
amigos, a sus familias, a sus parejas…
Hubo uno que incluso hizo una reflexión sobre la idea equivocada que se tiene
acerca de la egolatría que rodea a muchos de los líderes, a su alejamiento de
la realidad, a basar buena parte de sus vidas en la consecución de marcas, en
lograr buenos entrenamientos, en definitiva, en ensimismarse.
A
la vuelta, comentaba con algunos compañeros que me llamó positivamente la
atención la presencia muy notable de premios a deportistas con discapacidad. Es
un símbolo de la inclusión en este ámbito. No olvidemos que el Jurado había
valorado sus méritos compitiendo en el mismo nivel de reconocimiento que
deportistas sin discapacidad. Por ejemplo, Guillermo, el nadador con síndrome
de Down fue reconocido como el mejor deportista promesa de Extremadura. Eso
significa que, nadie, que ningún deportista promesa, de ningún deporte en la
Comunidad es valorado con más méritos que los conseguidos por Guillermo. Una buena noticia para la normalización de la
diversidad.
La
otra cuestión a la que quería referirme, fue la abundancia de premios a
deportes considerados minoritarios. Eso representa un triunfo frente al
marketing de los espectáculos de masas. Eso significa que el esfuerzo, la
superación, la necesidad de continuar
progresando, tiene al final la recompensa de la visualización de la
actividad a la que dedicas buena parte de tu tiempo en un escenario, habitualmente
copado por aspectos, mucho más frívolos y por ende menos saludables y con menor
espíritu de sana competitividad.
Estuvimos,
pues, ante, auténticas historias de vida.