Esta semana en la Asamblea hemos debatido sobre
los Derechos Humanos. Sobre la Justicia Universal. Sobre la no prescripción del
dolor. Sobre el acompañamiento a las víctimas.
Queríamos que se reconociera el sentimiento de
pérdida de aquellos que sufrieron torturas, ejecuciones, violaciones… de los
que aún se encuentran desaparecidos.
Queríamos que el Gobierno de España atendiera a
la reclamación del grupo de trabajo de la ONU sobre desapariciones forzosas e
involuntarias. Tan simple como que cumpla con las obligaciones de un Estado que
es proteger a las víctimas de cualquier tipo de abuso.
Vivimos en un sistema democrático y tenemos que
demostrar, una vez más, que no somos iguales que los verdugos de la Dictadura
franquista. Que respetamos las leyes. Que tenemos, cuanto menos, superioridad
moral sobre ellos. Aunque solo fuera por motivos emocionales y de respeto, se
lo debemos a los familiares de las víctimas.
Tenemos todavía numerosos temas pendientes por
resolver: como
son las inhumaciones en contra de su voluntad en el Valle de los Caídos, los
obstáculos continuos al cumplimiento de la Ley de la Memoria Histórica, la
impunidad en las miles de desapariciones, en el robo de bebés, en las
dificultades para la retirada de los símbolos franquistas, en el acceso a
determinados archivos o en el vaciado de la Ley por parte del Partido Popular
al despojarla de Presupuesto para llevarla a cabo.
Así pues, haremos todo lo posible para
poner en valor los ejemplos de tolerancia y respeto que proporciona la vida en
democracia. Eso comienza por reconocer y asumir que en la Historia reciente de
España se cometieron muchos errores que es necesario reparar para conseguir
avanzar juntos y no perpetuar los enfrentamientos.
Cuando se apela a la Ley de Amnistía de
1977 o a la prescripción de los delitos, se pretende poner obstáculos a una
decisión que podríamos dejar, al menos, en manos de los jueces. Porque los
Derechos Humanos, no son de izquierdas ni de derechas. Tampoco las fosas.
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