Parece oportuno que en las fechas en las
que estemos hablemos de libros. Tuve la suerte, el sábado pasado de impartir
una conferencia en La Zarza sobre las Misiones Pedagógicas (por cierto, como en
mí es costumbre matizar, ¡qué acertado el concepto de Misiones!).
Decía que me sentí afortunado, pues al
hilo de mi exposición, comprobé in situ la encomiable labor del Ayuntamiento al
conservar una biblioteca procedente de este entusiasta proyecto de la Segunda
República. Disfruté, asimismo, observando como el paso del tiempo seguía
permitiendo el acceso al mundo de la cultura a la gente que así lo deseaba en
el entorno rural. La biblioteca actual, al margen del esmerado cuidado que le
presta Secundino, su bibliotecario, era utilizada con asiduidad por un
constante ir y venir de jóvenes y adultos. Precisamente, se aprovechó el acto
para conceder un premio a los mejores lectores anuales (¡bonita manera de
estimular el acercamiento al mundo del libro!).
Mientras Secundino nos comentó los
pormenores de la conservación de ese legado, que tiene entre sus originales,
obras de más de un siglo, yo me centré en explicar al auditorio el contexto
histórico en el que se desenvolvieron las Misiones Pedagógicas. Una Extremadura
atrasada, aislada de los centros neurálgicos, con elevadísimas tasas de
analfabetismo…. pero con un insondable deseo y pasión por aprender.
De esta manera la extensión de la cultura
a todas las capas sociales quiso compaginarse con la lucha contra el abandono
escolar temprano y con proyectos ilusionantes como la coeducación, la
construcción de miles de escuelas o la dignificación del magisterio.
Junto con la llegada de multitud de
libros a nuestros pequeños pueblos, los asistentes pudieron comprobar, en
numerosas ocasiones atónitos, las primeras proyecciones de cine, escuchar
grabaciones musicales, contemplar reproducciones de nuestras mejores obras de
arte, asistir a representaciones de teatro…
Fueron sin duda, unos momentos
inolvidables para los que tuvieron la suerte de acudir a estas sesiones. Hasta
el extremo que se desbordaron todas las previsiones. Se estaba sembrando una
huella que desgraciadamente unos meses después no fue comprendida y al grito de
¡muera la inteligencia! fue aplastada. Hubo que esperar, de nuevo, la llegada
de la democracia, 40 interminables años.
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