EL
RUIDO Y LA FURIA
Estamos
en precampaña electoral. Lamentablemente se dirán muchas cosas de las que luego,
en aras de lo que se ha dado en denominar, lo políticamente correcto, se transformarán, cambiarán, sacarán de
contexto…. es decir, todo tipo de eufemismos para evitar la responsabilidad de
ser contundentes con las declaraciones que se hacen.
Y
en medio de todo surge el ruido. Contestado por algunos, pero preferido por
otros, entre los que me incluyo. No me gustan las unanimidades, las ausencias
de críticas que te espolean, que hacen que no te duermas, que te revuelven para
concentrarte en demostrar que tienes la razón o si eres humilde, en reconocer
que te puedes equivocar. Lo prefiero, insisto, al silencio. Denota que no
estamos muertos, que tenemos actividad.
Algunos,
en su deseo de perversión del lenguaje lo contraponen a la unidad. A mi juicio,
no son términos antagónicos ni incompatibles. Se confunden con la lealtad. El
ruido es necesario. Como la furia o la
rebeldía ante las injusticias.
Si
queremos parecernos a las sociedades a las que representamos debemos ser
conscientes de que somos diversos: los hay del norte y del sur, hombres y
mujeres, acomodados y sencillos, amantes del deporte y/o de la música, la
lectura, el campo, la televisión, la calle…
Por
eso permitamos hablar, pregonemos nuestro anhelo de transparencia precisamente
dando acceso a las terceras personas: los otros, somos también nosotros. El
grupo se compone de individuos. Lo interesante es pelear por objetivos comunes.
Tiene, o debe tener, las diferentes perspectivas un lugar dentro de nuestra comprensión para
conseguirlos.
Huyamos
del miedo al qué dirán o harán. No hagamos que impidan nuestra acción por temor
a las consecuencias. Parafraseemos a Manolo Chinato cuando nos recordaba lo
siguiente: “ si tengo miedo, que no lo tengo, susurro y pienso.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario